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Escritor Omar Saavedra Santis: «El recuerdo de aquel 4 de septiembre se concentra en una palabra de uso escaso: alegría» CULTURA

Escritor Omar Saavedra Santis: «El recuerdo de aquel 4 de septiembre se concentra en una palabra de uso escaso: alegría»

Frente a la cuestión de si aquel 4 de septiembre el escritor tuvo alguna intuición de cómo podría terminar aquella aventura socialista que recién empezaba, reconoce que «yo siempre he padecido de una tendencia muy barroca al pesimismo», tomando en cuenta que ocurría en un ambiente polarizado donde la Guerra Fría marcaba el mundo. «Pero estoy cierto que esa noche de alegría del 4 de septiembre de 1970 nadie fue capaz de imaginar lo que comenzaría mil días después. Un trauma que de facto se prolongaría por 18 años, y cuyos efectos perduran hasta el día de hoy», reflexiona.


El 4 de septiembre de 1970, el día que el socialista Salvador Allende venció en las elecciones presidenciales en Chile, el escritor Omar Saavedra Santis (Valparaíso, 1944) tenía 26 años, y fue uno de los miles que celebró la victoria.

«El recuerdo de aquel 4 de septiembre se concentra en una palabra de uso escaso: alegría. Y esta palabra se hace mayor y más noble cuando se comparte. Digamos entonces que aquella noche creo que la mayoría de los chilenos nos sentimos algo más grande y mucho más nobles. No es exageración hablar de mayoría», recuerda medio siglo después.

«Mi muy querida Mónica Echeverría, que había votado por Tomic, recuerda y describe con excelencia esa demostración gigantesca en la Alameda frente a la que era la sede de la FECH. Fue ante todo una demostración de alegría popular compartida también por miles de votantes democristianos», rememora.

Recuerdos literarios

En el prólogo de “La Gran Ciudad”, una novela de Saavedra Santis de 1983, la memoria es similar.

“Exactamente un día después de nuestra victoria, cuando la estupefacción de los derrotados aún no tocaba fondo y estaban tan asustados que muchos de ellos esa misma noche emprendieron la fuga a alguna de las últimas esquinas cardinales del mundo más allá del sur; cuando nosotros, los vencedores, ingenuos y sobradores, nos sentíamos tan seguros de la victoria alcanzada que a ninguno se nos ocurría pensar siquiera en la posibilidad de un contraataque y nos sentíamos magnánimos, fraternales y dispendiosos frente a nuestros semejantes; cuando nos dolía la cara de tanta sonrisa que nos regalábamos; cuando en los balcones, cerros y quebradas de la Gran Ciudad explotaban los geranios y las campanitas de oro (porque era también primavera al exterior nuestro); exactamente un día después de nuestra victoria, cuando creíamos que nuestra esperanza era perfecta, algunos de los derrotados, todavía con la cola entre las piernas, se persignaban y opinaban que el único camino que les restaba era el del fuego», escribe allí el autor.

«Pero nosotros, los vencedores, que aún no teníamos la más mínima idea de lo que éramos capaces e incapaces, ese día de victoria nos abrazábamos y levantábamos las copas para brindar a la salud del nuevo Presidente y la nuestra”, reza ese texto.

Fracaso y traición

Frente a la cuestión de si aquel 4 de septiembre el escritor tuvo alguna intuición de cómo podría terminar aquella aventura socialista que recién empezaba, reconoce que «yo siempre he padecido de una tendencia muy barroca al pesimismo», tomando en cuenta que ocurría en un ambiente polarizado donde la Guerra Fría marcaba el mundo.

«Pero estoy cierto que esa noche de alegría del 4 de septiembre de 1970 nadie fue capaz de imaginar lo que comenzaría mil días después. Un trauma que de facto se prolongaría de facto por 18 años, y que en efecto perdura hasta el día de hoy», reflexiona.

Sobre las causas de la consumación de aquel proyecto político, «se han escrito miles de páginas, se han redactado cientos de tesis doctorales o magistrales, se han pronunciado algunos millones de palabras. Me atrevo a pensar que la mayoría destas opiniones han sido expresadas en otros países. Las menos en Chile».

«Como sea, este interés da cuenta del valor que la historia del siglo XX le asigna al ‘experimento chileno de la vía al socialismo’. En su joven y maltrecha historia Chile no se ha mostrado muy fértil en la creación de pensamiento político. Creo que la Unidad Popular fue un raro momento de creatividad política. Como lo fue a su manera la Revolución en Libertad. es cierto que ninguno de estos proyectos prosperó, pero marcaron rumbos».

Así las cosas, le parece bastante discutible, «si no derechamente avieso, (des)calificar los mil días del gobierno popular como un fracaso total, como lo hacen los copleros del neoliberalismo y los costureros de leyes».

Entre ellos se cuentan, por supuesto, «muchos de aquellos ‘prohombres’ de aquella Unidad Popular que hoy se afanan en quemar lo que ayer adoraron y adorar lo que ayer quemaron. Sus nombres son legión».

Legado y 18 de octubre

Finalmente, sobre el el legado de la UP y su vínculo con el 18 de octubre, el escritor cree que el 18 de octubre del pasado año muestra «alguna semejanza con aquel 4 de septiembre del que hablamos».

«Me parece sin embargo que es un parecido más fotográfico que intrínseco. Recordando lo que decía Sartre para referirse a la breve primavera parisina del 68, podríamos conjeturar que, si aquel 4 de septiembre de 1970 tuvo su génesis en la teoría política, pareciera ser que el pasado 18 de octubre aún está a la búsqueda de su propia definición», analiza.

«Mi temor y el de muchos es que la cuasi cierta victoria del ‘Apruebo’ del próximo plebiscito se desvanezca con la convención constituyente. La llamada izquierda -digamos mejor, la no-derecha- no da señales de querer conjugar un verbo común para esa tarea. Acaso no pueda. Aún campean en ella atavismos culturales muy arraigados como el anticomunismo preconciliar por un lado y el sectarismo ideológico por otro. Todo esto salpimentado en exceso por el oportunismo de nuestros infatigables Fouché al pedo y las niñerías de nuestros inefables sabelotodos», dice.

Y recuerda que en la obra de Peter Weiss, «Persecusión y asesinato de Jean Paul Marat representado por el grupo de teatro del manicomio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade», el erotómano Duperret, ante las discusiones estériles que frustran la Revolución Francesa en algún momento grita desesperado al público «¡cuándo vais a comprender!».

«Tengo la vaga esperanza que después del 4 de septiembre de 1970, el 11 de septiembre de 1973, el 5 de octubre de 1988 y el 18 de octubre del año pasado algo hemos comprendido», concluye.

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