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No es mi intención rayarle la cancha, ministro Valenzuela, pero… Opinión

No es mi intención rayarle la cancha, ministro Valenzuela, pero…

Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Disculpe, ministro Valenzuela, pero durante toda mi vida profesional he trabajado los temas de comercio y agricultura y ahora tengo la esperanza de ver que es posible superar lo que hemos venido haciendo estos años en comercio agroalimentario. Tal como comprometió el candidato Gabriel Boric: ¿vamos a “superar el modelo intensivo y agroexportador?” o ¿será más de lo mismo? Espero que no.


El equipo de Gobierno se enfrentará a varios desafíos estructurales del sistema y, además, le pondrán palitos en el camino. Curiosamente, aun cuando el sector agroalimentario contribuye de manera muy significativa al desarrollo de Chile, casi en todas las administraciones, este sector ha sido tratado como el pariente pobre: ignorado o maltratado. Lamentablemente, al Ministerio de Agricultura le falta musculatura para promover la transformación y diversificación de la producción y exportaciones agroalimentarias. Tiene una institucionalidad débil, que debe ser modificada y empoderada con urgencia, para transformar el sistema agroalimentario, apoyar a los más débiles y “repartir mejor la torta”, así como llegar a más mercados con nuevos productos, al mismo tiempo que proteger y desarrollar nuestros recursos naturales.

Acá vemos dos tareas de gran importancia. La primera es modificar el tratamiento que reciben los temas de agricultura y alimentos de parte de otros servicios del Estado. Y lo más urgente acá es modificar la institucionalidad de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales (Subrei) de la Cancillería, para que los temas de agricultura y alimentos sean valorados y trabajados al más alto nivel. Históricamente, esta temática no ha sido elevada al alto nivel que le corresponde, a pesar de la contribución que hacen la agricultura y la industria de alimentos a nuestra economía, y de la forma en que estos temas son negociados internacionalmente.

Chile es uno de los pocos países de la OECD que aún no tiene una institucionalidad especializada para tratar estos temas en negociaciones y organismos internacionales. Incluso, nos comparamos pobremente con los países de América Latina. En resumen, la Subrei debería crear una Dirección General de Asuntos Agrícolas, Alimentos y de Recursos Naturales fuerte, responsable del tratamiento de los temas de acceso a mercados, sanitarios, regulatorios y de desarrollo sustentable, correspondientes a los sectores forestal, agropecuario y de alimentos, y dotada de personal calificado para el cumplimiento adecuado de estas funciones. Este debería ser el primer peldaño para revalorizar el tratamiento de estos temas.

En segundo lugar, se debe mejorar la coordinación de todos los temas relativos al desarrollo y la producción agropecuaria, forestal y de alimentos (incluyendo los productos del mar) en los que el Estado tiene responsabilidades y que dicen relación con: investigación y desarrollo; producción y comercialización; normas y regulaciones; fiscalización e inspección de la producción y de las exportaciones. Esto debería llevar a la integración de actividades y programas bajo un nuevo Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación –y algunos sugerirían de desarrollo rural–, junto a un Servicio Nacional de Inspecciones, que cobije bajo un mismo techo las actividades del SAG, Achipia, Sernapesca y el Ministerio de Salud, en lo relativo a productos silvoagropecuarios y todos los alimentos. La formación del nuevo ministerio llevaría al traspaso de actividades desde el Ministerio de Economía y Corfo (Sernapesca y Transforma Alimentos). En el caso de instituciones como Fundación Chile, será necesario adoptar el máximo de coordinación en temas referidos a agricultura y alimentos.

Con estas tareas en marcha, tendremos la posibilidad de replantear y reformular lo que hacemos en materia comercial agroalimentaria. Para empezar, no debemos negociar, firmar y/o ratificar ningún acuerdo comercial más, sin antes haber realizado una revisión profunda de lo que tenemos, de cómo lo estamos utilizando, cuáles son sus beneficios y costos. Cabe recordar que el comercio agrícola y alimentario a nivel global no es libre, y que sus beneficios no alcanzan a todos por igual, incluyendo países, regiones y personas y –más importante aún para la nueva administración– muy rara vez llegan a las pymes rurales. Muchos países, incluyendo miembros de la OECD, todavía mantienen y utilizan un gran número de mecanismos de control y “administración” de los mercados, que distorsionan el comercio. En muchos casos también utilizan las normas sanitarias, fitosanitarias, de higiene o de rotulado, y los estándares técnicos o de calidad, como barreras al comercio.

Según la Subrei, ya tenemos acuerdos con más de 60 mercados que incluyen a una parte significativa del globo, pero lo que no se menciona son los enormes desafíos de administración y de gestión comercial de los acuerdos existentes. Ni siquiera estamos “utilizando a full” los primeros acuerdos firmados con el Mercosur, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea y ya perdimos el estatus de “Isla sanitaria” que teníamos algunos años atrás.

