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Plebiscito constituyente, la hoja en blanco y otros mitos Opinión

Plebiscito constituyente, la hoja en blanco y otros mitos

Alfonso Henríquez R.
Por : Alfonso Henríquez R. Prof. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Concepción, Campus Chillán
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Al fragor de las campañas políticas son diversos los mitos que se esgrimen a la hora de desvirtuar la opción contraria. Dentro de los más comunes esta el que sostiene que «la hoja en blanco» constituye un salto al vacío. Eso es un error y toda Constitución deberá respetar los tratados internacionales. Otro de estos es «rechazar para reformar». Si esta fuera la mejor alternativa, se perdería la seguridad jurídica y probablemente las discusiones en el Congreso llevarían más tiempo.


En relación con el plebiscito del mes de abril, han circulado algunos mitos y medias verdades que, en general, han tendido a desinformar a la población. En este espacio me gustaría referirme brevemente a algunos de ellos.

Mito 1: La hoja en blanco constituye un salto al vacío. Se ha dicho que optar por una nueva Constitución sería poner en peligro algunas garantías básicas, como el derecho de propiedad o la libertad de conciencia, o incluso debilitar la familia. Este mito carece de una base sólida en la cual apoyarse, puesto que la Convención encargada de redactar el texto constitucional deberá respetar los tratados internacionales en materia de Derechos Humanos que ha ratificado Chile, tratados que precisamente reconocen una serie de libertades y derechos que el nuevo texto no podrá desconocer. Siempre se podría decir que eso es lo que dice el derecho, pero que la realidad podría desbordar la norma jurídica. Sin embargo, reconociendo que en teoría se trata de un punto que merece ser discutido, lo cierto es que no existen condiciones objetivas que permitan pensar que una mayoría de convencionales trate de traspasar estos límites, transgrediendo no solo dichos tratados internacionales, sino también nuestra propia tradición constitucional.

Mito 2: Se quiere imponer una Constitución chavista. Este mito parte de un doble error. Por un lado, la experiencia constitucional comparada es mucho más diversa e interesante, y no se limita de ningún modo al modelo venezolano. Por el otro, este temor tampoco tiene fundamento, desde el momento en que, para alcanzar acuerdo en alguna materia, se va a requerir un quorum de 2/3, de modo que el texto al cual se arribe será fruto del consenso de la mayoría de las fuerzas políticas. En términos simples, ningún grupo político podrá pasar completamente por sobre el resto.

Mito 3. No es necesario el cambio de la Constitución para solucionar los problemas reales de la gente. Este mito se construye sobre una premisa equivocada. La Constitución establece la manera en cómo se debe distribuir el poder político, de forma que puede contener instituciones que hagan que los problemas, por ejemplo, relacionados con las bajas pensiones o la atención en los consultorios, puedan ser solucionados en beneficio de la mayoría o, bien, incorporar mecanismos para que las minorías puedan vetar este tipo de proyectos y mantener o justificar ciertas situaciones de desigualdad o abuso. Esto significa que la discusión constitucional está directamente vinculada con los problemas reales de la gente, lo cual se explica por el hecho de que la Constitución define el marco dentro del cual se debe mover el legislador, de forma que este solo puede hacer lo que la Constitución le permite.

Mito 4. No se trata de un proceso democrático. Esta postura también debe rechazarse. En efecto, al votar en el plebiscito de abril, los ciudadanos van a estar haciendo lo que justamente se espera que hagan en una democracia, es decir, expresar su opinión acerca del tipo de sociedad que quieren construir o legitimar. De hecho, es difícil pensar en algo más democrático que un proceso en el cual se le dará a cada votante la oportunidad para decidir libremente acerca de estas importantes cuestiones. Por tanto, los llamados a boicotear el plebiscito, o los argumentos que buscan arrojar un manto de duda sobre su legitimidad, no tienen ningún sustento.

Mito 5: Rechazar para reformar constituye una mejor alternativa. Este argumento supone que las reformas constitucionales se podrían hacer en menos tiempo que el planificado para el funcionamiento de la Convención. Es un claro error. Si siguiéramos la lógica de los que llaman a rechazar para reformar, probablemente estaríamos mucho más tiempo discutiendo en el Congreso –dada la lentitud de los tiempos parlamentarios– cambios que se requieren pronto. Desde el punto de vista de la seguridad jurídica es una peor alternativa.

Mito 6: Tendremos dos Congresos. Puede parecer un detalle, pero la Convención no será técnicamente un Congreso, su función no será legislar sino que redactar y proponer a la ciudadanía una Nueva Carta. Por otro lado, funcionará por un corto período. Además, al ser una función remunerada, facilita que los ciudadanos puedan acceder a ella. De hecho, concentrar la redacción de una Nueva Constitución en el Congreso, conduciría a una serie de problemas prácticos aún más complejos, confundiendo las funciones legislativas y constituyentes.

Mito 7: Apoyar el Apruebo es apoyar la violencia. Argumento claramente falaz. No existe relación alguna, ni fáctica ni lógica, entre ambos supuestos. Justamente la opción por el cambio apunta a la construcción de una nueva forma de hacer política, de modo que busca precisamente presentarse como una solución de largo plazo en orden a traer paz y estabilidad institucional al país, pero, sobre todo, a devolver la legitimidad política a instituciones que hoy se encuentran en buena medida desprestigiadas frente a la ciudadanía.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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