En el fondo este conflicto entre Taiwán y China es aparente, porque no es más que la vieja contienda de los EEUU por expandir la democracia en la región, donde China es el gran obstáculo y Japón es el gran aliado. Un presidente »especialista» en China como George Bush (padre), durante su mandato consolidó la alianza con Japón, postergando los vínculos más esenciales con Beijing.
El Primer Ministro Chino Wen Juin Bao ha defendido la ley recientemente aprobada por la Asamblea Popular China que permite a China una intervención militar en Taiwán y así prevenir que Taipei obtenga su independencia total de China. Hoy Taiwán es la nación más marginada de la esfera institucional internacional y aún así mantiene el nivel de potencia económica en la región, por cierto, con el fuerte apoyo de los EEUU desde los comienzos de la década de los 50.
El tema Taiwán es uno de los pilares de la política exterior tanto de China como de los Estados Unidos. Para China es sin duda de una importancia todavía mayor, porque significa históricamente el desmembramiento de una de sus provincias y hoy representa un resabio de la conocida Guerra Fría tantas veces dada por acabada y que siempre, en una u otra región, muestra sus tentáculos.
En el fondo este conflicto entre Taiwán y China es aparente, porque no es más que la vieja contienda de los EEUU por expandir la democracia en la región, donde China es el gran obstáculo y Japón es el gran aliado.
Japón forma con Corea del Sur y Taiwán lo que se denominaba hasta hace poco "Programa de Defensa para la Democracia en el Pacífico", constituido para precisamente contener a China y ahora la iniciativa china de recuperar Taiwán se presenta como una estrategia similar a la de la recuperación de Hong Kong, aunque los casos difieren.
China ha sido muy explícita en denunciar todo tipo de intervención extranjera en los asuntos chinos, y para Beijing cada vez más Taiwán es un asunto exclusivamente chino. Los líderes chinos observan con particular atención la creciente intervención de los Estados Unidos y del Japón al generar focos de inestabilidad en la región, como lo ha demostrado en los intentos de echar por tierra al régimen de Kim Jong Il, en Corea del Norte.
Al mismo tiempo, Taiwán es quizás la mayor paradoja del mundo actual, y una nación digna del mayor respeto, aunque para algunos pueda parecer un típico "invento" norteamericano. Tiene una de las economías más desarrolladas del mundo, un ingreso per cápita colosal de 24.000 US dólares, siendo el país más aislado del mundo en términos institucionales, pues es apenas miembro de la OMC y la APEC, entre las agencias más notorias.
Son tan adversas las restricciones internacionales que se aplican hoy a Taiwan, que el país representa un caso de "milagro económico" aunque con una generosa asistencia de los EEUU. Según la economista Anne Krueger, (Economic Policies at Cross Purposes, Brookings 1993), Taiwán recibió ayuda financiera de los EEUU en la década de los 50 y parte de los 60, que constituía un 8 % del PNB y un 30% del PNB en términos de inversión interna.
Aún así, la "gracia" de Taiwán consiste en haber hecho rendir al máximo esa ayuda externa y no destinarla para beneficios espurios. Por otra parte, el que los EEUU ofrezca protección de Taiwán en el estado de situación internacional de este país, que no puede ser miembro de las Naciones Unidas, demuestra la cantidad de agujeros de un derecho internacional muy en ciernes, y continúa siendo una de las anomalías más sorprendentes en el plano internacional hoy día.
Japón, potencia regional
La disputa entre China y Taiwán es la excusa que cubre un tema más subyacente que es el ascenso incontrolable de Japón como potencia regional. La nación nipona ha asumido todas las características de un futuro miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
En dos espacios de conflicto se ha hecho evidente esta intervención de Japón. El espacio que ha tenido un desarrollo más pausado ha sido en Corea del Norte donde Japón ha sido denunciado directamente por el gobierno de Pyongyang como interviniendo para la desestabilización del gobierno. China, en la misma veta de denuncia, ha sido más cauta en revelar presiones de Japón para la caída del régimen de Kim Jong Il. El segundo espacio es Taiwán, donde Japón tendría también una injerencia aún más directa con el apoyo de los EEUU.
El conflicto China-Taiwán tampoco escapa a ese rol de intervención ascendente del Japón en los asuntos de hemisferio asiático. Taiwán ha sido receptor de crucial apoyo japonés para el desarrollo económico y en las industrias de apoyo para el armamento bélico. Lo cierto es que esta pugna más vale observarla en la perspectiva de un conflicto regional más amplio en donde el cambio de régimen en Corea de Norte no se descarta, con Japón operando en la intermediación crítica muy a pesar de China.
Aunque la decisión de la Asamblea Popular China ocurrió esta semana, este es apenas un detonante de un proceso que venía desarrollándose desde que Japón decide hace poco más de una década usar todo su potencial para transformarse en un poder subrogante de los Estados Unidos en la región.
Hay que recordar que un presidente "especialista" en China como George Bush (padre), durante su mandato consolidó la alianza con Japón, postergando los vínculos más esenciales con Beijing. La política exterior norteamericana, incluyendo el periodo del presidente Clinton, ha demostrado la inclinación de fortalecer la alianza con Japón para mediar e intervenir en los asuntos políticos en Asía, destacándose como indispensable para contrarrestar el peso de China en la región. Japón ha sido el eje asiático de la Trilateral, aunque siempre evitó el vincularse a situaciones de confrontación.
Regreso a lo más básico
Las revindicaciones "naturales" más que las históricas, parecen prevalecer en ese clima creado por un mundo desprogramado donde aún no emerge al ansiado nuevo orden en el sistema de relaciones.
China, en ese sentido, acude a un principio (marcadamente natural) señalando que la provincia de Taiwán es parte de China. Por otra parte, el tema de China-Taiwán como dos naciones separadas, no ha quedado zanjado, desde que China forma parte del conglomerado de Naciones Unidas.
En este sentido la posición de los Estados Unidos de apoyar a su aliado histórico Taiwán es difícil. Y no solamente para los EEUU, sino también para el marco del derecho internacional, como para las Naciones Unidas, en caso de ocurrir un conflicto mayor. La letra legal internacional es ambigua, y en esa ambigüedad la posición de China que reivindica su derecho natural está favorecida.
Lejos parece quedar así el dibujo de teóricos como Morgenthau, abogando por el realismo basado en los equilibrios en un mundo que ofrece tensiones de otro tipo. Cada vez mas, el clima caótico de desprogramación generado por el aparente fin de la bipolaridad, comienza a dejar espacios para el regreso de las verdades más básicas, en las relaciones internacionales.