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La forzada migración de la exiliada Mateluna CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

La forzada migración de la exiliada Mateluna

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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En la obra se muestra la figura de un general inseguro y errático, que una vez que es seducido por la mujer maravilla, representante inequívoca del imperialismo norteamericano, se arma de valor, y no trepida en tomarse el poder, con las consecuencias por todos conocidas.


“Puedes arrancar al hombre de su país,
pero no puedes arrancar el país del corazón del hombre”.

John Dos Passos

Los pájaros no saben de exilio, migran por naturaleza, y pueden realizar extensos desplazamientos estacionales de forma regular, trasladándose incluso de un continente a otro para asegurar a su alimento, nidificación y con ello su especie. Muy distinto a cuando te arrancan el suelo de los pies, y debes forzosamente cambiar tu lugar de origen, tu cultura, y echar en una maleta, cuanto puedas de aquello que reconoces como propio: tus recuerdos y mucho de lo que conforma tu identidad, que no es otra cosa que la extensión de ese territorio entrañable llamado patria.

Un añorado lugar que millares de compatriotas tuvieron que dejar atrás, para convertirse en refugiados, y al igual que una planta fueron arrancados de cuajo, desarraigados y obligados a sobrevivir en una tierra extraña, tratando de comunicarse en una lengua que tampoco entendían.

En ese contexto fue que Oscar Castro Ramírez, actor y dramaturgo chileno nacido en Talca en 1947 y fallecido en Francia el 2021 víctima del covid-19, escribió “La exiliada Mateluna”, obra ambientada en París, ciudad que acogió a este exiliado a partir de 1976, y fue el lugar donde además refundó el Teatro Aleph, mismo que había creado en Santiago de Chile antes del golpe de Estado, y que vuelve a rearmar en la comuna de la Cisterna a partir del 2015.

Lo hizo en un terreno cedido en comodato por Bienes Nacionales, en una ruinosa casona de adobe, que hasta ahora se mantiene gracias al empuje de muchos actores que lo acompañaron desde Francia, como es el caso de Gabriela Olguín, actual directora de Teatro Aleph – Chile, y a algunos vecinos que ayudaron a consolidar este proyecto, hasta por fin levantar hace 10 años la Sala Julieta, una sala que lleva el nombre de la madre de Oscar Castro.

Es justamente allí donde funciona hoy el teatro Aleph, escenario donde se repuso “La exiliada Mateluna”, obra que aborda las inclemencias del destierro, pero no desde la perspectiva de la congoja, sino más bien bajo el prisma del humor, que incluso bordea el humor negro, y que se palpa en frases tan decidoras como “aquí estoy con mi magister en arte, y estoy haciendo aseo”.

Un sarcasmo que deja entrever lo complejo que fue insertarse y retomar con dignidad la vida laboral en un país extranjero y sin siquiera manejar el idioma. Una instancia que hace mucho más brutal esa condición impuesta a mansalva, pero que aquí adquiere otra dimensión, gracias a la combinación de diversos elementos.

Partiendo por una música en vivo, tanto en francés como en español, a la que se suma un potente despliegue coreográfico acentuado por el cambio permanente de vestuario, entregándole a la obra una atmósfera entre festiva y mordaz, y que realza aún más el recurso dramático.

Otra cosa que quisiera destacar, es que la actual compañía del Teatro Aleph-Chile, no sólo cuenta con la participación de actores profesionales, sino que incorpora “vecinos en escena”, continuando el legado del “Cuervo Castro”, de hacer teatro comunitario, convirtiendo además, a “La exiliada Mateluna”, en un ejercicio de memoria, dado que la primera vez que se presentó esta emblemática obra fue nada menos que en París en 1980, para luego -a la vuelta del exilio- ser montada en la sala La Comedia del Teatro Ictus, bajo el título “La triste e increíble Historia del General Peñaloza y el exiliado Mateluna”(1990).

Y ahora retoma mucho de lo que allí se contó, ya que en esta remozada versión habla de alguien que debe buscar dónde vivir y apenas le alcanza para arrendar una escalera, símbolo de su precariedad económica, enfatizada hasta el absurdo, mediante esa incómoda hipérbole, que evidencia la angustia de una recién llegada a un país extraño, pero que por causalidad se encuentra con una tía que junto a un grupo de compatriotas están ensayando una obra de teatro.

En ella se muestra la figura de un general inseguro y errático, que una vez que es seducido por la mujer maravilla, representante inequívoca del imperialismo norteamericano, se arma de valor, y no trepida en tomarse el poder, con las consecuencias por todos conocidas, y que dan forma a esta obra, que me trae a la memoria la canción “botas locas” escrita por Charly García, para Sui Generis y que fue censurada en Argentina durante la dictadura, por la siguiente estrofa: “Amar a la patria, bien nos exigieron. Si ellos son la patria, yo soy extranjero”. Aunque, igual la banda siguió cantándola en vivo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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