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¿Y el Punto de Inflexión?


Es habitual que las expectativas se ajusten con rezago frente a cambios bruscos en el ritmo de crecimiento de la economía. Este ciclo de baja no ha sido la excepción, los distintos pronósticos respecto a la intensidad y duración de la desaceleración, tanto de las autoridades económicas (Banco Central) como de analistas independientes, subestimaron la intensidad del fenómeno. Recordemos que en enero las expectativas de crecimiento para este año llegaban a 4,0 %, según lo refleja la encuesta de expectativas del Banco Central, cifra que se ha ajustado a un magro 1,9 % en la encuesta de octubre. Se dijo que el primer trimestre sería el de más bajo crecimiento, luego que el segundo, lo que tampoco se cumplió, toda vez que hasta ahora, el tercero será claramente más bajo, con una expansión que se ubicará por debajo del 1,0 %.

¿Qué nos hace pensar que el último cuarto del año será mejor? Si observamos el comportamiento de distintos indicadores que se adelantan al desempeño de la actividad, no encontramos argumentos para esperar un pronto punto de inflexión en el ritmo de crecimiento. Efectivamente, las importaciones, en sus distintas clasificaciones, siguen cayendo en su variación en doce meses a septiembre, lo mismo que las colocaciones del sistema financiero, que si se comparan saldos acumulados, se observa una sostenida desaceleración en su crecimiento. Por su parte las expectativas empresariales siguen en franco deterioro, lo que es válido para los tres de cuatro sectores contemplados en el indicador IMCE que calcula ICARE.

Si ponemos el foco en las variables más relevantes que anticipan el consumo de los hogares, el pronóstico tampoco es bueno. Las expectativas de los hogares siguen a la baja, tal cual lo muestra el indicador IPEC de Adimark, con un importante deterioro en la percepción de estabilidad laboral futura. Respecto al desempeño del mercado laboral, la tasa de desocupación ha seguido subiendo (hasta 6,7%), superando en un punto el nivel de igual período del año pasado, y seguirá al alza en los próximos meses, por el impacto negativo de la menor actividad en sectores claves para el empleo como el comercio y la construcción. Es cierto que el costo del crédito ha bajado, dada la caída registrada en las tasas de interés de mercado a distintos plazos, sin embargo, los oferentes de crédito se están poniendo más restrictivos, cautelando un eventual deterioro de cartera como consecuencia de la menor actividad y el mayor desempleo futuro.

Con todo, no parece razonable alimentar esperanzas respecto a un pronto punto de inflexión en la actividad interna. Al menos nada indica que el último trimestre del año será mejor que los anteriores. El crecimiento medido en doce meses anotará un repunte, pero sólo gracias a una base de comparación menos exigente. El desempeño de la actividad medido “en la punta”, vale decir, respecto del trimestre anterior en una serie desestacionalizada, no debería registrar una mejoría. El crecimiento para el año se ubicaría en torno a un 1,8 %, cifra que se sitúa en la parte baja de las expectativas del mercado.

¿Cuándo y por qué comienza la recuperación?

El primer trimestre del 2015 sí esperamos observar el inicio de la recuperación en el crecimiento, aunque estimamos que será gradual. Podemos reseñar tres razones para fundamentar nuestro pronóstico. Primero, el sector externo debería hacer una contribución positiva relevante, gracias a un mayor crecimiento de las exportaciones no minerales, y un efecto segunda vuelta de mayor gasto gracias a una mejoría en el ingreso del sector. Ello por cuanto el incremento en el tipo de cambio se traducirá en una importante mejoría en la rentabilidad del negocio exportador en general, a lo que se agrega una demanda externa más favorable, como consecuencia de socios comerciales que crecen algo más rápido y un costo de mano de obra que debería ser más acotado, por la mayor disponibilidad de trabajadores en un escenario de alza del desempleo.

Un segundo elemento que favorecerá el inicio de la recuperación guarda relación con el impacto de la
aplicación de políticas fiscal y monetarias expansivas, aunque probablemente su efecto será menos relevante de lo que algunos esperan, toda vez que una parte significativa de la desaceleración no responde al ciclo económico habitual sino, más bien, a problemas estructurales que afectan el potencial de crecimiento de largo plazo de nuestra economía. Respecto al impacto directo de la política fiscal expansiva, recordemos que ya el presente año los desembolsos fiscales están creciendo a un fuerte ritmo, del orden de 6,5 % anual, por lo que el aporte adicional para el próximo año es sólo la aceleración de dicho gasto, que crecería ahora 9,8 %. Sin embargo, cerca de la mitad del mayor flujo de gasto será financiado con la mayor recaudación producto del alza de impuestos que conlleva la recientemente aprobada reforma tributaria, lo que significa que son recursos que vienen del sector privado. Este menor ingreso disponible del sector privado, debería traducirse en un ajuste parcial en sus niveles de gasto, tanto en el caso de las empresas como de las personas naturales, lo que resta efecto al mayor gasto público cuando consideramos la demanda agregada en su conjunto.

El tercer elemento es probablemente el más relevante y, lamentablemente, el más incierto en su factibilidad de concreción. Se refiere al efecto positivo que sobre las expectativas económicas, particularmente de los empresarios, tendría un cambio significativo en las señales políticas que provienen del gobierno y de los principales políticos de la coalición gobernante. Acotar la agenda político-legislativa, centrándola sólo en las tres grandes reformas propuestas en campaña (Tributaria, Educación y Políticas), dejando para un próximo gobierno eventuales reformas a la salud, pensiones y, sobre todo, al mercado del trabajo, contribuiría enormemente a acotar la incertidumbre y a mejorar el clima económico. Mejor aún si esto fuera de la mano de un cambio de gabinete, que mejore la interlocución con el empresariado, y con un cambio de estilo, tendiente a buscar acuerdos amplios y duraderos en materia de reformas relevantes.

Lo anterior tiene mayor probabilidad de ocurrencia en la medida que el apoyo político al gobierno siga bajando, lo que es probable en la medida que vaya subiendo el desempleo, y que se generen cambios en las cúpulas de los partidos de la Nueva Mayoría, particularmente en el caso del Partido Socialista, donde el candidato con mejor chance para reemplazar a Osvaldo Andrade, Camilo Escalona, tiene un discurso más gradualista y cuidadoso de preservar los avances alcanzados por nuestro país en las últimas décadas. En suma, pensar en un crecimiento de entre 3 y 4 % para el 2015 sigue pareciendo razonable, aunque, en la medida que no haya una mejoría relevante de las expectativas económicas, lo más probable es que nos ubiquemos en la parte baja de dicho rango.

Tomás Izquierdo Silva

(NdR.: Esta columna apareció en el informe mensual de la consultora Gemines, de octubre).

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