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Qué queremos de la normalización de relaciones con Bolivia Opinión Crédito: Aton

Qué queremos de la normalización de relaciones con Bolivia

Richard Kouyoumdjian Inglis
Por : Richard Kouyoumdjian Inglis Experto en Defensa y Seguridad Nacional
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Es de esperar que la Cancillería tenga una clara estrategia diseñada en esta aproximación a nuestro vecino altiplánico, con el cual seguimos teniendo relaciones consulares y comerciales bastante plenas, por lo que será importante entender qué es lo que vamos a ganar con la normalización que se ha anunciado. Tener buenas relaciones con los vecinos siempre es positivo, pero no a cualquier costo, o por aparecer a ojos de la opinión pública como la administración que resuelve los temas abiertos en las relaciones exteriores del país.


El viernes 7 de mayo la Cancillería chilena anunció la normalización de relaciones con Bolivia, algo que puede no sonar muy lógico a muchos, debido a que hasta hace poco el presidente del vecino país, Luis Arce, ha indicado que la demanda marítima boliviana por un acceso soberano al mar es un tema abierto y plenamente vigente.

Es de esperar que la Cancillería tenga una clara estrategia diseñada en esta aproximación a nuestro vecino altiplánico, con el cual seguimos teniendo relaciones consulares y comerciales bastante plenas, por lo que será importante entender qué es lo que vamos a ganar con la normalización que se ha anunciado.

Los temas de fondo que nos separan siguen siendo los mismos que han dominado la agenda en las últimas décadas, siendo ellos el acceso soberano al mar por parte de Bolivia, tema zanjado en el tratado de 1904 y ratificado por La Haya en el 2018, y la cuestión aún abierta sobre los derechos relativos al uso de las aguas del cauce del Silala.

Tener buenas relaciones con los vecinos siempre es positivo, pero no a cualquier costo, o por aparecer a ojos de la opinión pública como la administración que resuelve los temas abiertos en las relaciones exteriores del país. ¿Por qué se debe tener esto en cuenta? Por la sencilla razón de que históricamente, con el fin de tener buenas relaciones con los vecinos, hemos más bien entregado lo que se nos pide en lugar de defender con fuerza lo que nos corresponde y exigir lo que es propio.

[cita tipo=»destaque»]En nuestra relación con Bolivia no hay espacio para entregar accesos soberanos al mar o regalar el cauce del Silala. Lo que queremos son relaciones cordiales y respetuosas, y queremos tener relaciones comerciales justas y que no sean a costa de Chile. Queremos que haya intercambio turístico, pero no queremos que Bolivia siga siendo usada para que ingresen a Chile personas y bienes no autorizados, y lo mismo en sentido contrario. No queremos que Bolivia sea usado por mafias criminales transfronterizas para traer sus negocios a Chile, pero sí queremos que bolivianos inviertan en nuestro país, como también queremos que las empresas chilenas puedan realizar inversiones y operar tranquilamente en esa nación. No queremos opinar de su política, como tampoco los queremos opinando de lo que pasa acá.[/cita]

Durante el periodo en que el canciller fue Teodoro Ribera, se observó un cambio en la forma en que se manejaban las relaciones con los países vecinales, en lo que podríamos llamar la “Doctrina Ribera”. Pasamos de ser pasivos y tomadores de pedidos, a exigir el respeto por lo nuestro y la defensa de la soberanía chilena, incluyendo en ello los territorios y espacios marítimos que nos corresponden. Esto así ocurrió tanto con Argentina, como con Perú y Bolivia, y es algo que la administración del canciller Allamand ha mantenido y esperamos mantenga de cara a esta apertura a Bolivia, en lo que se está viendo con Argentina respecto de los espacios australes, y en los temas no resueltos con el Perú, como son -entre otros aspectos- las cuencas de aguas más aprovechadas por ellos que por nosotros a pesar de ser chilenas.

Las relaciones con los países vecinales deben ser similares a las que mantenemos como individuos con las casas de nuestros vecinos. Es decir, deben ser cordiales y transparentes, pero por sobre todo deben basarse en el respeto mutuo, en no desear los bienes ajenos y en no meterse en aspectos políticos propios de esos países. Es decir, de la misma forma en que como personas nos relacionamos con las casas y/o departamentos de nuestros vecinos, ya que, obviamente, nadie quiere tener al vecino opinando del orden y mantención de la casa propia, y a lo más eventualmente de los posibles problemas que pueda tener la pandereta o reja que nos separa.

Eso abre la pregunta de qué es lo queremos y no queremos en nuestra relación con Bolivia, en la que no hay espacio para entregar accesos soberanos al mar o regalar el cauce del Silala. Lo que queremos son relaciones cordiales y respetuosas, y queremos tener relaciones comerciales justas y que no sean a costa de Chile. Queremos que haya intercambio turístico, pero no queremos que Bolivia siga siendo usada para que ingresen a Chile personas y bienes no autorizados, y lo mismo en sentido contrario. No queremos que Bolivia sea usado por mafias criminales transfronterizas para traer sus negocios a Chile, pero sí queremos que bolivianos inviertan en nuestro país, como también queremos que las empresas chilenas puedan realizar inversiones y operar tranquilamente en esa nación. No queremos opinar de su política, como tampoco los queremos opinando de lo que pasa acá, pero sí queremos una Bolivia próspera, democrática y estable porque es bueno para ellos y para nosotros. Tener un vecino inestable, no democrático y con problemas económicos no es del tipo de vecino que uno quiere tener, ya que tarde o temprano uno termina importando los problemas que al otro aquejan.

En resumen, esperamos que esta muy buena noticia que nos ha dado el canciller Allamand efectivamente siga siendo positiva en unos años más –y que no sea una relación en que Chile solo entrega y Bolivia solo recibe–, ya que, de no ser así, mejor seguimos como estamos y solo nos dedicamos a arreglar los problemas que tenemos en la frontera común que nos separa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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