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Inmigración: sin opción con Trump y Brexit, pobres del continente se vienen a Chile Se podria desatar el populismo advierte agencia Bloomberg

Inmigración: sin opción con Trump y Brexit, pobres del continente se vienen a Chile

Chile está recibiendo ahora inmigrantes a un ritmo similar al del Reino Unido, en relación con sus poblaciones. En tanto aumenta la probabilidad de que Europa y los Estados Unidos se vuelvan más hostiles hacia la inmigración, y sin una fuerte política migratoria, el país más rico de Sudamérica se convertirá en un imán aún mayor para quienes buscan empleos y una vida mejor, dijo el sociólogo Cristián Doña. Si bien hasta el momento hay pocos signos de una reacción adversa, las cifras avanzan rápido a medida que el desempleo aumenta y el crecimiento de los salarios disminuye.


Mientras los Estados Unidos y el Reino Unido se vuelven en contra de los inmigrantes, un país latinoamericano mantiene su puerta abierta a los pobres del continente, y el rostro del país está cambiando.

Más de 34.400 haitianos llegaron a Chile en los primeros meses de este año, y la afluencia crece cada mes, según el departamento de policía. Junto a colombianos, peruanos, dominicanos y venezolanos, Chile está recibiendo ahora inmigrantes a un ritmo similar al del Reino Unido, en relación con sus poblaciones.

Este podría ser solo el comienzo. En tanto aumenta la probabilidad de que Europa y los Estados Unidos se vuelvan más hostiles hacia la inmigración, y sin una fuerte política migratoria, el país más rico de Sudamérica se convertirá en un imán aún mayor para quienes buscan empleos y una vida mejor, dijo el sociólogo Cristián Doña. Si bien hasta el momento hay pocos signos de una reacción adversa, las cifras avanzan rápido a medida que el desempleo aumenta y el crecimiento de los salarios disminuye.

“Existe un riesgo de racismo activo en las calles”, señaló Doña, investigador asociado del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social en Santiago. “Me preocupa que, sin políticas claras, cualquier populista o demagogo pueda impulsar ataques racistas”. Por ahora, pocos políticos chilenos ven el avance de los inmigrantes como un problema.

La ley que regula la inmigración tiene 40 años, y es poco probable que los planes de reformar el sistema avancen antes de la próxima elección de noviembre de 2017. Los flujos futuros dependerán más de las oportunidades económicas que de la política gubernamental.

Hasta la última hora

Sentado en una obra en construcción en el barrio adinerado de Las Condes, Matial Estime dice que trabaja hasta la última hora que puede para enviarle dinero a su esposa en Haití, y mantiene la cabeza baja para evitar problemas con la gente del lugar.

Llegó al país porque un primo le recomendó Chile y cruzó Los Andes en agosto de 2015. Mudarse no fue un problema. Como la mayoría de los haitianos, ingresó como turista, esperando encontrar un empleador que lo ayudara a obtener un permiso de trabajo y una visa de residente.

“Pasé meses trabajando sin contrato”, contó Estime. “Me resultó muy difícil encontrar alguien que me lo consiguiera y, cada vez que lo pedía, el empleo desaparecía”. Transcurrido un año, invierte la mitad de su salario de US$600 mensuales en pagar el alquiler y envía aproximadamente un tercio a su esposa en Haití. También ayudó a venir a sus dos hermanos, uno de los cuales está pensando en traer a su hijo mayor. La ola de inmigración no muestra indicios de ceder.

“Nuestro país se ha vuelto cada vez más atractivo para los haitianos”, dijo Cristóbal Gamboni, economista de BBVA Chile. “Han formado una comunidad que crece y que apoya a los que van llegando”, añadió.

Los haitianos continúan arribando pese a la persistente debilidad del mercado de trabajo y la creación de empleos. Chile está soportando su tercer año de crecimiento económico flojo y un desempleo que alcanzó casi un máximo en seis años de 7,1 por ciento en julio. Desde entonces, cayó hasta 6,8 por ciento.

“Chile necesita inmigración por razones económicas y demográficas”, sostuvo Rodrigo Sandoval, responsable del Departamento de Extranjería y Migración estatal. “Pero la capacidad de la economía para procesarla es limitada. Ya se ven algunas áreas de Santiago donde el número de haitianos supera lo que la economía puede tolerar”, añadió.

Aun así, el flujo de migrantes que llegan a Chile podría disminuir por sí mismo a medida que las oportunidades económicas se agotan. Muchos haitianos han dejado a sus familias y podrían fácilmente mudarse si las perspectivas son mejores en otro lugar.

Más aún, mientras la Alianza del Pacífico ha consagrado el libre movimiento de bienes y servicios, podrían pasar años antes de que el libre movimiento de mano de obra se convierta en realidad. El tema apenas fue mencionado en la última cumbre de la Alianza del Pacífico que se celebró en julio.

México tiene una población de 122 millones, Colombia tiene 47 millones y Perú tiene 30 millones. Todos ellos mayores que la población de Chile de 17 millones, mientras que su ingreso per cápita es más del doble que el del Perú y 40 por ciento más que el de México.

Invadido

Algunos políticos en Chile están empezando a acelerar la retórica, pareciendo similar a los partidos antiinmigrantes en Europa.

«Algunas regiones de nuestro país están siendo invadidas por personas que vienen de fuera de Chile y que no vienen a trabajar ni a contribuir», dijo la semana pasada Issa Kort, legisladora de la derecha de la Unión Democrática Independiente. «Mucha gente está siendo afectada por el crimen y el narcotráfico», puntualizó.

Proyecto de ley de migración

La legislación chilena sobre inmigración data de 1975, apenas dos años después del comienzo de la dictadura de Augusto Pinochet, época en la que más chilenos abandonaban el país que los extranjeros que llegaban. La decisión de permitir que alguien entre en el país sigue siendo dejada a discreción de los oficiales de policía en las fronteras.

Por ahora, el tema apenas está en la agenda. Si se permite que el flujo de entrada no sea controlado y no se regula, hay espacio para el populismo.

«No sé si todavía tenemos tiempo para hacer algo», advirtió Sandoval. El Estado no «entiende que esto es urgente. Los pecados de la inmigración se pagan en cinco, diez años», concluyó.

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