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Ahí donde la pelota se manchó Opinión Crédito: Reuters

Ahí donde la pelota se manchó

Victor Gómez Lizama
Por : Victor Gómez Lizama Periodista y profesor Escuela de Periodismo U. de Chile. Documentalista; asesor en comunicación estratégica.
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Polémico mundial por las violaciones de Derechos Humanos acreditadas en informes de Human Rights Watch (HRW) y otras organizaciones especializadas, que comprobaron la estadística roja marcada por la sangre de los miles trabajadores muertos, pero a la vez, por la mano negra del oscurantismo de las autoridades qataríes que encubrieron la horrorosa estela de fallecidos en la construcción de infraestrura, casi todos inmigrantes de India, Bangladesh, Kenia, Filipinas, Nepal, Sri Lanka y Uganda.


Hasta hace un tiempo todo lo que sucediera fuera de una cancha poco y nada trascendía en el fútbol. El mundial de Qatar 2022, por suerte, ya no gozó del todo de esa futbolera indiferencia y cada vez más los factores sociales, políticos y culturales cobran relevancia para jugadores, hinchas, directivos, artistas y líderes de opinión. El máximo evento deportivo global está en tela de juicio más allá de los goles, los astros y las estadísticas que se registren en 28 días de fútbol en el ardiente suelo árabe.

El presente mundial arrastra cuestionamientos que comienzan con la escandalosa designación de la sede mundialera, corruptela que se llevó puesta a la cúpula de la FIFA incluyendo a Joseph Blatter y Michel Platini. Los generosos dólares del emirato qatarí originados gracias al petróleo (ingreso per cápita de 138.900 dólares) corrompieron al fútbol y a lo que se puso por delante, incluso, a jefes de estados por medio de millonarias inversiones a cambio de votos. De eso no hay duda alguna.

Polémico mundial por las violaciones de Derechos Humanos acreditadas en informes de Human Rights Watch (HRW) y otras organizaciones especializadas, que comprobaron la estadística roja marcada por la sangre de los miles trabajadores muertos, pero a la vez, por la mano negra del oscurantismo de las autoridades qataríes que encubrieron la horrorosa estela de fallecidos en la construcción de infraestrura, casi todos inmigrantes de India, Bangladesh, Kenia, Filipinas, Nepal, Sri Lanka y Uganda.

A mayor contundencia, una investigación del diario inglés The Guardian reveló, de manera detallada, que entre 2010 y 2020 murieron 6.500 trabajadores con un promedio de 12 muertos por semana cuyo parte médico constataba sólo muerte natural. No se sabe con precisión cuántos más perdieron su vida hasta 2022.

Lo que sí quedó claro fue que no se respetaron los derechos laborales de más de 2 millones de inmigrantes llegados a tierra qatarí. Miles apenas comían, vivían hacinados y nunca recibían sus sueldos pese a que el Estado local destinó más de 200 mil millones de dólares de inversión. Ni hablar de la construcción de las autopistas, hoteles, aeropuertos y los 8 ultramodernos estadios mundialistas, donde las faenas diarias se desarrollaron en un régimen de esclavitud conocido como el sistema Kafala (contratistas autorizados) a más de 45° de temperatura sin servicios médicos ni sociales.

Evento futbolero enfrentado a un desafiante choque cultural que pone en tela de juicio los valores de integración, respeto y diversidad promovidos por la FIFA. Lo que en el papel debe ser una mágica y multicolor fiesta deportiva estará muy limitada por un severo manual de restricciones de todo tipo, que se aplicará hacia el millón y medio de fanáticos que asistirán al certamen en el Medio Oriente.

En Qatar, la monarquía absoluta al mando de la familia Al Thani no admite la democracia, los partidos políticos ni menos prensa independiente. El Estado y la Iglesia que profesa la fe musulmana son un todo, lo que se traduce en normas religiosas que se aplican de la mano del poder judicial y la policía. Es así como los derechos de las mujeres son casi inexistentes. Deben cubrir sus cabezas y sus cuerpos, no pueden usar ropa ajustada ni concebir un hijo solteras. Ningún gesto afectivo como besarse o tomarse de la mano pueden expresarse en la vía pública. Están prohibidas las relaciones prematrimoniales. Y no se permite el consumo de alcohol salvo en privado.

