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Opinión: Inflación chilena a galope constante


La inflación chilena está galopando a una velocidad dos veces mayor que con la que empezó el año, incluso situándose casi al doble de su objetivo de 3%. La realidad inflacionaria da evidencias de un problema con raíces monetarias. Ante la complacencia de las autoridades, la credibilidad podría verse minada.

No es casualidad que todas las mediciones de inflación subyacente reporten una persistente tendencia al alza a lo largo del año, puesto que en un ambiente de agresivas políticas expansivas y limitada capacidad productiva, el exceso de demanda se acomoda en precios más que en mayor oferta productiva. Dada la persistencia de las políticas expansivas, el crecimiento de precios solo podrá detenerse cuando las autoridades decidan no echarle más combustible monetario a la inflación galopante.

En octubre la inflación mostró una aceleración preocupante al aumentar a 5.69% desde un 4.91% en septiembre. Ciertamente, la mayor debilidad del peso impulsó a los precios de los productos comerciables, pero la inflación de los no comerciables también avanzó, lo cual es evidencia de que hay un fenómeno más generalizado de contaminación en el sistema de formación precios.

Sin embargo, todas las mediciones de inflación subyacente –las cuales reflejan de mejor manera las presiones de demanda y representan a aquella inflación consistente con la estructura de formación de precios– reportan una tendencia persistentemente al alza desde mediados del año pasado. Lo cual es evidencia suficiente de que la economía chilena sufre de presiones de demanda generadas tanto por la expansión fiscal como monetaria.

Ante la terquedad inflacionaria y la complacencia de las autoridades, la política monetaria podría no ser vista con buenos ojos por los verdaderos tomadores de decisiones de inversión productiva, lo cual explica la poca efectividad de las medidas expansivas para detener la desaceleración económica.

El hecho de que el consenso del mercado todavía refleje expectativas inflacionarias ancladas, no es una señal fidedigna. En primer lugar, porque el consenso podría ser solo un seguidor de los estimados oficiales. En segundo lugar, porque el consenso del mercado no es de formadores de precios sino solo de pronósticadores de precios. Por lo que el argumento de que las expectativas están ancladas a futuro no es una buena referencia para prolongar la expansión monetaria, menos aún para justificar un mayor relajamiento.

Cuesta mucho construir credibilidad, pero toma muy poco perderla, por lo que las autoridades chilenas no deberían continuar en territorio arriesgado. La terca realidad inflacionaria chilena podría obligar a las autoridades a revertir el relajamiento monetario más pronto que tarde, para desilusión del consenso del mercado.

Por Alfredo Coutiño,
Director para América Latina
Moody’s Analytics.

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