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Chile en la encrucijada: todo cambió Opinión

Chile en la encrucijada: todo cambió

Ernesto Barros G
Por : Ernesto Barros G Abogado. Twitter: e_barrosg Instagram: e_barrosg
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La visión mercantil de la vida, de la salud como mercancía, encubre una concepción de la persona humana y de la sociedad que hace crisis y sucumbe en estos días. Mantenernos vivos y sanos es una tarea colectiva de la comunidad, que hoy nos la recuerda, a golpes terribles, la pandemia del coronavirus. Es que la vida y la salud de una comunidad, por su naturaleza y jerarquía, deben estar fuera del comercio, pues son las razones mismas de vivir en sociedad. Sacrificamos libertad por la certeza de mantenernos vivos y seguros. Muchos rayados de hace 5 meses en las calles de Chile han reclamado, entre otros, la salud como un derecho. Afirmamos con certeza que es un derecho y el titular es el pueblo de Chile en su conjunto. Hermoso y arduo desafío para esta generación será construir un sistema público de vida y salud universal, igualitario y de excelencia para el conjunto de los habitantes.


Dice una máxima china que solo existe una ley inmutable y perdurable: el cambio.

El milenario libro del I Ching, tradición y práctica sabia de China es el Libro de los Cambios o Mutaciones. Es la sabiduría china que se despliega en un presente que siempre fluye. Hemos vivido construyendo certezas y previsiones que se derrumban en el estrépito de la más completa incertidumbre ante algo que no podemos predecir, como es el comportamiento de un virus que atraviesa fronteras y cuerpos instalándose a su arbitrio. La batalla será ineficaz si no la damos todos juntos.

El desafío que enfrenta esta generación de chilenos, parafraseando a la Canciller Alemana Angela Merkel, se compara con la Guerra del Pacífico, ocurrida hace ya 140 años. De ese tamaño es la envergadura del desafío.

La crisis sanitaria que enfrentamos no es el coronavirus propiamente tal. Es la forma en que, en los últimos 46 años, se organizó Chile para promover, cuidar y restablecer la vida y la salud de su población. La decisión tomada en aquel entonces fue clara y drástica: considerar a la salud como un bien transable, que tiene precio, que se compra y vende como cualquier producto o servicio. A los que pueden pagar se les provee por el mercado y a quienes no (la inmensa mayoría) los atiende el Estado, considerándolo como un gasto (carga) del fisco. Vida y salud según el porte de tu bolsillo. Clientes y/o cargas, según puedas o no costearla.

La visión mercantil de la vida, de la salud como mercancía, encubre una concepción de la persona humana y de la sociedad que hace crisis y sucumbe en estos días. Mantenernos vivos y sanos es una tarea colectiva de la comunidad, que hoy nos la recuerda, a golpes terribles, la pandemia del coronavirus.

Es que la vida y la salud de una comunidad, por su naturaleza y jerarquía, deben estar fuera del comercio, pues son las razones mismas de vivir en sociedad. Sacrificamos libertad por la certeza de mantenernos vivos y seguros. Muchos rayados de hace 5 meses en las calles de Chile han reclamado, entre otros, la salud como un derecho. Afirmamos con certeza que es un derecho y el titular es el pueblo de Chile en su conjunto. Hermoso y arduo desafío para esta generación será construir un sistema público de vida y salud universal, igualitario y de excelencia para el conjunto de los habitantes. Alexandre von Humboldt hace 220 años nos alertaba que vivir es estar en red (con la naturaleza y los demás): todo se sostiene junto, si se tira de un hilo puede deshacerse el tapiz completo.

Entonces, la solidaridad nacida de la interdependencia no es solo una actitud que apela a la consciencia y a la bondad de las personas, sino un imperativo ético y práctico para mantenernos vivos y sanos.

Frente a la crisis y desafío de la pandemia del Coronavirus la respuesta social de los chilenos ha estado en dos líneas que se tensionan: la mayoritaria, la acción personal y solidaria de cuidarse y cuidar, quedarse en casa, mantenerse sano, evitar conductas riesgosas y considerar que la salud es un asunto de todos y cada uno. Barrios, edificios y condominios organizándose, alcaldes reclamado y exigiendo protección para sus vecinos, miles de videos y folletos circulando para cuidar y cuidarnos. Vecinos del litoral expulsando a la fuerza a veraneantes inauditos de fin de semana, el Colegio Médico recetando medidas y presionando al Gobierno, que lamentablemente actúa tarde y mal, carente de autoridad, confianza y legitimidad.

La otra respuesta ha sido la individual, tomar vacaciones en tiempos de pandemia, acaparar ansiosamente lo que fuese, elevar los precios de exámenes y productos hasta el escándalo, subirse a un avión o bus sabiendo del contagio probable o cierto. Es la visión sostenida de que puedo comprar salud y que en el extremo absurdo llega al poder elegir el riesgo de enfermarme como un derecho individual, sin importar el bien de los demás.

Sin embargo, tal como ocurrió en octubre del año 2019, pareciera que se impone entre los chilenos la noble idea de que somos comunidad, que las soluciones individuales, además de egoístas son ineficaces y que, si queremos vivir mejor la vida, solo será posible con los otros.

Dice la tradición China, de donde se asume que viene la pandemia, que los cambios son lo único permanente en nuestras vidas. Si la terrible pandemia que vivimos y padeceremos el próximo tiempo nos convoca a poner lo mejor de todos y cada uno, será un buen comienzo; el constatar que el destino personal está indisolublemente ligado a todos y cada uno de los hijos e hijas de esta tierra.

Se sugiere escuchar “Cambia todo cambia” de Julio y Maciel Numhauser

Referencias:

  • I Ching: El Libro De Las Mutaciones de Richard Wilhelm
  • La invención de la naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt de Andrea Wulf

Escucha aquí el podcast con la opinión:

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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