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La traumática vida de un bebé robado por el régimen militar argentino Crímenes por los que Jorge Videla fue condenado a 50 años de cárcel

La traumática vida de un bebé robado por el régimen militar argentino

Victoria fue el nombre que le pusieron sus padres biológicos, quienes fueron detenidos, torturados y desaparecidos por los organismos de seguridad de la dictadura. Recién nacida, fue entregada a un coronel del Ejército, y su esposa. Con ellos vivió como María Sol hasta edad adulta. Su caso se suma al de muchos que vivieron décadas con nombres cambiados y fueron criados por personas que pudieron haber torturado a sus progenitores.


«Lo que pasó hoy es liberador», dice Victoria Montenegro al comentar la condena a 50 años de prisión impuesta el jueves al ex gobernante de facto de Argentina Jorge Videla por su papel en lo que se describió como el robo sistemático de bebés de desaparecidos.

Victoria creció buena parte de su vida como María Sol Tetzlaff, el nombre que le dieron las personas que la criaron, o «mis apropiadores», como los llama.

Pero Victoria fue el nombre que le pusieron sus padres biológicos, Hilda Torres y Roque Montenegro, quienes fueron detenidos, torturados y desaparecidos por los cuerpos de seguridad del último gobierno militar argentino (1976-1983) del que Videla fue el primer líder.

Recién nacida cuando detuvieron a sus padres, fue llevada primero a una comandancia de policía y luego entregada a un coronel del Ejército, Herman Tetzlaff, y su esposa. Con ellos vivió como María Sol hasta edad adulta.

«En esos 25 años tuve una formación ideológica muy fuerte, en la que me enseñaron que en nuestro país había habido una guerra y que todos los que se llamaban desaparecidos mentían», dice Montenegro a BBC Mundo.

Este jueves, Videla, el último jefe de la Junta Militar, Reynaldo Bignone, y otras seis personas (la mayoría exmilitares), fueron sentenciados por su responsabilidad en el plan, que según algunas organizaciones pudo haber involucrado hasta medio millar de bebés.

Uno de los 34 casos que se aireó en el juicio fue el de Victoria Montenegro quien contó cómo fue para ella tener que cambiar de identidad, de la impuesta por sus apropiadores, a la que le dieron sus padres.

Dos vidas

«Desde la posibilidad de haber estado en los dos lados, comparando mi vida cuando era María Sol, yo no me imagino por hoy mi vida sin ser Victoria», señala Montenegro.

María Sol incluso defendió ante la justicia a sus apropiadores cuando fueron acusados por habérsela llevado ilegalmente de un centro de detención clandestino.

«Si hay algo que me alivió mucho fue poder aportar a la justicia como Victoria. Todo lo que había hecho en la justicia lo hice como María Sol, para defender a mi apropiador para obstaculizar el avance de la justicia, para no saber la verdad, para no saber qué pasó con mis papás», señala.

«Eso, cuando ya recuperas tu identidad, te deja un sentimiento de culpa, de no haber hecho nada por tus papás (biológicos)».

El caso de Montenegro refleja la complejidad emocional del caso de robo de bebés en Argentina.

Muchos vivieron décadas con el nombre de una persona y fueron criados por padres que en algunos casos incluso pudieron haber sido los torturadores de los padres biológicos.

Por ejemplo, Tetzlaff, quien crió a Montenegro, era un oficial de inteligencia que participó en el operativo en el que se llevaron a Hilda Torres y Roque Montenegro. Torres permanece desaparecida, y los restos de su pareja, Roque, recién fueron identificados hace unos meses.

Y, cada caso presenta sus propias complejidades, ideológicas y emocionales.

Esta lo que le pasó a Francisco Madariaga, quien fue constantemente maltratado -física y psicológicamente- por su padre adoptivo, un exoficial de inteligencia.

Pero hay otros casos de personas que incluso al saber la verdad deciden permanecer con sus llamados apropiadores.

Victoria Montenegro admite que «nunca pude dejar de quererlos» al referirse a quienes la criaron.

«Pero más allá del aprecio que puedes tener por las personas que te apropiaron, no es un acto de amor robar un bebé y esconderlo. Es robarte lo básico, que es tu identidad. El nombre que te pusieron tus padres cuando naciste a la vida», señaló Montenegro.


 

Señales

A lo largo de su vida como María Sol, Victoria Montenegro tuvo indicios de que algo no estaba bien, pese a la relación de cariño que tenía.

Montenegro es de baja estatura y de tez morena. Tetzlaff era (murió en 2003) alto, corpulento y caucásico como el descendiente de alemanes que era.

«Era tener un peso muy grande en la espalda. Es vivir una vida que no es tuya. Siempre hay cosas que te marcan tus orígenes y se sienten cuando están trasplantados a un lugar no propio».

Montenegro primero adoptó sin dudar la versión que le daban sus padres adoptivos, al saber su verdadera identidad.

Incluso admite haberse sentido asustada por la posibilidad de que su padre (adoptivo) no la quisiera por el hecho de ser hija de presos políticos de agrupaciones de izquierda de la época.

«Mis peores años fueron cuando no sabían quién era. Y cuando tienes la batalla ideológica y emocional, es lo más duro».

«Yo cuando era María Sol no era una mala persona pero decía cosas horribles. Siempre acusaba y le reprochaba a mi familia (biológica) el no haber cuidado a mis papás».

«Pero cuando el río fluye y vuelve a su cauce, eso es lo que yo siento».

La organización Abuelas de Plaza de Mayo ha estado investigando y luchando por años para que los hijos de los desaparecidos en Argentina vuelvan a recobrar su verdadera identidad.

Hasta el momento, 105 personas recobraron su verdadero nombre tras haber sido apropiados por funcionarios militares, policías o civiles.

Pero Abuelas estima que hay cientos de personas más que aún no saben o no quieren enfrentar la verdad de su origen, que los une inevitablemente a uno de los episodios más oscuros de la historia de Argentina.

 

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