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La derrota de la izquierda en Santiago, el rol de Jadue Opinión

La derrota de la izquierda en Santiago, el rol de Jadue

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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La izquierda sufrió con Karina Oliva una dura derrota expresada, principalmente, en que votamos por ella solo un 12% del padrón electoral. Si la baja participación es un problema para el sistema político, lo es principalmente para la izquierda, pues la movilización ciudadana está en el centro de sus ideas políticas. En ese contexto, y más allá de declaraciones desafortunadas y las debilidades orgánicas y políticas del FA en la gestión de la campaña, la derrota es un efecto del diseño de esta campaña. En este diseño no se prestó atención suficiente a los elementos que distinguen su propuesta política, esto es, que busca construir otra izquierda sobre la base de nuevas síntesis entre las ideas socialistas poscolapso del llamado “socialismo realmente existente”, reformuladas por su encuentro con el feminismo y el ecologismo. La campaña se identificó mucho más con Jadue que con el Frente Amplio. Al fin y al cabo, en el imaginario electoral, votar por Oliva era votar por Jadue. Pero lo más importante es que invisibilizó el rol de Boric e importantes sectores del FA en el acuerdo del 15/N, que viabilizó el plebiscito, la Convención Constitucional paritaria y con escaños reservados, y la posibilidad cierta de construir democráticamente una nueva Constitución. La importancia de esta dimensión no ha sido suficientemente valorada.


La segunda vuelta de gobernadores regionales es, en primer lugar, un fracaso de todas las fuerzas políticas, al movilizar solo un 19% del padrón electoral. No obstante, es particularmente un fracaso de la izquierda, pues la movilización popular es un objetivo fundamental de su quehacer político. Por ello es que son parte constitutiva de nuestro discurso las ideas de democracia participativa y directa, las cuales, sin embargo, pierden sentido si no se articulan con una defensa clara de la democracia representativa. Sobre este tema volveremos más abajo.

En segundo lugar, es una derrota de la derecha que logra el peor resultado en muchos años; quizás solo comparable al de la elección de 1964.

En tercer lugar, es un triunfo de la Unidad Constituyente, al lograr 10 gobernaciones, luego del descalabro que sufrió en la elección de constituyentes del 15 y 16 de mayo. El problema es, sin embargo, que la derecha en Santiago se constituyó en el árbitro dirimente y ello, a la larga, incide en el discurso y en el programa y puede prefigurar un mayor desdibujamiento político de esa coalición.

El discurso de Claudio Orrego, inmediatamente después de finalizada la elección, donde destaca la violencia del 18/0 de una forma que la descontextualiza, omitiendo, además, que constituyó una movilización masiva de la ciudadanía, principalmente pacífica, sin la cual no estaríamos insertos en el proceso constituyente, deja en evidencia, de manera temprana, la incidencia que gana la derecha en su postura política. 

La derrota de la izquierda en la Región Metropolitana

El resultado electoral de gobernador(a) en la primera vuelta en la Región Metropolitana (RM) abrió la posibilidad cierta para la izquierda de alcanzar un triunfo en el balotaje. Ello no ocurrió. Ganó Claudio Orrego con un fuerte apoyo de la derecha. Era obvio que esto ocurriría y, por tanto, no debe constituirse en una excusa de la derrota.

La izquierda sufrió con Karina Oliva una dura derrota expresada, principalmente, en que votamos por ella solo un 12% del padrón electoral. Como se decía más arriba, si la baja participación es un problema para el sistema político, lo es principalmente para la izquierda, pues la movilización ciudadana está en el centro de sus ideas políticas.

En ese contexto, y más allá de declaraciones desafortunadas y las debilidades orgánicas y políticas del FA en la gestión de la campaña, la derrota es un efecto del diseño de campaña, de las características que mostró el discurso de la izquierda y sus dificultades para desarrollar la interlocución con la ciudadanía.

Respecto del diseño de campaña, se prestó atención insuficiente a los elementos que distinguen su propuesta política, esto es, que busca construir otra izquierda sobre la base de nuevas síntesis entre las ideas socialistas poscolapso del llamado “socialismo realmente existente”, reformuladas por su encuentro con el feminismo y el ecologismo. Faltó profundizar y relevar la equidad territorial; también un abordaje preciso de los problemas medioambientales de la RM, y un adecuado tratamiento del narcotráfico y el crimen organizado. Abundaron expresiones confrontacionales y polarizadoras.

La campaña se identificó mucho más con Jadue que con el Frente Amplio. Al fin y al cabo, en el imaginario electoral votar por Oliva era votar por Jadue. Pero lo más importante es que invisibilizó el rol de Boric e importantes sectores del FA en el acuerdo del 15/N que viabilizó el plebiscito, la Convención Constitucional paritaria y con escaños reservados, y la posibilidad cierta de construir democráticamente una nueva Constitución.

