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«Arauco tiene un viñedo»: los viñadores del Nuevo Extremo Gastronomía

«Arauco tiene un viñedo»: los viñadores del Nuevo Extremo

Pablo Ugarte
Por : Pablo Ugarte Director de Catad'Or
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“Parra”fraseando a Violeta podemos decir que Arauco tiene aquí una alegría: el establecimiento de viñedos y la producción de vinos finos con sentido de territorio conforma un nuevo polo de desarrollo agroindustrial y turístico para La Araucanía. Saliendo al paso a los cultivos anuales tradicionales y los monocultivos forestales, y posibilitando el desarrollo de unidades productivas con un notable valor agregado, los viñedos y vinos del Valle del Malleco y del Cautín se unirán sin duda alguna a la oferta del vino nacional y mundial, pero sobre todo a la cultura, turismo y gastronomía de la región, contribuyendo a enriquecer su imagen tanto en Chile como en el exterior.

Arauco tiene un viñedo y no lo podemos negar. La historia del vino en esta emblemática zona del sur del mundo se remonta a fines del siglo XIX con la llegada de la inmigración europea, una experiencia particular muy distinta a lo ocurrido en el resto del país donde la viticultura se inicia con la conquista española. Con el tiempo, las duras condiciones climáticas y otros factores económicos fueron mermando este incipiente desarrollo. Sin embargo, en las últimas tres décadas el viñedo renace y abre una luz de esperanza para el futuro desarrollo del vino en el extremo sur de Chile.

La literatura da cuenta del arribo de familias inmigrantes de Italia, Francia, Suiza, Austria y Alemania, principalmente. Estas familias europeas llegaron auspiciadas por el Estado de Chile a colonizar una tierra prometida y “pacificada” de incalculable belleza, donde la presencia de los pueblos originarios marcaría su existencia en medio de un clima frío, húmedo e inhóspito para la vid.

Una de esas migraciones emblemáticas fue sin duda la italiana. Similar a la experiencia de familias arribadas a fines del siglo XIX al sur de Brasil desde el Véneto (Nororiente de Italia), 88 familias italianas emigran al sur de Chile desde la Emilia-Romaña (Norte de Italia) en 1904 y 1905, en dos migraciones sucesivas. Estas familias fundan la colonia Nueva Italia que posteriormente pasaría a llamarse Capitán Pastene, en honor al navegante italiano y lugarteniente de Pedro de Valdivia, quien bajo su mando fue uno de los primeros en explorar las costas del mar del Sur.

Ubicado a A 10 km desde lumaco a la costa, este asentamiento italiano se establece para dedicarse inicialmente a la agricultura y luego a las labores forestales. Aquí y en otras zonas de la región comienzan los primeros proyectos vitivinícolas. El cultivo de la vid y la elaboración de vino acompaña la vida de estos pioneros que siguen una práctica cultural que les es propia y natural desde la civilización etrusca.

Pero un clima duro y adverso no les hace la tarea fácil, y los viñedos plantados en la zona tienen resultados dispares. Aunque todavía es posible hallar viñedos centenarios escondidos en la región, el frío, las heladas de primavera, la lluvia abundante y las enfermedades fungosas hicieron difícil el cultivo de la vid. Con el tiempo, la escasa tecnología y manejo sanitario de la época, sumados a las nuevas cargas impositivas, provocarían que las nuevas generaciones fueran abandonando esta práctica para volcarse a cultivos anuales más rentables y menos problemáticos, quedando hacia 1960 muy pocos de estos primeros viñedos. Pero la historia daría a estos terruños una nueva oportunidad: no estaba escrita la última palabra ni plantada la última parra en la región de La Araucanía.

Todo comienza a cambiar en el año 1995, cuando un progresista agricultor, Alberto Levy Widmer y su yerno el destacado enólogo, profesor y socio fundador de Viña Aquitania, Felipe de Solminihac, plantan en la zona de Traiguén, ubicada en la latitud 38º Sur, entre la Cordillera de Los Andes y la Cordillera de Nahuelbuta, cinco hectáreas de Chardonnay.

Estos visionarios vitivinicultores modernos no estaban equivocados, el Chardonnay Sol de Sol de Solminhac pronto acapararía elogios y buenas críticas internacionales, convirtiéndose en uno de los mejores blancos de Chile. Esto contribuyó sin duda a allanar el camino para que arribaran más proyectos a la zona, pero sobre todo para que descendientes de los primeros inmigrantes, así como nuevos y apasionados viñateros de la región –incluyendo familias mapuches– comenzaran a desarrollar proyectos vitivinícolas, formando un nuevo polo de desarrollo de la vid vinífera latinoamericana. Así, en 2018, se constituyó en Traiguén la Asociación Gremial de Viñateros de La Araucanía con más de una treintena de socios, con el firme objetivo de promover el cultivo de la vid, la producción y comercialización de vinos en la región de La Araucanía, buscando producir una sinergia y cooperación entre las distintas viñas de la región.

Hoy no son pocos los vitivinicultores que comienzan a ver buenos resultados en la región, embotellando caldos provenientes de viñedos establecidos en zonas como Angol, Los Sauces, Capitán Pastene, Curacautín y Traiguén en el valle del Malleco, y Galvarino, Perquenco, Melipeuco y Villarrica en el valle del Cautín. Si bien la Chardonnay es la variedad de mayor reconocimiento a la fecha, la potencialidad para otras variedades de clima frío como la Pinot Noir, la Riesling y la Sauvignon Blanc comienzan a emerger para deleite de los siempre inquietos consumidores contemporáneos y exploradores del vino, quienes buscan sensaciones más allá de Google.

En suelos rojos y arcillosos de origen volcánico, ricos en materia orgánica, con pH ligeramente ácido, la vid encuentra todos los elementos para tener un buen desarrollo, ofreciendo una producción, aunque limitada, de alta calidad. En un clima frío y lluvioso, más cercano a la Borgoña francesa que a la zona central de Chile, los vinos del Malleco y del Cautín se presentan con caracter y sentido de territorio, son frescos y frutosos, de excelente acidez y mineralidad, ligeros pero muy estructurados y complejos, y lo más interesante, por las condiciones térmicas, son de baja graduación alcohólica, lo que es hoy una tendencia mundial. Esta frescura e identidad serán claves para el éxito de este Nuevo Extremo del vino chileno.

Algunas de las bodegas en vías de consolidación son: Viña Capitán Pastene, Bodega Kütralkura de Curacuatín, Viña Kofkeche y Viña José Bunster de Traiguén, Viña Cavallieri de Los Sauces, Viña Alto Las Gredas de Perquenco, Viña Aynco de Galvarino y Viña Casa Nicolas de Villarrica.

En un segundo artículo les recomendaré algunos vinos de esta nueva camada para descubrir aromos y sabores que ampliarán su conocimiento sensorial del vino chileno, aportando a la diversidad de estilos disponibles hoy en país.

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