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“Piñera en jaque, bitácora íntima de un gobierno bajo presión”: la disección de una erupción CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

“Piñera en jaque, bitácora íntima de un gobierno bajo presión”: la disección de una erupción

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Juan José Jordán
Por : Juan José Jordán Egresado de Literatura, editor y crítico.
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Transcurridos algunos años de aquel período convulso, resulta gran aporte la lectura de una investigación en la que se consideró la voz de personas con distintos grados de cercanía con el gobierno y particularmente con Sebastián Piñera. Un retrato que no se queda solo en lo obvio.


Sebastián Piñera no quería saber nada de una posible segunda elección presidencial; tenía lista la declaración pública en la que explicaría las razones para no participar. Pero fue convencido por su núcleo político más cercano, se postuló y, tal como estaba pronosticado, obtuvo el triunfo. Cruel juego del destino, quién imaginaría que su gobierno tendría que afrontar verdaderas avalanchas de crisis.

Este libro surge del trabajo periodístico de las autoras Paula Catena y Gloria Faúndez cuando reportaban para La Tercera, específicamente, a partir de una serie de reportajes publicados entre febrero y marzo 2022 con el título Piñera 2, historias de un final, es decir, cuando Piñera aún estaba en el poder. Luego de su muerte que conmocionó al país, la dupla periodística decidió darle una segunda lectura a ese trabajo. Se entrevistaron a más de 100 personas, incluyendo a miembros del gobierno, amigos y familiares, optando por uniformar los testimonios bajo el criterio de fuentes confidenciales, para evitar que el relato de alguien identificable tuviera más credibilidad que las declaraciones anónimas.

Como las autoras señalan, “(…) privilegiamos la reconstrucción de los hechos, por sobre los juicios o impresiones personales”, lo que se realizó de buena forma, salvo contadas excepciones en donde se evidencia ese modo de exponer la opinión sin que se note mucho, algo a lo que el lector del periodismo nacional ya debiese estar habituado; por ejemplo, que se señale que a Piñera nunca le cayó bien José Antonio Kast. Más allá de las opiniones que cada cual pueda tener, es un dato que en realidad no aporta mayormente en el retrato social que se busca conseguir.

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Uno de los puntos fuertes del libro es la forma distante de dar cuenta de los sucesos. Aparte de la misma escritura, fluida, incorporando diversos recursos narrativos, como los diálogos en estilo directo y una forma de reordenar los acontecimientos en cada capítulo de modo dejar un gancho en el primer párrafo, para luego retroceder hasta volver a ese momento que habíamos leído previamente, recurso que aporta dinamismo. Estamos ante un recuento como película de suspenso que permite ir haciendo una cronología en detalle, recordando algunas declaraciones históricas de políticos, como aquel “cabros, esto no prendió”, dicho por el ex–presidente de metro Clemente Pérez el 17 de octubre.

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Hay un acercamiento en torno a lo material que atraviesa todo el libro. Algo tan evidente como que los recursos son limitados y por los mismo muchas veces hay que ingeniarse para administrarlos. La madrugada del 18 de octubre, cuando representantes de los principales ministerios debieron regresar a La Moneda para analizar los pasos a seguir frente a una protesta cada vez más descontrolada, la Subsecretaria del Crimen, Katherine Martorell, acudió a Dirección Nacional de Orden y Seguridad para verificar los recursos con que se contaban efectivamente y encontrar un panorama desalentador. No era suficiente para la magnitud de lo que ocurría: “(…) en esos momentos disponía de 200 mil efectivos con formación en orden público, 6 carros lanza aguas y material de protección de la década de los 70”. Con el recrudecimiento de las protestas se incrementaría el número de uniformados con traslados desde provincias y la eliminación temporal de vacaciones, llegando a haber 20.000, casi 20 veces más efectivos policiales en la capital en comparación al inicio de las manifestaciones.

Paula Catena y Gloria Faúndez.

Son los carabineros y el equipo disponible que hay. Con eso hay que ver qué hacer. Históricamente las fechas de cuidado del orden público eran dos: el 11 de septiembre y la conmemoración del Joven Combatiente, localizadas en ciertos sectores de Santiago. Lo que estaba ocurriendo no tenía nada que ver, sacó a todo el mundo de libreto.

Esto explica el miedo a se que repitiera la experiencia del presidente argentino Fernando de la Rua, quien debió abandonar la Casa Rosada en helicóptero, en medio de una profunda crisis. Había dos anillos de contención con vallas papales que buscaban resguardar La Moneda de la irrupción de una muchedumbre. Era una preocupación real: se había instalado un helicóptero en un edificio gubernamental cercano y existía un plan de fuga inminente con un auto blindado en el subterráneo. Piñera siempre se mantuvo firme, no se iría del palacio pasara lo que pasara y a lo más que accedió fue a regresar a su casa más temprano, a las seis, antes que oscureciera.