La importancia de esta dimensión no ha sido suficientemente valorada. No es simplemente una definición respecto de la trayectoria del proceso de democratización en marcha en la sociedad chilena; es también una respuesta a los problemas de definición democrática que afectan a la izquierda en países como Venezuela, Nicaragua y Cuba. Es la afirmación de que, al contrario de las monarquías absolutas, en que la voz del pueblo es la del monarca y, también, al contrario de la tradición comunista, donde la voz del pueblo es la del partido, en democracia quien habla en nombre de la ciudadanía es un tema en disputa que resuelve el pueblo en un sistema democrático representativo, con claro compromiso con la alternancia en el poder, y exige hacerlo una y otra vez y nunca para siempre.

El restablecimiento de las relaciones entre el sistema político y la sociedad es el gran desafío que es necesario enfrentar. La baja participación en la segunda vuelta de gobernadores regionales, pero también en las elecciones del 15 y 16 de mayo, nos atañe a todos. En la gran elección de mayo votaron 6.334.581 electores, que equivalen al 42,5% del padrón (son muchos los que opinan que el padrón está inflado, por lo que se podría pensar que la participación real es mayor; el Servel está al debe en esto). Se trata de una participación muy baja, pese a la importancia de las decisiones que tenían que tomar los electores, en particular en comparación con la experiencia internacional y la amplia oferta de opciones.

Como baño de realidad, es importante tener en cuenta que la derecha obtuvo un 8,05% del padrón; la lista del Apruebo un 5,5%; Apruebo Dignidad, 7,38%; y la Lista del Pueblo, 6,31% .

El rol de Jadue

Una pregunta crucial que deben responder las evaluaciones de la segunda vuelta de gobernadores en Santiago es el rol jugado por el precandidato presidencial Daniel Jadue. Durante la campaña, el personero emitió una serie de declaraciones polémicas que generaron disputas que distrajeron la atención ciudadana. Todo esto, mientras no logra construir un discurso claro para neutralizar las acusaciones desde la derecha y otros sectores, respecto a que su compromiso democrático no es nítido. Esta es una mochila que puede tener efectos negativos en la eventual segunda vuelta presidencial.

Parece no bastar el argumento de que el Partido Comunista (PC) ha tenido una trayectoria democrática impecable en diferentes momentos de la historia nacional. No ayuda ciertamente recordar que el PC se incorporó solo al final a la lucha por el triunfo en el plebiscito de 1988 y que no estuvo en el momento único y crucial que fue el acuerdo del 15/N, que canalizó políticamente la energía popular del 18/O. Es probable que no ayude que el PC no haya hecho un balance crítico de la experiencia y el colapso del socialismo realmente existente y se declare marxista-leninista. En la misma dirección apunta la existencia de “una muralla china” entre el debate interno del partido y la deliberación ciudadana, pues genera una sensación de falta de transparencia y de secretismo, poco consistente con una democracia abierta.

En la segunda vuelta de gobernadores en Santiago el apoyo que muestra Jadue en las encuestas no parece haberse traducido, suficientemente, en votos para Karina Oliva. Ello puede hablar en favor de la tesis de que Jadue tiene un techo electoral bajo. Como contrapartida, no es peregrino afirmar que la identificación de la candidatura de Oliva con Jadue tuvo una tremenda capacidad de movilizar votos en favor de la candidatura de Orrego (cabe señalar que ello no sucedió solo en las comunas del Rechazo). 

Las declaraciones realizadas por el alcalde de Recoleta el jueves antes de la elección, fueron también desafortunadas: el golpe del 1973 tuvo como protagonista a las FF.AA.; tuvo una activa participación del gobierno de EE.UU., pero fue en primer lugar una derrota política de la izquierda, al no poder construir una alianza política amplia. Tratar al Ejército de simple instrumento de intereses extranjeros, ignora que lo interno es determinante en los procesos sociales y reitera un argumento con una triste historia. La disidencia en los socialismos reales fue tratada como sirviendo a intereses extranjeros; este mismo argumento lo reitera Ortega hoy en Nicaragua para encarcelar a sus adversarios políticos. La exigencia de un estatuto de garantías al Ejército, además, implicó asignar a las FF.AA. un rol deliberante que no corresponde con una democracia. En suma, a todas luces, Jadue parece haber tenido un rol en la derrota de Karina Oliva.

Las elecciones de noviembre

La principal implicancia de todo esto es que, con Jadue, la izquierda puede perder la elección presidencial en noviembre, pese a las posibilidades que abrió el 18/O.

Con Boric, en cambio, la victoria es posible, pues representa un movimiento que nace de las luchas sociales de la última década; junto con Fernando Atria y Javiera Toro demostró una gran capacidad de gestión política (en momentos de graves y difíciles tensiones) en la consecución del acuerdo del 15/N, que posibilitó darle una salida institucional al 18/O, terminar con la Constitución del 80 con la victoria aplastante del Apruebo, instalar una Convención Constitucional paritaria (la primera en la historia mundial) y con escaños reservados, que permitió la fuerte incorporación de independientes, en particular los más relacionados con el 18 de octubre.

Se abrió así la oportunidad de elaborar la primera Constitución feminista, que trata a la naturaleza como sujeto de derechos, que instalará la salud, la educación, las pensiones y la vivienda como derechos sociales universales exigibles y una redistribución del poder sobre la base del perfeccionamiento de la democracia representativa y con alternancia en el poder articulada con formas de democracia directa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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