«Es cierto que el precio del cobre ha caído significativamente, pero no debemos olvidar que Chile también es un importador de petróleo, cuyo precio ha caído bastante más que el del cobre. De esta forma, el sector energía, clave en términos de productividad, se está viendo beneficiado por un shock positivo. Adicionalmente, el tipo de cambio real ha subido cerca de un 10% en los últimos dos años, lo que contribuye positivamente a la competitividad del sector transable. En concreto, las condiciones externas no son la causa principal de estos tres años de estancamiento en Chile».
Es bastante factible que este año resulte peor que el 2015 para Chile. Todo apunta a un menor ritmo de crecimiento, a un escenario político que se mantendrá confuso, y a un aumento del desempleo. En definitiva, no solo llevaremos tres años de un crecimiento paupérrimo, sino que además estaríamos yendo de más a menos.
¿Es Chile es simplemente una víctima de un escenario externo más complejo? No parece. Aunque las proyecciones de crecimiento mundial van a la baja, el crecimiento mundial esperado para 2016, en torno a 3%, es similar al promedio histórico. Solíamos superar con creces al mundo en términos de crecimiento, y ahora ni siquiera logramos igualarlo.
Es cierto que el precio del cobre ha caído significativamente, pero no debemos olvidar que Chile también es un importador de petróleo, cuyo precio ha caído bastante más que el del cobre. De esta forma, el sector energía, clave en términos de productividad, se está viendo beneficiado por un shock positivo. Adicionalmente, el tipo de cambio real ha subido cerca de un 10% en los últimos dos años, lo que contribuye positivamente a la competitividad del sector transable. En concreto, las condiciones externas no son la causa principal de estos tres años de estancamiento en Chile.
No se trata de minimizar la incertidumbre externa, solo recalcar que nuestro ha país ha sido capaz de hacerlo mucho mejor que ahora en escenarios tanto o más adversos. Sin embargo, el gobierno actual, en vez de ponerse un impermeable para intentar capear el temporal, nos deja al descampado, con un programa de gobierno anticrecimiento.
No solo se aprueban reformas perjudiciales, sino también con un diseño e implementación abundante en desprolijidades.
Está pronta a aprobarse una reforma laboral que empodera artificialmente a los dirigentes sindicales, daña los incentivos al esfuerzo individual y fomenta la conflictividad al interior de las empresas. Nada de productividad podría venir como resultado. La agenda laboral antiempleo sigue con la polifuncionalidad, la subcontratación impropia, la indemnización por muerte, la prohibición del despido colectivo y la indemnización por contrato de obra y faena. Esto sin considerar la negociación colectiva en el sector público.
El clima político también seguirá generando nubarrones, destacando el proceso de reforma constitucional. Cómo será llenada la “hoja en blanco” de la que quiere partir la Presidenta, es probablemente una incógnita incluso para ella misma. Ese “todo de nuevo sin saber el qué, el cómo y el cuándo” no es precisamente una fórmula que contribuye al desarrollo de la actividad productiva.
Tampoco colaboran a un clima político más despejado las próximas elecciones municipales y la cercanía del período electoral presidencial y parlamentario en 2017. El gobierno no solo mantendría bajos niveles de aprobación, sino también se vería afectado por el síndrome del “pato cojo”, que se acentúa con niveles altos de impopularidad. Las promesas incumplidas del gobierno en términos de mejores condiciones de vida para la población le seguirán pasando la cuenta.
Sin embargo, de cuando en cuando aparecen algunos rayos de sol y soplos de viento que permiten mantener la esperanza. Son varias las voces de distintos sectores, incluso del oficialismo, que hablan de la necesidad de corregir este rumbo equivocado. En una de esas, se logra que el gobierno cambie la dirección.
Cecilia Cifuentes
Economista Senior de Libertad y Desarrollo