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A 60 años del Riñihuazo: ¿lección aprendida? Opinión

A 60 años del Riñihuazo: ¿lección aprendida?

Mariana Campos P.
Por : Mariana Campos P. Fundación Plantae
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Hace exactamente seis décadas y tras el gran terremoto que cambió para siempre el curso de la historia valdiviana y de muchas otras localidades del sur del país, otra gran emergencia comenzó a surgir en la zona lacustre de lo que en esos años era parte de la Región de Los Lagos: a 80 km al este de la ciudad, el gran sacudón de la tierra provocó el derrumbe de laderas y posterior taponeo del cauce del río San Pedro, por donde naturalmente desagua el lago Riñihue y los llamados siete lagos. Con la conmemoración del Riñihuazo ad portas, es bueno refrescar la memoria. En tiempos en los que muchas de las decisiones importantes se toman bajo la influencia y presión de grandes empresas, sin tener en cuenta las vidas que pueden perderse, se torna fundamental analizar el curso de la historia para que la seguridad y el bienestar de nuestro pueblo –y no la porfía y ambición económica– pasen, de una vez por todas, a ocupar el primer lugar en la lista de prioridades.


Sesenta años de historia deberían traer consigo aprendizaje. Por eso, cuando estamos a poco de conmemorar la hazaña que evitó un desastre mayor como consecuencia del Riñihuazo, nos detenemos a reflexionar sobre cuánto hemos aprendido del pasado. Y en este caso en particular, sobre la acción de la naturaleza y su fuerza implacable e impredecible.

Hace exactamente seis décadas y tras el gran terremoto que cambió para siempre el curso de la historia valdiviana y de muchas otras localidades del sur del país, otra gran emergencia comenzó a surgir en la zona lacustre de lo que en esos años era parte de la Región de Los Lagos: a 80 km al este de la ciudad, el gran sacudón de la tierra provocó el derrumbe de laderas y posterior taponeo del cauce del río San Pedro, por donde naturalmente desagua el lago Riñihue y los llamados siete lagos. En total fueron tres enormes obstrucciones: la de menor envergadura tenía 300 metros de largo y 16 de altura y la tercera y más grande, contaba con 60 metros de alto y 1,5 km de longitud. No había mucho margen de maniobra: se hacían canales en los tacos para liberar las aguas contenidas, o el agua sobrepasaría el taco 3 y todos los poblados ribereños, incluida Valdivia, desaparecerían bajo el agua.

Tras dos meses de colosal trabajo colaborativo, entre hombres pala en mano, excavadoras y buldóceres, se consiguió cavar los canales necesarios. El 24 de julio, las aguas del Riñihue finalmente comenzaron a fluir río abajo.

Hombres pala en mano cavando canales. Crédito: Leopoldo Castedo

Hombres pala en mano cavando canales. Crédito: Leopoldo Castedo.

Pobladores evacuados ante la eventual inundación. Créditoo: Museo de Sitio Castillo de Niebla (2020). Galería “Conmemoración número 60 del terremoto en Valdivia”

Pobladores evacuados ante la eventual inundación. Crédito: Museo de Sitio Castillo de Niebla (2020). Galería “Conmemoración número 60 del terremoto en Valdivia”.

¿Es posible que la historia se repita? Si bien no lo sabemos a ciencia cierta, porque nunca más en Chile ni en el mundo se ha producido un terremoto de tal magnitud, en la zona hay preocupación. Y no es en vano.

El río San Pedro recibe el agua de siete lagos chilenos y cuatro argentinos, formando parte de una cuenca hidrográfica complejísima. Gracias a la gran cantidad de agua que reúne, se trata –¡cómo no!– de un río muy caudaloso que lo transforma en objeto de deseo para las empresas hidroeléctricas. Bien lo sabe Colbún, que el año 2007 presentó con bombos y platillos su proyecto “Central Hidroeléctrica San Pedro”.

En ese entonces, las primeras interrogantes que saltaron sobre la mesa fueron precisamente si la represa de 56 metros de altura proyectada por la empresa, sería soportada por las inestables laderas y qué ocurriría ante un nuevo terremoto de gran magnitud. La respuesta categórica de Carlos Urenda, el entonces gerente de Asuntos Corporativos de Colbún, fue que el análisis previo a la presentación del proyecto determinó una “crecida máxima posible de 7.200 metros cúbicos por segundo, mientras que la crecida de 1960 alcanzó los 3.200 metros cúbicos por segundo”. Es decir, la represa sí soportaría un evento similar al Riñihuazo.

En la misma oportunidad, Urenda señaló que el sitio en donde se instalaría la presa del proyecto cuenta con una conformación geológica distinta al sector en donde se produjeron los deslizamientos de 1960 y, como si esto fuera poco, “la estructura estaría fundada y anclada a la roca en forma lateral…” (1).

