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Opinión: La racionalidad en la decisión de Longueira


Mario Morales Parragué, Vicedecano Facultad Emprendimiento y Negocios, Universidad Mayor

Nadie puede dudar que el ex-candidato presidencial Pablo Longueira enfrenta una delicada situación de salud. No soy médico, pero sí analista de estrategia y creo que, desde esa perspectiva, es razonable compartir la siguiente reflexión.

Hay dos factores claves que en estrategia se emplean para comprender fenómenos y luego tomar decisiones racionales. El primero es que el entendimiento de fenómenos, cualquiera sea su naturaleza —social, económica, política u otra— se debe hacer desde la búsqueda de la relación causa-efecto del fenómeno. Los efectos son el resultado de un conjunto de causas que los explican y, por lo tanto, para hacer un diagnóstico se deben entender las causas que están detrás del efecto.

El segundo factor tiene que ver con comprender que el futuro es un conjunto de escenarios posibles, por lo tanto, incierto, y los seres humanos apostamos a que uno de esos escenarios se dé en el futuro. Como somos agentes racionales, esa apuesta la hacemos en la medida que la probabilidad de que el escenario deseado pueda ocurrir sea relativamente alta.

Cada uno de nosotros en su actuar cotidiano intenta incrementar la probabilidad del escenario deseado por medios de diversas acciones que lo favorezcan, lo que es una buena noticia, pues podemos concluir que futuro no está determinado.

Si aplicamos lo anterior al caso Longueira, de quien no dudo tenga una depresión exógena (provocada por factores externos), es fundamental responder a la pregunta de si la depresión es causa o efecto. Científicamente no hay duda de que la depresión exógena es efecto y, por lo tanto, debemos buscar comprender las causas que la explican y que gatillan la posterior decisión de renuncia.

Todos recordamos a Longueira, quien al conocer los resultados de las primarias, plantea que “si en un mes ganamos la primaria en cinco meses ganamos la presidencial”. Hasta ese momento no daba muestras de una depresión, que podía venir incubándose por presiones que probablemente debió sufrir durante la campaña de Laurence Golborne y las dudas de la UDI de si era o no el candidato y luego la proclamación y trabajo de campaña de Longueira ya nombrado precandidato UDI.

Un factor clave post-primaria fue el pobre resultado obtenido por la Alianza, que racionalmente comprendió que el escenario futuro de ganar la elección había caído drásticamente en su probabilidad de ocurrencia de lo que creía era antes de las primarias.

En este escenario, mi hipótesis es que ante una bajísima probabilidad de que Longueira ganara las presidenciales; es más, frente a un escenario de muy alta probabilidad de que las perdiera de manera abrumadora, tanto los recursos, como el apoyo de los hombres fuertes de la UDI y RN, comenzaron a escasear y parece mucho más razonable entonces, comenzar a pensar en generar un equipo de trabajo —con los hombres fuertes de la UDI y RN— que inicie el trabajo de las elecciones de 2018, de un potencial candidato como el propio Presidente Piñera, quien, sin lugar a dudas, frente a los buenos resultados de su actual gobierno se vislumbra como una carta probable.

Al regreso de sus vacaciones Longueira se encuentra con un escenario que reduce aún más la probabilidad de que su candidatura tenga éxito, lo que evidentemente debe provocar una situación en extremo compleja.
Pienso que nadie puede cuestionar la decisión de Longueira, ya que más allá de todas las consideraciones egoístas que cada uno de nosotros pueda hacer y desde las distintas veredas que nos tocan vivir como espectadores, es una decisión personal, en beneficio de su salud. Racionalmente cualquiera de nosotros preferiría no jugar un juego en que tenemos mucho que perder y muy poco que ganar.

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