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La confianza social y la gobernabilidad Opinión

La confianza social y la gobernabilidad

Prevalece la confianza en el actuar cívico colectivo; esta vez un acto electoral, probablemente relacionado con la sensación de empoderamiento ciudadano derivado del 18-O, frente a un Poder Ejecutivo que se percibe debilitado. Ante la demanda ciudadana por ciertas certezas mínimas, la élite nuevamente emite señales en sentido contrario. En vez de internalizar la valoración de la vacunación como una expresión de gobernabilidad, apunta a la defensa de sus intereses más particulares: actos religiosos, rutinas deportivas o la multiplicidad de candidatos y pactos políticos. Veremos en los próximos meses la resiliencia de la confianza ciudadana en un futuro compartido.


El Obispo de Punta Arenas llama a «desobedecer la ley», que calificó como “injusta” ante la restricción sanitaria de ceremonias religiosas. El diputado Keitel se suma al llamado de entrenar en los malls, ya que los gimnasios tienen también limitaciones señaladas por el Gobierno. El exdelegado gubernamental en La Araucanía se queja que los militares lleguen a las reuniones con abogados, para poder decir por qué no pueden hacer las cosas que uno quisiera.

Una nueva ola de la pandemia se ha desatado (predeciblemente): 1.300.000 chilenos en cuarentena total, mientras que otros tantos lo harán los fines de semana. La incertidumbre se instala nuevamente y, con ella, una cierta sensación de desgobierno o que –al menos– ciertas situaciones escapan de su cauce, entran en la tierra donde prima la decisión individual. Esta percepción se hace presente en el panel cualitativo (focus groups con una misma muestra de personas a lo largo del tiempo) que Plataforma Contexto realiza junto a Subjetiva desde agosto del año pasado, como una forma de observar las percepciones y tendencias en torno al proceso constituyente.

La incertidumbre parece ser una percepción base, que se modula según determinados eventos. Hoy la segunda ola de COVID- 19 la realza nuevamente: «Yo creo que la palabra clave hoy día es la incertidumbre; tú no sabes qué va a pasar» (hombre, 54 años). Para algunos se vincula primariamente al impacto de la pandemia en su actividad económica, pero también por las manifestaciones sociales. Una incertidumbre que caracteriza la vulnerabilidad, especialmente, de trabajadoras independientes en el área de servicios o de pequeños emprendimientos.

Para otros, deriva de la situación política, por ejemplo, sobre los resultados del plebiscito: «Si llega a salir algo que no gusta o que al final nos quedamos con lo mismo, siento que va a quedar la escoba de nuevo, y ahí sí que no vamos a salir nunca» (mujer, 30 años). En algunos casos tiene que ver con la expresión y resolución del conflicto social: «Me preocupa cómo vayan decantando, por ejemplo, los movimientos sociales con estas formas de manifestarse, porque después siempre están siendo, más reprimidos, están siendo un poco más violentos también los hechos, una población cargada de violencia, de formas de reaccionar que en realidad no sé” (mujer, 36 años).

La incertidumbre compartida motiva una demanda por gobernabilidad que se proyecta en diferentes ámbitos. Se valoran las acciones en que cada uno cumple el rol que le corresponde y que concitan el compromiso y participación ciudadanas. La vacunación surge rápidamente en la conversación. «Yo hoy día vi gobernabilidad cuando me fui a vacunar, un proceso impulsado por el Ejecutivo, ordenado, muy asumido por el municipio, la gente muy consciente de lo que estaba ocurriendo» (hombre, 51 años).

Las elecciones son vistas en esa misma perspectiva, como actos que reducen la incertidumbre, no solo porque marcan un rumbo en la definición de mayorías, sino porque dan cuenta de una voluntad, de un compromiso cívico. «Una de las formas para disminuir esa incertidumbre es votando, porque, por último, ahí se va a saber más o menos el rumbo que va a seguir este país» (hombre, 54 años).

La confianza en las elecciones como reductoras de la incertidumbre no son producto de las campañas electorales, sino más bien a pesar de ellas. Es transversal la evaluación negativa de las mismas por diferentes razones. La más evidente es la cantidad de postulantes, lo que lisa y llanamente resulta abrumador. Pero además se critica la falta de contenidos, de propuestas claras y diferenciadoras que no son percibidas en los candidatos a constituyentes. «En lo que yo he leído no hay propuestas… un día me meto y digo ‘ya, voy a ver qué candidato independiente hay aquí’, y te juro que los leí y dije: ninguno» (mujer, 64 años).

La franja de televisión tampoco parece ayudar a aclarar la confusión. Lo genérico y lo poco concreto de sus mensajes impiden que aporte a tomar decisiones a los electores. Prima solamente lo anecdótico, que parece apuntar no solo a la recordación y no la identificación. Un juicio que se viene asentando desde hace tiempo. «Pasa a ser anecdótico como para ese tipo de cosas o no sé, por ejemplo, yo me acuerdo cuando estaba la Roxana Miranda con su animación con los ratones, como que uno se acuerda de esas cosas, pero para elegir un candidato por la franja» (mujer, 30 años).

La demanda se orienta hacia el Estado en orden a ampliar espacios que garanticen una adecuada información del proceso, descentralizada y con garantías para todos los sectores, incluidos los independientes. Propuestas concretas como usar las señales 2 de los canales de televisión abierta, tomando como referencia la experiencia de Chile Educa.

La crítica hacia las campañas corre por un carril diferente a la confianza en el proceso electoral. Así como se valora la vacunación masiva, se destaca el rol del Servel en la realización del plebiscito de octubre pasado, cuya materialización se estimaba compleja por la pandemia. Señales de una legitimación de algunas instituciones por su rol en la crisis.

Prevalece, en definitiva, la confianza en el actuar cívico colectivo; esta vez un acto electoral, probablemente relacionado con la sensación de empoderamiento ciudadano derivado del 18-O, frente a un Poder Ejecutivo que se percibe debilitado. Ante la demanda ciudadana por ciertas certezas mínimas, la élite nuevamente emite señales en sentido contrario. En vez de internalizar la valoración de la vacunación como una expresión de gobernabilidad, apunta a la defensa de sus intereses más particulares: actos religiosos, rutinas deportivas o la multiplicidad de candidatos y pactos políticos. Veremos en los próximos meses la resiliencia de la confianza ciudadana en un futuro compartido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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