Tras la falta de observaciones del Sernageomin, revisión cuestionada, entre otros puntos, porque “los estudios geológicos fueron hechos por un ingeniero en minas y no por un geólogo, o porque no se tomaron en cuenta los antecedentes de deslizamientos de tierra históricos de 1960 y de 1575, o bien porque el proyecto se levanta en una zona de fallas geológicas (2), y además de la enorme oposición ciudadana que se levantó para proteger al río, Colbún consiguió la aprobación para represar el San Pedro el 22 de octubre de 2008.

Detalle de la ubicación de las instalaciones del Proyecto Central Hidroeléctrica San Pedro.
Fuente: Colbún.

Pero ¿constató realmente la empresa hidroeléctrica la calidad de la roca para instalar la base de la represa y posicionamiento de los anclajes? ¿Hubo un estudio acucioso sobre el terreno en el cual está montado este megaproyecto de 170 MW? Al parecer, no adecuadamente.

Más allá del innegable impacto ambiental que un proyecto de esta envergadura traería a la zona, reconocida a nivel nacional por su riqueza de fauna íctica (peces), turística y ecosistémica, el temor y rechazo hacia el proyecto cobra aún más sentido cuando, a comienzos de 2011, en plena faena de construcción, la obra fue paralizada porque su riesgo a la seguridad de las personas era inminente. Y la explicación a esto la da la propia empresa Colbún en el sitio web del proyecto San Pedro: “Las obras constructivas se suspendieron temporalmente con el objeto de realizar estudios topográficos, geotécnicos y geológicos adicionales, debido a que se encontró roca de mala calidad en la ladera norte y a la detección de movimiento en los taludes y ladera sur” (3).

Más específico es el resumen ejecutivo del Proyecto de Adecuación presentado por la empresa ante el SEIA en 2015, en el cual reconoce las condiciones del terreno: “Estas nuevas condiciones geológicas se pueden clasificar en tres grupos: (i) movimientos locales en la ladera sur, (ii) grietas en la ladera norte y (iii) fallas en el cauce del río” (4).

A esta mala calidad de roca e inestabilidad de laderas, se suma el alto riesgo de terremotos, como lo expone Rodrigo Valdivia, presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Concejo Municipal de Panguipulli, en agosto del 2009: “La ubicación planificada para la central es atravesada por la falla geológica Liquiñe-Ofqui. Esta placa, formada por la interacción de las conocidas placas Nazca y Continental, tienen un extenso registro de maremotos y terremotos en la zona” (5). Sin ir más lejos, las últimas erupciones de los volcanes Caulle, Chaitén y Calbuco, se originaron por los movimientos de estas placas.

Imagen comparativa entre la zona donde se produjeron los tacos en 1960 y las actuales instalaciones del proyecto hidroeléctrico. Fuente: Fundación Plantae.

Frente a una ruptura de la represa que quiere construir Colbún, ¿tendremos la oportunidad de realizar un trabajo heroico que conlleve un desagüe lento, como se logró para el Riñihuazo, hace ya 60 años? Muy posiblemente, no.

Y en este escenario nos preguntamos: ¿estamos dispuestos a arriesgar la vida de los habitantes de nuestro territorio en favor de un proyecto evidentemente desalineado con la vocación territorial?

Con la conmemoración del Riñihuazo ad portas, es bueno refrescar la memoria. En tiempos en los que muchas de las decisiones importantes se toman bajo la influencia y presión de grandes empresas, sin tener en cuenta las vidas que pueden perderse, se torna fundamental analizar el curso de la historia para que la seguridad y el bienestar de nuestro pueblo –y no la porfía y ambición económica– pasen, de una vez por todas, a ocupar el primer lugar en la lista de prioridades.

Vista de casas acarreadas por el agua ante la crecida del río San Pedro, sector Collico. FUENTE: Museo de Sitio Castillo de Niebla (2020). Galería “Conmemoración número 60 del terremoto en Valdivia”

Vista de casas acarreadas por el agua ante la crecida del río San Pedro, sector Collico. Fuente: Museo de Sitio Castillo de Niebla (2020). Galería “Conmemoración número 60 del terremoto en Valdivia”.

(1) Palma, Lorenzo. Historia de la Central Hidroeléctrica San Pedro. El cuestionado proyecto de Colbún S.A. Ediciones Kultrún, 2019. Pág. 33

(2) Palma, Lorenzo. Historia de la Central Hidroeléctrica San Pedro. El cuestionado proyecto de Colbún S.A. Ediciones Kultrún, 2019. Pág. 19

(3) www.centralsanpedro.cl

(4) http://seia.sea.gob.cl/documentos/documento.php?idDocumento=2130539216

(5) Palma, Lorenzo. Historia de la Central Hidroeléctrica San Pedro. El cuestionado proyecto de Colbún S.A. Ediciones Kultrún, 2019.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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