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La crónica se beneficia de una mirada interna del poder, asomarse al interior del palacio de gobierno para ver a los hombres de Estado en su dimensión más humana. Esto es; en muchas ocasiones atrapados sin salida sin saber qué hacer. El lector puede apreciar las divisiones que se arrastraban desde el primer gobierno con el antagonismo que se estableció entre Halcones y Palomas, choque de fuerzas de las dos alas del piñerismo, representando Halcones al sector conservador de la derecha tradicional y Palomas, el más liberal. De hecho, en la segunda administración este grupo estuvo formado principalmente por miembros de Evopoli, partido que buscaba ofrecer una alternativa de derecha menos conservadora. Hay que tener presente que entre la gente que celebraba el primer triunfo de Piñera en la Alameda se veía una que otra imagen de Augusto Pinochet y fue ese mismo gobierno el que, con motivo de la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado, declararía que en Chile hubo cómplices pasivos entre la población civil. Esto habla de una contradicción interna que, en ocasiones, puede ser muy difícil de resolver.

Quizá el momento más dramático de esta diferencia se dio el 12 de noviembre, una de las jornadas más violentas de la protesta, justo al día siguiente que se hubiera firmado el acuerdo por la nueva Constitución que buscaba destrabar el conflicto por vía institucional, en un momento en que el estado de emergencia ya no estaba vigente. La gran problemática era si volver a sacar al Ejército. Algunos, como el ministro Alberto Espina (Defensa), el canciller Teodoro Ribera, y la actual candidata presidencial Evelyn Matthei, recomendaban mano dura y retomar de una vez el control del orden público, declarando esta vez estado de sitio, que permite atribuciones como detenciones en lugares no convencionales. Pero Piñera estaba tan sobrepasado por la situación que pidió ayuda y consejo, incluyendo a personas de otros sectores, él, que no solía escuchar mucho y terminaba haciendo las cosas a su modo, como cuando le entregó esa vergonzosa bandera de Chile adentro de una de Estados Unidos a Donald Trump, a pesar que sus asesores le decían que no era buena idea. Se comunicó con Ricardo Lagos quien le recomendó no recurrir a la milicia, que fue lo que se decidió finalmente, pero el panorama de todos modos estaba lejos de calmarse, lo que evidenció que el diagnóstico de Cristián Larroulet, Jefe de Asesor Presidencial del Segundo Piso, en cuanto a que el estallido era algo pasajero y se calmaría con el paquete de medidas sociales anunciadas por el gobierno y la llegada de las vacaciones, estaba muy lejos de la realidad.

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Transcurridos algunos años de aquel período convulso, resulta gran aporte la lectura de una investigación en la que se consideró la voz de personas con distintos grados de cercanía con el gobierno y particularmente con Sebastián Piñera. Un retrato que no se queda solo en lo obvio, ahondando en aristas como en lo referente al asesinato de Camilo Catrillanca, que tuvo lugar cuando el gobierno llevaba menos de un año o el importante rol que desempeñó Luis Hermosilla como abogado de Chadwick y asesor en diferentes materias y claro, la pandemia, que al presidente le sirvió para mejorar en los índices de aprobación ciudadana, históricamente bajos en el período de estallido.

Resulta difícil sostener al día de hoy que existiera cercanía entre Pinochet y Piñera por las violaciones a los derechos humanos y por algo muy simple, ¿Pinochet hubiera llamado personalmente a organismos al resguardo de los derechos humanos? Y eso fue lo que hizo Piñera desde el comienzo, contactándose con Amnistía Internacional, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, encabezado por Michelle Bachelet, Human Right Watch, que contaba con la dirección para América del abogado José Miguel Vivanco, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, así como una comunicación fluida con Instituto Nacional de Derechos Humanos y su director Sergio Micco.

En el INDH también había división por aquellos días; una fracción estimaba que lo que ocurría con las policías obedecía a una policía de estado, es decir, que existía responsabilidad directa del presidente y otro grupo, representado por Micco, que apuntaba a responsabilidades de carabineros y que no existían pruebas que hicieran posible hablar de violaciones sistemáticas, como señaló su director en una entrevista en Tele13 Radio:  “La violación sistemática de los derechos humanos supone una concertación entre distintas instituciones, donde se crean leyes y políticas públicas (…). Si me preguntas a mí como director del Instituto, te diría que no y quien diga lo contrario tiene que probarlo”. De todos los informes solo uno, Amnistía Internacional, apuntaba a posibles responsabilidades del gobierno. Se puede tener la opinión que uno estime de Piñera y su administración, pero es necesario apuntar a una mayor rigurosidad en temas tan delicados. De lo que sí no hubo ninguna duda es que hubo violaciones a los derechos humanos; el gobierno ponía mucho cuidado en no denominarlo públicamente, lo que le significó una dura reprimenda al ministro Hernán Larraín (Justicia) cuando declaró que al parecer habría antecedentes de violaciones a los derechos humanos por parte de carabineros a manifestantes. La estrategia consistía en usar otras formas de referirse para evitar complicaciones legales, pero no se puede tapar el sol con un dedo, por mucho que se use un léxico cuidado.

 

FICHA TÉCNICA 

Título: Piñera en Jaque, bitácora íntima de un gobierno bajo presión

Autoras: Paula Catena y Gloria Faúndez

Año: 2025

Editorial Catalonia

256 páginas

15×23 cms

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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