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Contra el caos climático, debemos contar los carbonos Opinión

Contra el caos climático, debemos contar los carbonos

François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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Si la empresa ya calcula su huella total de carbono, otro paso debe darse: ella la desglosará por cada uno de los bienes y servicios vendidos y pondrá el resultado en sus facturas. De este modo, sus clientes solo tienen que leer los datos de sus facturas para establecer su propia huella de carbono. Una vez generalizada la práctica, la empresa inicial recibe a cambio el mismo tipo de datos de sus propios proveedores. Podemos ver aquí un sistema de inteligencia distribuida, cercano en su eficacia al mecanismo que permite calcular el IVA, y a un coste muy bajo. Llamemos a esto contabilidad generalizada del carbono, que consiste en indicar el contenido de carbono (en peso) de cada producto en las facturas.


El desorden climático creado por las emisiones de carbono es tan complejo y multiforme que no basta con un único instrumento para luchar contra él. Tenemos que poner precio al carbono, subvencionar masivamente la I+D verde y las energías renovables, e introducir normativas específicas para determinados productos. Pero también es necesario que en el mundo empresarial esto es, sus directivos, empleados, accionistas y clientes se sientan directamente implicados. También debemos sentirlo, usted y yo, los consumidores finales.

Por tanto, hay que reforzar un cuarto instrumento: conocer la huella de carbono de las empresas y, por ende, de los bienes y servicios que compramos, y actuar en consecuencia en nuestras decisiones de compra. En cierto modo, deberíamos combinar los incentivos carbono directos con incentivos económicos indirectos.

Con este espíritu, las grandes empresas en Europa están empezando a calcular y publicar su huella de carbono en sus informes de sustentabilidad. La legislación a nivel europeo y, más recientemente, en los EE.UU., está apoyando estas iniciativas. Chile debe seguir este camino.

Esto permite vigilar el desempeño-carbono de las empresas a lo largo del tiempo y por referencia a actores comparables. Resulta en una especie de disciplina creativa que empuja a cada empresa y a cada hogar a favorecer soluciones bajas en carbono a igual coste.

Hacer esto no siempre es fácil. Cada empresa debe remontarse a través de sus cadenas de compra para captar no solo el carbono consumido directamente (el gas para calentar el horno o la gasolina para hacer funcionar los camiones), sino el carbono consumido en sus otras compras (el gas en la fabricación del horno, el petróleo en los neumáticos del transportista, etc.). La empresa que se comprometa con este enfoque puede empezar con las compras directas solamente, lo que se denomina scopealcance 1 y 2, según las normas internacionales vigentes. Un segundo paso consiste en estimar las compras indirectas (alcance 3).

Si la empresa ya calcula su huella total de carbono, otro paso debe darse: ella la desglosará por cada uno de los bienes y servicios vendidos y pondrá el resultado en sus facturas. De este modo, sus clientes sólo tienen que leer los datos de sus facturas para establecer su propia huella de carbono.

Una vez generalizada la práctica, la empresa inicial recibe a cambio el mismo tipo de datos de sus propios proveedores. Podemos ver aquí un sistema de inteligencia distribuida, cercano en su eficacia al mecanismo que permite calcular el IVA, y a un coste muy bajo. Llamemos a esto contabilidad generalizada del carbono, que consiste en indicar el contenido de carbono (en peso) de cada producto en las facturas.

Algunas empresas ya se encaminan a este nivel de detalle, incluso en Chile: algunos bancos facilitan a sus clientes la huella de carbono de sus compras con tarjeta de crédito, los operadores de telefonía informan el consumo de carbono en el uso de Internet, los restaurantes en sus cartas de menú, etc. A falta de datos precisos y verificables, la iniciativa tiene principalmente fines de marketing, pero es bienvenida. Debe generalizarse.

Por supuesto, existe el problema del huevo o la gallina, ya que el proveedor solo establece su huella de carbono por este método si recibe datos de sus propios proveedores. Pero el proceso es acumulativo y las estimaciones de los expertos por factores de emisión darán paso gradualmente a los propios cálculos de las empresas mediante la suma de las facturas recibidas.

Las importaciones presentan una dificultad. Aún habrá que realizar estimaciones técnicas, pero estas serán tanto más fáciles cuanto más se afinen los datos en el comercio entre empresas a nivel nacional, y cuantos más países se sumen a la iniciativa, mejor.

Por último, es deseable que la contabilidad en toneladas de carbono se base lo más posible en la contabilidad en pesos de la empresa. Hay una dimensión humana detrás de esta elección. Toda gran empresa cuenta ya con un departamento financiero cuya función es procesar la información interna. Se apoya en una red de contadores, controladores de gestión y auditores internos y externos, capaces de garantizar la integridad de las cifras. La iniciativa sobre el carbono, la A de ASG (ambiental, social y de gobernanza) que ahora se incluye en los objetivos de sostenibilidad de las empresas, será mejor recibida si ellas utilizan esta logística ya en marcha.

Tener a la vista el contenido de carbono de los bienes y servicios es decisivo para orientar las políticas de compra y las opciones tecnológicas hacia una economía libre de carbono.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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