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Fierro: ¿Reiterada estupidez o flagrante desacato?

Fierro: ¿Reiterada estupidez o flagrante desacato?

Fue castigado con una fecha de suspensión por simular un codazo que significó, además, la injusta expulsión de un compañero de oficio. Con Salah presidente de Blanco y Negro, es imposible imaginar que no se llevó al menos un severo llamado de atención. Pero en Rancagua, donde sólo pudo jugar porque en la Roja se lesionó el Pajarito Valdés, volvió a hacer lo mismo. El jugador albo, a estas alturas criticado hasta por sus propios hinchas, debiera tener claro que ser tramposo es una vergüenza y que el engaño al final se transforma en un boomerang.


Hasta reconocidos hinchas albos (aquellos normales y con una pizca de criterio, no los tontitos delirantes) parecen haber agotado su paciencia con Gonzalo Fierro. Porque el lateral volante albo, que sólo pudo jugar en Rancagua por una disposición reglamentaria luego de haber sido suspendido con una fecha por la burda simulación de un golpe, durante el partido que Colo Colo jugó en Copiapó frente a Iquique, podría volver a ser castigado por idéntica causal.

Promediando el segundo tiempo del encuentro jugado en el estadio El Teniente, el lateral volante albo fue al suelo tras una disputa con Hugo Droguett, mediocampista de O´Higgins quien, al intentar ponerse de pie para seguir el juego, rozó levemente con su botín la pierna de Fierro, quien se llevó las manos a la cara intentando acusar una agresión que nunca había ocurrido. Eduardo Gamboa, árbitro del encuentro, no se percató de la acción por darle continuidad al partido, pero la cámara del Canal del Fútbol, que siguió la incidencia, registró con toda claridad esta nueva muestra de actitud antideportiva, ventajera y mala clase del colocolino.

Cuesta entender este nuevo engaño que pretendió cometer Fierro. ¿Cómo un jugador profesional puede intentarlo otra vez si ya las mismas cámaras lo habían delatado cuando simuló una agresión que le valió la expulsión al iquiqueño Fernando Lazcano? En aquella oportunidad, Claudio Puga se equivocó rotundamente si vio o creyó ver un codazo, pero el Tribunal de Penalidades puso las cosas en orden y, luego de absolver a Lazcano, actuó por oficio para aplicarle una fecha de castigo a Gonzalo Fierro.

El lateral albo, que pudo actuar frente a Huachipato, pero no podía hacerlo frente a O´Higgins, sólo pudo jugar luego que Colo Colo recurriera al artículo 17 de las bases del Torneo de Clausura, que señala que si un jugador habilitado para jugar se lesiona mientras está convocado por la Selección Chilena, podrá ser reemplazado por una fecha por un jugador suspendido. Sólo se exceptúan de esta norma aquellos jugadores suspendidos por doping o castigados por cuatro partidos o más. Y como Jaime “Pajarito” Valdés se lesionó entrenando por la Roja en Juan Pinto Durán, cuando Sampaoli lo tenía considerado como titular fijo para enfrentar en el amistoso a Estados Unidos, Fierro pudo postergar su castigo, el que más adelante deberá cumplir igual.

Lo de Fierro resulta doblemente incomprensible. Por volver a tropezar con la misma piedra, como cantaba Julio Iglesias, pero sobre todo porque el presidente albo es Arturo Salah, un hombre que, como entrenador, pudo tener defectos, pero entre los cuales jamás se podrá encontrar la incitación al engaño, a la trampa, a la ventaja pequeña. El que ahora esté en el otro lado de la vereda, es decir, como directivo antes que protagonista directo del espectáculo, no puede hacer pensar a nadie que Salah haya olvidado principios siempre para él tan caros. Dicho de otra forma, lo más seguro es que el jugador albo, si no se llevó un buen raspacacho de su técnico, Héctor Tapia, sí se ganó su buen tirón de orejas de parte de Arturo Salah. Si el mandamás albo no lo hubiera hecho, dejaría de ser quien siempre ha sido.
Hay que creer, entonces, que lo de Fierro es, aparte de una supina estupidez, un evidente desacato.