Hoy ocurren con alguna frecuencia eventos de mosca de la fruta y, además, debemos lidiar con el ingreso de nuevas plagas (como la lobesia botrana, drosophila suzukii y otras) que demandan recursos enormes para mantenerlas bajo control y qué, además, afectan seriamente nuestras posibilidades de exportación. Después de casi dos décadas de ratificación de los acuerdos con Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea, aún no conocemos bien ni exploramos sus mercados regionales y provinciales. Me parece grave, pero es más grave aún seguir pensando en más y nuevos acuerdos. Ya lo mencioné en otra ocasión, pero lo reitero a riesgo de ser calificado de majadero: hemos entrado en un “frenesí negociador” de acuerdos y no sabemos cómo parar. Debemos respirar profundamente, hacer una pausa y examinar lo que hemos estado haciendo.

Sin embargo, el comercio no se detendrá y debemos continuar. Empecemos, entonces, con los cambios en casa. Independientemente de que se implementen los cambios mayores en la Subrei y aquellos dirigidos a la organización de un Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el Minagri debe modificar su institucionalidad interna actual, reorganizar algunas de sus funciones y avanzar –un largo trecho– en materia de propuestas y políticas de transformación productiva y exportaciones.

Como equipo, no hemos dado todo –y me incluyo, luego de los años que me correspondió trabajar para el ministerio– y debemos modificarlo. Es difícil saber con exactitud, pero tengo la impresión de que la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) perdió gradualmente su capacidad de influenciar las políticas sectoriales de largo plazo y debió lidiar de preferencia con temas de contingencia. Creo que, últimamente, ha sido más de “dejar hacer”, que liderar y conducir un proceso de desarrollo transformador de la agricultura. A lo mejor, también faltó algo de interés en el cambio. A pesar de que estadísticamente la muestra es muy personal y minúscula, creo que hay de esto también. No habrá transformación productiva y exportadora agroalimentaria sin un ministerio que lidere y en el que todos sus servicios estén alineados detrás de ese liderazgo. Odepa, junto al ministro Valenzuela, deberán encabezar el proceso. Sin eso, podemos olvidarnos de cambios estructurales en el sector agroalimentario.

Los cambios y nuevas prioridades en políticas productivas también deberán verse reflejados en la actividad y área de influencia internacional del ministerio, incluyendo temas tales como cooperación técnica, captura y transferencia de tecnología, y capacitación y los relativos a comercio agroalimentario. Y así, en un sistema de agregadurías agrícolas capacitado y profesionalizado. Sin una Dirección de Asuntos Internacionales “de peso” en Minagri y directamente dependiente del ministro, será virtualmente imposible para el ministerio tener algún poder de negociación ante la Subrei y otros servicios. Esto, no solo en lo relativo a una participación realmente efectiva en los temas agroalimentarios internacionales, sino también para gerenciar el Fondo de Promoción de Exportaciones, aun cuando este debería depender más directamente del subsecretario de Agricultura. Un área más en la que debe haber real coordinación y que debe estar totalmente alineada con las prioridades nacionales y del ministerio.

La propuesta transformadora del programa de gobierno del Presidente electo –que incluye al sector agroalimentario– es la gran oportunidad para que el “nuevo” Ministerio de Agricultura recupere el control y dirección de las actividades del Fondo de Promoción de Exportaciones Silvoagropecuarias y, al mismo tiempo, coloque bajo su techo todas las funciones que hoy cumple ProChile, en el campo exportador agroalimentario, para así estar en mejores condiciones de asegurar el desarrollo del nuevo modelo de producción y exportaciones.

ProChile ha cumplido –y continúa cumpliendo– una gran labor en el área del fomento de las exportaciones, pero la actividad inicial que realizaba en el sector agrícola, forestal y agroindustrial se ha ido desdibujando, como resultado del gran número de nuevas áreas que hoy cubre el servicio. Por otra parte, el sector agroalimentario requiere hoy de nuevas capacidades técnicas que estarían mejor localizadas en el nuevo Minagri. Esto tampoco es nuevo y varios países de la OECD radican esta actividad de promoción y fomento en servicios del agro. Así, el apoyo a la agricultura familiar campesina y los programas de Indap, estarán mejor servidos bajo el nuevo Minagri.

Y para concluir, una vez más queremos hacer un llamado a la Dirección General de Asuntos Consulares de la Cancillería (c.c.: ministra Urrejola) a sumarse activamente a esta propuesta transformadora, con la apertura de sus decenas de oficinas, a la promoción de los productos de las pymes rurales y agricultura familiar campesina de Indap.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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