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La OEA tropieza de nuevo por Costa Rica y Nicaragua

La actual crisis centroamericana, al igual que muchas de las varias que han estallado en la región en el últimos años, dejan en evidencia las limitaciones de la organización dirigida por José Miguel Insulza para lidiar con esos problemas, por su estructura organizacional, su filosofía de trabajo y las desconfianzas ideológicas que genera en algunos países.


Se vive una gran expectativa en el desarrollo de la crisis fronteriza entre Nicararagua y Costa Rica. Y también en el impacto que pueda tener esa evolución en el futuro de la Organización de Estados Americanos (OEA).

El gobierno costarricense ha dicho que esperará «varios días» a que Managua cumpla con la resolución de la OEA que insta a las partes a retirarse de una isla fluvial que ambos países disputan. Nicaragua ya ha dicho que no la acatará.

El pasado viernes el Consejo Permanente de la OEA, reunido en su sede de Washington, analizó el informe de la visita a la zona de la Isla Calero, en el fronterizo río San Juan, que hizo el secretario general, José Miguel Insulza.

Además escuchó los argumentos de los representantes de Costa Rica y Nicaragua y, ante la imposibilidad de llegar al acostumbrado consenso con el que toma sus decisiones, se sometió a votación la resolución instando al diálogo y a la rebaja de las tensiones.

Aunque la resolución se aprobó por una amplia mayoría, la falta del consenso desdibujó la imagen de unidad que aspira dar siempre la OEA en estos conflictos entre socios.

Además, la «amenaza» del presidente nicaragüense, Daniel Ortega, de retirarse del foro interamericano ha resquebrajado aún más la malograda unidad y ha reactivado el viejo debate sobre la utilidad de una organización que algunos consideran «obsoleta».

La OEA no es la ONU

La actual crisis centroamericana, al igual que muchas de las varias que han estallado en la región en el últimos años, dejan en evidencia las limitaciones de la OEA para lidiar con esos problemas, por su estructura organizacional, su filosofía de trabajo y las desconfianzas ideológicas que genera en algunos países.

La primera limitación radica en el que la OEA no tenga una instancia que pueda obligar a los miembros a cumplir con sus resoluciones, como del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Cuando el organismo ha sido exitoso en sus gestiones de mediación, lo ha sido porque las partes en disputa le han permitido meterse en el problema.

Si no es el caso, la OEA tiene que respetar la soberanía de los estados miembros y limitarse a hacer llamados al diálogo, que pueden o no ser atendidos.

«Yo creo que la OEA ha hecho lo que ha podido hacer. Ha actuado rápido y está tratando de calmar las tensiones», le aseguró a BBC Mundo Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, un centro de estudios de políticas hemisféricas ubicado en Washington.

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«Pero la OEA es una organización debilitada por las grandes tensiones y desconfianzas políticas en la región. La OEA va a ser eficaz sólo si los gobiernos de los estados miembros la toman en serio y la ven como instrumento importante para resolver conflictos», dijo Shifter, quien reconoció que esa confianza no existe en este momento.

Fecha de expiración

Ese deterioro en la escena regional es tal que el presidente Ortega repitió el sábado una amenaza que antes han hecho otros gobernantes cuando están insatisfechos con los manejos de la OEA: salirse de ella.

Para Larry Byrns, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos, centro de estudios regionales basado en Washington, los nicaragüenses “no están solos” esas aspiraciones que ya en el pasado ha expresado gobernantes como el venezolano Hugo Chávez.

«Nicaragua muy bien podría salirse de la OEA, porque es parte del bloque de naciones del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) junto a Venezuela, Cuba o Ecuador, que tienen una aproximación diferente en estos asuntos y otra actitud frente a EE.UU.», aseguró Byrns.

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«La OEA en general está en una difícil situación porque ha perdido mucho de su atractivo y quizá sea una organización a la que le haya pasado ya su tiempo. Muchos intelectuales y figuras públicas latinoamericanas afirman que la OEA en realidad refleja la naturaleza del imperialismo que existía cuando fue creada».

Byrns recuerda que en la escena hemisférica hay nuevos participantes como la Unión de Naciones del Sur (Unasur) o la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y del Caribe, además del ALBA, aunque esta última originalmente fue concebida más con un enfoque de cooperación económica que de coordinación política.

«Si Nicaragua se saliera de la OEA sería un duro impacto al prestigio de la organización, básicamente porque la OEA siempre se ha identificado como dominada por EE.UU.», estima Byrns, quien considera que la institución sufre el efecto de la “ideologización” de América Latina y el «desvanecimiento» del liderazgo de EE.UU. en la región.

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EEUU «necesario»

Para algunos, el que la OEA cuente entre sus miembros con EE.UU. y Canadá le da mayor relevancia que otras instancias, ya que consideran que esos son países necesarios para coordinar políticas regionales en áreas como cambio climático, seguridad o lucha anti-droga.

«Es obvio que hay una multiplicación de mecanismos multiregionales en el hemisferio. Pero la OEA ha cumplido un papel muy importante y tiene un marco normativo-jurídico bien desarrollado. Hay partes de la institución que funcionan bien, que son modelos para otras partes del mundo», afirmó Michaell Shifter.

Otros consideran que las críticas contra la organización son “injustas” en muchos casos y no toman en cuenta ni los éxitos que habría tenido en el manejo de crisis pasadas y superadas gracias en parte a sus gestiones, ni sus limitaciones estructurales.

«No hay ninguna organización en el mundo que se involucre en asuntos internos de dos estados miembros sin autorización de esos países», dijo en agosto pasado el Secretario Insulza durante una entrevista con BBC Mundo.

Fuentes de la OEA aseguraron a BBC Mundo que existe una «dicotomía» entre quienes quieren que la organización desaparezca, mientras «esperan que grandes soluciones salgan de este edificio».

Aunque esas fuentes aclararon que no se referían al caso específico de la actual crisis centroamericana, lamentaron que algunos países “pongan a prueba” a la organización en vez de «permitirle que ejerza su poder» para solucionar los problemas.

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