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Elite, pymes y percepciones MERCADOS|OPINIÓN

Elite, pymes y percepciones

Dayana Barría
Por : Dayana Barría Abogada tributaria
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Un estudio muestra que la percepción generalizada dentro de la élite es que la brecha entre ellos y los sectores de menores recursos es muchísimo menor a la que hay en realidad. Entonces, ¿bastará con mostrarles los datos reales para que cambien su percepción? ¿O la percepción está tan arraigada que, aun viendo los datos, no serán capaces de ver –e incluso entender– la real brecha que existe? Esto resulta preocupante, toda vez que esta es la élite que diseña e implementa las políticas públicas destinadas, precisamente, a esos sectores menos favorecidos.


Si usted está acostumbrado a los veranos calurosos de Santiago, con temperaturas sobre 30°, tal vez se sorprenda si viaja en verano a Chiloé y ve a la gente en shorts y polera con 18°, incluso que sus playas estén llenas. Probablemente en Chiloé usted siga usando pantalón y suéter. Para los chilotes hace calor, para usted aún hace frío. ¿Cuál es la realidad? Lo cierto es que el dato “real” son los 18° grados, pero la forma en que cada uno percibe esa temperatura es distinta.

La pregunta es: ¿Cambia mi percepción si me muestran datos reales? ¿Tendrá la gente del sur menos calor o la gente que viene del norte menos frío, si le decimos que en realidad hay 18°?

En el ejemplo, la diferencia entre percepción y realidad es irrelevante, porque el cómo se percibe la realidad depende de cada uno: me abrigo más o me abrigo menos. Sin embargo, la diferencia entre percepción y realidad puede afectar a mucha gente. Incluso a una población completa.

[cita tipo=»destaque»]Podríamos seguir con los ejemplos para mostrar que al final todo es cuestión de percepciones. No obstante, corremos el riesgo de que ya no solo estemos ante una situación de percepción versus realidad, sino de que la percepción se imponga a la realidad o, peor aún, la percepción nos imponga una nueva realidad, una en que se decide y legisla sobre la base de cómo se percibe.[/cita]

Veamos algunos ejemplos. Hace un par de semanas conocimos los resultados de un estudio realizado por el Círculo de Directores y la firma Unholster, denominado “Percepciones sobre la desigualdad en la élite chilena”, que develó la distorsión entre la percepción que tiene la élite respecto de situación de las clases menos favorecidas, en relación con la realidad que muestran los datos estadísticos.

El estudio muestra que la percepción generalizada dentro de la élite es que la brecha entre ellos y los sectores de menores recursos es muchísimo menor a la que hay en realidad. Entonces, ¿bastará con mostrarles los datos reales para que cambien su percepción? ¿O la percepción está tan arraigada que, aun viendo los datos, no serán capaces de ver –e incluso entender– la real brecha que existe? Esto resulta preocupante, toda vez que esta es la élite que diseña e implementa las políticas públicas destinadas, precisamente, a esos sectores menos favorecidos.

Otro ejemplo de percepción versus realidad lo vimos en los resultados del sondeo efectuado por la consultora TH Partners, sobre el impacto de las medidas económicas y tributarias implementadas por el Gobierno y que se suponía iban en directo beneficio de las pymes. Sin embargo, medidas como la depreciación instantánea terminaron beneficiando en forma importante a empresas de mayor tamaño y con capacidad para efectuar inversiones en activo fijo, y tuvo un impacto poco relevante en las empresas pequeñas. Según esto, la percepción que tenían las autoridades respecto de la realidad económica o de operaciones de las empresas más pequeñas, habría sido algo errada.

Si las medidas de apoyo a las empresas, en especial a las más pequeñas, se siguen implementando sobre la base de estas percepciones, será difícil ver un real impacto en la mejora de nuestra economía. De ahí las críticas a la comisión de expertos convocada por el Ministro de Hacienda para desarrollar una hoja de ruta tributaria, pues se teme que quienes la conformen estén alejados de la realidad práctica o diaria de las empresas, que serán en definitiva a las que se les aplicarán las normas.

Por último, respecto de la percepción de la opinión pública, hace unas semanas nos enteramos que el Servicio de Impuestos Internos (SII) aceptó como gasto tributario el pago por aproximadamente $1.400 millones que Penta hizo a sus abogados en el contexto de la defensa por el caso de las boletas falsas. Si bien esto ocurrió dentro de un proceso administrativo formal y el SII ha explicado que se habría hecho todo conforme a las normas legales, la opinión pública está convencida de que se están aplicando privilegios e incluso varios expertos salieron a criticar el actuar de la señalada entidad.

En este caso, ¿la realidad es que Penta tenía legalmente derecho a que se le aceptara el gasto y entonces la opinión pública tiene una percepción errada? ¿O será que, dado que esta es la percepción general, no importa lo que la ley diga y corresponde que no se acepte el gasto, porque lo que importa es cómo se percibe?

Podríamos seguir con los ejemplos para mostrar que al final todo es cuestión de percepciones. No obstante, corremos el riesgo de que ya no solo estemos ante una situación de percepción versus realidad, sino de que la percepción se imponga a la realidad o, peor aún, la percepción nos imponga una nueva realidad, una en que se decide y legisla sobre la base de cómo se percibe.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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