Opinión: Gasto público y actividad económica: ¿cuánto más podemos esperar?
En los últimos dos meses las cifras de actividad se han ubicado sobre las expectativas de mercado y, en el trimestre móvil terminado en enero el crecimiento trimestral anualizado se empinó hasta 5,5%, dando cuenta de una genuina aceleración de la actividad y no solo de favorables efectos base. En este contexto, los analistas comenzaron a ajustar al alza sus proyecciones para el crecimiento de este año, poniendo término a la persistente corrección bajista que tuvo lugar durante todo el 2014.
Sin embargo, las cifras de actividad de febrero y marzo no serán tan buenas como las del bimestre diciembre-enero y pondrán nuevamente a prueba la confianza de los agentes y del mercado respecto de la recuperación de la economía. Seguramente varios volverán a tomar las visiones más pesimistas que abandonaron en lo más reciente. Pero las cifras volverán a ser mejores a partir de abril y no es descartable que en el transcurso del tercer trimestre observemos tasas de crecimiento interanual del IMACEC entre 4% y 5%.
Lograr un crecimiento en torno a 3% este año parece factible, pero no es para sentirse satisfechos, ni mucho menos. Este crecimiento se ubica por debajo incluso de las visiones más conservadoras del crecimiento potencial de la economía chilena y descansa en gran medida en el potente aumento del gasto público que se está inyectando desde Teatinos 120. Por el contrario, la demanda interna privada continúa deprimida. Este año veremos una expansión del consumo de las familias similar al del año anterior, que puede considerarse como un crecimiento “vegetativo” y un nuevo retroceso de la inversión privada, aunque no con la intensidad del año 2014 y compensado por el incremento de la inversión pública.
El rol de la política fiscal en la coyuntura
Al asumir el gobierno actual se comprometió a eliminar el déficit estructural hacia el Presupuesto del año 2018, apegándose estrictamente a la regla fiscal, pero sin hacer un esfuerzo en términos de contener el gasto, sino que usando un tercio de la recaudación de la reforma tributaria para tal efecto. Este compromiso, así como también la correcta implementación de la regla fiscal, no son inconsistentes con la implementación de una política fiscal contracíclica de la magnitud que el gobierno estime necesaria, siempre y cuando sea una respuesta coyuntural y no una política permanente. Esto es justamente lo que estamos observando desde fines del año pasado.
¿A alguien le cabía alguna duda que las actuales autoridades no ejecutarían todo el Presupuesto y más si fuese necesario? Es cosa de mirar la ejecución presupuestaria del período 2006-2009, para darse cuenta que la capacidad o la intención de gastar fue muy distinta en ese período –en que las mismas autoridades estaban a cargo– a la del período 2010-2013.
El hecho es que el ritmo de ejecución del Presupuesto se empezó a acelerar solo hacia fines del año pasado y continuó en enero, lo que coincide con las algo mejores cifras de actividad económica que hemos observado en lo más reciente. En efecto, los indicadores sectoriales para los que tenemos visibilidad (comercio, manufactura, minería) no son suficientes para explicar el mejor desempeño del IMACEC, de manera que serían otros sectores, entre ellos los servicios públicos, aquellos que estarían siendo relevantes para explicar el incipiente repunte de la actividad. Algo similar ocurre con las cifras de empleo, que también han sorprendido favorablemente.
Es indiscutible que un mayor gasto público per se genera una mayor demanda interna. Este año el gasto público crecerá en torno a 8% real y eso, por simple contabilidad, explicará cerca de 1,5 puntos de crecimiento del PIB. Hasta aquí todo suena bien, el gobierno responde con una política fiscal expansiva para apoyar el crecimiento y obtiene los resultados esperados. Sin embargo, el aumento del gasto público, que tiene efectos positivos de corto plazo, no se puede sostener por mucho tiempo y, además, no es garantía de crecimiento en el mediano y largo plazo.
¿Cuál es el problema de esta mayor dependencia del gasto público? En primer lugar no es gratuita, sino que está siendo financiada con mayores impuestos, lo que impacta negativamente las decisiones privadas de consumo e inversión. La demanda privada se mantendrá deprimida si no se recupera la confianza de los agentes económicos y ese es el principal riesgo interno que enfrenta la economía chilena. En segundo lugar, los espacios para el crecimiento del gasto público, incluso con los mayores recursos que aporta la reforma tributaria, comenzarán a estrecharse a partir del próximo año y con ello será cada vez menor la contribución directa que podrá hacer el gasto público al crecimiento del PIB. Por todo lo anterior, lograr un crecimiento sostenible requiere focalizar los esfuerzos en generar las condiciones que permitan recuperar la confianza empresarial, punto de partida para mejorar de forma sostenible las cifras de inversión privada, crecimiento del PIB y creación de empleos. El gasto público no es suficiente.
Hermann González
Economista Principal BBVA Research Chile