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Redefiniendo el rol de las empresas


En lo últimos años se han denunciado malas prácticas de empresas públicas y privadas hacia sus clientes y las comunidades donde operan: las repactaciones unilaterales de La Polar, la colusión de los precios de los remedios en las farmacias, el negativo impacto ambiental de la planta de Agrosuper en Freirina y la aceptación tácita de contratos por parte de Cencosud y de BancoEstado, entre otras. Así, se ha instalado la percepción que las compañías prosperan a costa del resto y que su única función es maximizar las utilidades a corto plazo. Lamentablemente, el problema radica en un enfoque anticuado sobre la creación de valor que ha moldeado sus estrategias, excluyendo consideraciones sociales y ambientales, reduciéndolas a simples costos que deben ser pagados.

Esta discusión no es nueva, al menos no en los países desarrollados. Después de la crisis financiera de 2008, en Estados Unidos se inició un fuerte debate sobre el rol de las empresas en el capitalismo. El año 2011 los profesores de la Universidad de Harvard, Michael Porter y Mark Kramer, acuñaron la idea de “creación de valor compartido” que busca aumentar la competitividad de una compañía, logrando simultáneamente un avance en las condiciones económicas y sociales en las comunidades donde están insertas. En simple, la empresa crea valor cuando, dentro de sus procesos productivos, se hace cargo de las necesidades sociales más inmediatas. Medicamentos accesibles para los sectores más postergados, innovaciones a bajo costo para el consumo energético responsable, incorporación de pequeños productores agrícolas locales como proveedores permanentes o reducción relevante del uso de agua dulce en sus actividades son algunas de las iniciativas desarrolladas.

Si bien el concepto fue criticado por la revista británica The Economist por considerarlo poco novedoso y sin sustento empírico, Porter es reconocido como uno de los académicos más influyentes en el ámbito de la estrategia empresarial en los últimos 30 años. Su foco es impulsar la creación de valor compartido para reinventar el capitalismo y abrir una nueva oleada de innovación y crecimiento para la empresas y la sociedad.

Este debate en Chile ha tomado otro cariz debido al escenario que se instaló posterior a las movilizaciones sociales y estudiantiles. Por una parte, el sociólogo de la Universidad de Chile, Alberto Mayol, ha señalado que la actual economía social de mercado no es capaz de relacionarse adecuadamente con la sociedad, provocando una crisis de legitimidad institucional que se expresa en un malestar ciudadano generalizado hacia todo el sistema económico, político y social, iniciándose el proceso del “derrumbe del modelo”. Esta tesis ha sido cuestionada, entre otros, por Luis Larraín, del Instituto Libertad y Desarrollo, quien en su libro “El regreso del modelo” expresa que el capitalismo en nuestro país ha sido motor de movilidad social y de bienestar, gracias al cual los chilenos viven los beneficios de un orden económico y social que ha dado sus frutos. Sin embargo, sostiene ese autor, los tiempos actuales exigen nuevos liderazgos que propongan otras formas de relacionarse con los ciudadanos.

Ambos debates son el comienzo de un largo camino por redefinir el rol de las empresas en sociedades que tienen urgentes problemas sociales, ambientales, culturales y económicos por resolver. Un limitado enfoque de gestión de empresas públicas o privadas provoca una pérdida de credibilidad generalizada y reduce el aporte que éstas puedan hacer a mitigar tales males. Ya no se trata solo de filantropía corporativa, responsabilidad social corporativa o de fomentar emprendimientos sociales. Ahora el paradigma es construir empresas en conjunto con la construcción de las sociedades.

Jerko Juretic
Profesor de Estrategia
Ingeniería Industrial, Universidad de Chile
@Jerko_Strategy

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