El problema es que el Tribunal de Penalidades, que puede actuar de oficio si es que el árbitro de turno no consigna una burda simulación en su informe del partido, como pareciera ser en este caso, está facultado para invitar nuevamente a Fierro para comunicarle de un nuevo castigo. Y lo más seguro es que en este caso, en que a la reincidencia se suman imágenes que no dejan lugar a dudas, la sanción sea bastante más severa. Digamos, por parte baja dos partidos.

Sumado a que el bueno de Gonzalo aún está debiendo, son tres partidos en los que Tapia deberá cranear la mejor forma de reemplazarlo, cosa nunca fácil cuando el platel albo sigue siendo muy reducido para los exigentes compromisos que esperan a los albos durante este primer semestre. Aparte del Torneo de Clausura, donde de partida debe intentar remontar los ocho puntos de ventaja que le lleva el líder, la Universidad de Concepción, un grupo de Copa Libertadores donde Atlético Mineiro de Brasil, el Atlas mexicano y el Independiente de Santa Fe colombiano se antojan escollos durísimos de superar para lo que Colo Colo está jugando.

Aunque lo de Fierro no puede dejar de ser criticable desde todo punto de vista, responde, en todo caso, a nuestra mentalidad latina, en que es común la búsqueda de atajos para lograr los objetivos. No sólo en el deporte, en todas las actividades de la vida… El fútbol es para los vivos, máxima creada por los rioplatenses (léase uruguayos y argentinos), fue adoptada por muchos que pensaban que estos ganaban siempre, o casi siempre, precisamente por ser pillos. Y no. Rotundamente no. La viveza fue sólo un aderezo más de virtudes como la técnica, el talento, la habilidad, la potencia, la fuerza, el espíritu de lucha y la seguridad en los propios medios.

Incluso, a estas alturas, y con las excepciones que siempre sólo sirven para confirmar la regla, argentinos y uruguayos ya vienen de vuelta en cuanto a las pillerías y a las trampas de las que en algún momento hicieron ostentación y escuela. Un poco porque con la televisión de ahora, que utiliza muchas más cámaras que las tres que se usaban en décadas pasadas, es como el Ojo de la Providencia, que todo lo ve. Bastante porque el jugador rioplatense, cuyo máximo objetivo es asegurarse el futuro fichando en algún club importante de Europa, entendió que aun siendo bueno, pero tramposo, nunca iba a llegar a ninguna parte, que ningún equipo del Viejo Mundo iba a querer tenerlo en sus filas. Por ser una vergüenza y, al mismo tiempo, un peligro.

En el Mundial de Francia 98, nuestros jugadores experimentaron eso en carne propia. Enfrentando en Nantes a Camerún, partido decisivo para clasificar a octavos de final, el público neutral –francés, mayoritariamente- no podía disimular su simpatía para con la Roja, pero bastó que el “Murci” Rojas simulara descaradamente un penal para que, cada vez que uno de los nuestros tomaba la pelota, esos mismos espectadores prorrumpieran en sonoras pifias y en un lacerante “¡buuuuuuuuuuu…!” que bajaba desde todos los sectores del estadio. El “Murci”, aparte de la amarilla que se ganó por “teatrero”, logró que, con excepción de los chilenos, el resto de los espectadores volcaran rápidamente sus simpatías hacia Camerún.

Gonzalo Fierro no había nacido cuando el fútbol chileno, con la complicidad de funcionarios de la dictadura, falsificó los pasaportes de 17 de los 20 jugadores de la Selección Chilena que competiría en el Sudamericano Juvenil de Paysandú, Uruguay, en 1979. El engaño fue noticia y, ciertamente, vergüenza internacional.

Fierro, nacido el 21 de marzo de 1983, tenía poco más de seis años cuando, en el Estadio Maracaná, Roberto “Cóndor” Rojas simuló un corte en el rostro producto de una bengala, protagonizando lo que es considerado el “mayor engaño en la historia del fútbol mundial”. Sin embargo, la historia, y el medio en el que se desempeña, garantizan que está plenamente al tanto de lo acontecido y de los resultados de tan vergonzoso episodio. Sabe que, descubierto el fraude, el fútbol chileno ni siquiera pudo jugar las clasificatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994, condenando a una generación entera de futbolistas nacionales a actuar sólo en el leprosario en que nos habíamos convertido.

De todo eso, Fierro parece no haber aprendido. ¿Te vas a atrever a reclamar el día de mañana, Gonzalo, cuando de verdad te den un manotón o un codazo y el árbitro no cobre nada?

 

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