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EE.UU.: los costos del aislacionismo Opinión

EE.UU.: los costos del aislacionismo

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Lo paradójico de esta estrategia es que la administración Trump apuesta y defiende el aislacionismo, de cara a su electorado, pero pretende seguir dictando normas hegemónicas en el plano global. Cabe preguntarse si con esta política se benefician los ciudadanos estadounidenses, aunque fuera de sus fronteras quede el desastre.


La administración de Donald Trump refleja fielmente la tendencia del aislacionismo estadounidense. Esa que, como bien recuerda Henry Kissinger, siempre ha competido con la otra de su diplomacia: la misionera, donde EE.UU. intenta posicionarse como el faro del mundo, guiándolo hacia la democracia y la economía de mercado.

Es claro que la mayoría de los ciudadanos optó por el nacionalismo duro que representó Trump en sus últimas elecciones. En su campaña reclamaba que todo el mundo se aprovechaba de Estados Unidos: que los mexicanos les “quitaban” plantas productivas, enviando al desempleo a miles de trabajadores estadounidenses, que los europeos y los asiáticos llenaban de autos y productos el mercado local, al tiempo que no compraban los vehículos de EE.UU.

No todo era comercio, la inmigración –especialmente la latina– estaría asociada al delito, a la droga o al terrorismo. Que recuerde, el presidente solo ha tenido palabras de bienvenida a la inmigración proveniente de Noruega. Todo lo demás huele a peligro.

Pero también el aislacionismo abordó los temas de seguridad internacional y la administración Trump ha advertido a sus aliados que deben gastar más en la OTAN. Mira con buenos ojos el Brexit y no son pocas las ocasiones en que ha cuestionado fuertemente a sus aliados, como en la última reunión del grupo de los 7, donde insultó por Twitter al anfitrión Trudeau. Lo curioso es que en esta última oportunidad se retiró antes que terminase la reunión, para correr a reunirse con el líder norcoreano, al cual calificó de “estadista”.

Hoy el epicentro está en la guerra comercial. Al frente abierto con los chinos, le agrega ahora la amenaza a México. Con los chinos la queja es hoy la competencia de Huawei, con los mexicanos el tema sería que no controlan la inmigración centroamericana.

En el suelo van quedando las normas de la OMC, los diversos acuerdos de comercio y cooperación económica, el multilateralismo en general.

Pero no solo referido a la economía, porque hoy EE.UU. se ha retirado de los esfuerzos planetarios por controlar el cambio climático. La explicación que se da es insólita: el cambio climático no existiría. Es que el aislacionismo se acompaña del negacionismo.

Lo paradójico de esta estrategia es que la administración Trump apuesta y defiende el aislacionismo, de cara a su electorado, pero pretende seguir dictando normas hegemónicas en el plano global. Cabe preguntarse si con esta política se benefician los ciudadanos estadounidenses, aunque fuera de sus fronteras quede el desastre.

En principio todo indica que no. Cuando compramos un auto nos preocupamos de su calidad, su costo, consumo de combustible, su mantenimiento, no miramos el pasaporte de la empresa. Por su parte, ponerles impuestos a los productos mexicanos o de cualquier otro país, repercutiría en un incremento de su precio y está claro quiénes pagarían dicho aumento. Recordemos que China y México son los dos principales socios comerciales de Estados Unidos.

A su vez, la inmigración se estimula cuando hay crisis económicas, inestabilidades sociales y políticas. Ponerles dificultades a las economías de México y Centroamérica es echarle combustible a la emigración, que obviamente se dirigirá hacia EE.UU.

Por cierto, el incremento de precios a los productos extranjeros sancionados no será inmediato y conste que no hemos aludido a que buena parte de los productos mas tecnologizados están compuestos de partes provenientes de diferentes países. Para empezar, solo mencionemos los llamados celulares inteligentes.

Pero los desplantes aislacionistas y a ratos ultranacionalistas de la Casa Blanca también permiten mantener viva la adhesión electoral de la actual administración. Una parte importante de los votantes republicanos está convencida de que los problemas que sufren provienen de un ambiente exterior hostil y aprovechador. Así percibirían su realidad cotidiana.

Entonces, estaríamos en presencia de un caso más de utilización de la política exterior para fines de política interna. Como dicen algunos politólogos estadounidenses, al final todo es política interna.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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