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In memoriam: René Olivares, el sexto miembro de Los Jaivas CULTURA|OPINIÓN Crédito: Instagram de René Olivares

In memoriam: René Olivares, el sexto miembro de Los Jaivas

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Residente en París desde 1977, donde llega con Los Jaivas y les sigue aportando sus mensajes visuales, en paralelo sigue su carrera de pintor e ilustrador. Para sobrevivir recurrirá a los más diversos soportes, desde hacer tiras cómicas para diarios hasta pintar fondos de piscinas en mansiones.


El pintor e ilustrador René Olivares, conocido como “el sexto Jaiva”, perteneció a esa tribu pero también tuvo una trayectoria personal que es símbolo de una época.

Desde que conociera al “Gato” Alquinta y este se entusiasmara con una pintura de Olivares donde aparecía detrás de unas montañas con un sol resultante en las manos, se fundió la historia de la banda con la del pintor, el que haría sus afiches y carátulas. Artista visual, también intervenía en las escenografías, las indumentarias, la visualidad neoandina de Los Jaivas.

Padre de cinco hijos, se incorporaría a la comunidad de vida de Los Jaivas, sin abandonar sus propias búsquedas. Es así como, en 1971, junto a su amigo y compañero de búsquedas, Piro Lusko (Angol, 1939), quien había estado recorriendo Sudamérica varios meses, abordan la creación de una visualidad para el Ministerio de Agricultura, letreros que llamaran la atención pero con la misma paleta de colores de la zona, sin alterarla.

Como es sabido, en dictadura Los Jaivas migran a Argentina y luego a Francia, y él ya es parte del proyecto.

Inquieto intelectualmente – su padre dirigió la Editorial Zig Zag y creció rodeado de libros y revistas- , en los años ’60, cuando tenía 20 años, comenzó a interesarse en el mundo de las culturas originarias, su arquitectura, sus esculturas y, especialmente, sus artes visuales, las que definieron su estética.

Le fascinaron los códices mesoamericanos hechos en papel de maguey y pieles de venado, asociadas a mitos, leyendas, la cosmovisión de los pueblos originarios. También la riqueza visual de su arquitectura, muchas veces decorada con murales; como artista de imágenes, ellas le permitieron ingresar al mundo precolombino, sentirse parte de él un visitante de esas ciudades perdidas de las que luego, como un explorador, volvía cargado de dibujos y pequeños formatos. Lo mismo encontraría en los textiles y cerámicas de las culturas andinas, con sus dioses solares y sus propios mitos, cuya estética le inspira los rasgos faciales de sus ilustraciones de entornos indígenas.

Residente en París desde 1977, donde llega con Los Jaivas y les sigue aportando sus mensajes visuales, en paralelo sigue su carrera de pintor e ilustrador. Para sobrevivir recurrirá a los más diversos soportes, desde hacer tiras cómicas para diarios hasta pintar fondos de piscinas en mansiones de islas del Mediterráneo.

Heredero de los pueblos precolombinos, el vivir en comunidad con Los Jaivas, como experiencia tribal, y los mismos conciertos que entregaban una experiencia de comunión colectiva, fueron una suerte de exportación no tradicional en Europa, donde estos jóvenes latinoamericanos parecían una nueva versión reencarnada de los antiguos olmecas, aimaras, mapuches, que aparecían, de nuevo, en el siglo XX.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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