La homosexualidad está prohibida por ley y no están autorizados la exhibición de los símbolos de las diversidades sexuales. De hecho, la campaña internacional Stop Homophobia promueve, como una forma de burlar las restricciones en Qatar, el uso durante los partidos de banderas en blanco y negro en lugar del arcoíris de los emblemas LGBT cuyas franjas serán reemplazadas por los códigos de la paleta de colores (pantones).

A sólo 2 días del inicio de la Copa del Mundo, la FIFA comunicó que las autoridades locales prohibieron la venta de cervezas en los estadios y sólo se permitirá el consumo de bebidas alcohólicas en el FIFA Fan Festival y en locales de bares y hoteles que dispongan de licencia. Decisión que afectará el negocio de la marca oficial que de todos modos mantendrá su publicidad en los coliseos. En este clima cultural sujeto a un estricto rayado de cancha de normas y castigos no se sabe qué pasará con el comportamiento de los fanáticos de las 31 selecciones visitantes por las calles de Doha, Al Wakrah, Lusail entre otras ciudades.

Casi caricaturesco y porque el poder del dinero qatarí así lo permite, diversas personas fueron contratadas por las autoridades para simular la presencia de distintas hinchadas que se esperan arriben al torneo deportivo. Desfilan por las calles postizos hinchas latinos sin ningún aspecto ni habla de nuestro continente. Fanáticos españoles que no hablan una pizca de nuestra lengua. Forofos europeos que con suerte conocen el nombre de algunas estrellas que brillarán en cancha.

No se permiten críticas ni detractores de la organización de la Copa del Mundo, por lo que la censura puede ser encubierta, pero también explícita. Bien lo sabe el periodista danés Ramus Tantholtd (TV2 Nyhederme), quien sufrió la interrupción de su despacho en vivo de la mano de agentes de seguridad que amenazaron con romper su cámara de televisión. Si bien el comité organizador pidió disculpas, el hecho demostró al mundo el nivel de la censura oficial.

En sintonía con las críticas contra la organización del mundial y por razones éticas, los cantantes británicos Rod Steward y Dua Lipa más la colombiana Shakira se negaron a participar de la ceremonia inaugural pese a las jugosas ofertas de pago. Mientras las selecciones de Alemania, Holanda y Noruega manifestaron sus reparos por la violación a los Derechos Humanos en la construcción de estadios en Qatar. Algunos clubes e hinchas europeos directamente llamaron a un boicot con vistosas manifestaciones en estadios y en redes sociales. Postura crítica que no se replicó en las selecciones sudamericanas ni tampoco en sus hinchas, que seguro serán muy vigilados dentro y fuera de los estadios qataríes.

¿Quién ganará el mundial que se retrasó de junio a noviembre para evitar las altas temperaturas? no pocos apuestan por Brasil, Argentina, Francia y Alemania en sus clásicos pronósticos. ¿Será el torneo de Messi, Cristiano, Mbappé, Neymar o cualquier otro? ¿Habrá nuevos sistemas tácticos y novedades en el juego en 64 partidos? ¿Se romperá el récord de 3 mil 500 millones de televidentes y sus respectivas ganancias publicitarias en el mundo? Todo y más está por verse.

Donde no existe espacio a dudas -a contrapelo de lo que afirman el presidente de la FIFA Gianni Infantino y la monarquía de Qatar- es que la versión XXII de la Copa del Mundo se desarrollará en medio de diversas restricciones sociales y culturales con riesgosos efectos para los fanáticos de múltiples nacionalidades. Una cuestionada “fiesta mundial” que se disputará en faraónicos estadios construidos con las manos de miles personas que perdieron su vida esclavizados en el desierto del Golfo Pérsico. Ahí donde la pelota se manchó.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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