Los nombres completos de la llamada «lista de Stieve» –conformada principalmente por mujeres– acaban de ser publicados por Sabine Hildebrant, una anatomista alemana que trabaja en la Universidad de Michigan.
Liane Berkowitz tenía sólo 19 años cuando fue ejecutada por los nazis.
Fue arrestada en 1942 por la Gestapo, la policía secreta, cuando pegaba carteles con mensajes en contra de la propaganda nazi.
Estaba embarazada, pero esto sólo postergó su ejecución hasta después de que diera a luz a su bebé.
La sombría historia de Liane no acabó con su muerte. Su cuerpo fue uno de los miles que fueron diseccionados por anatomistas y utilizados para sus experimentos.
La identidad de estas víctimas del horror nazi ahora sale a la luz gracias a los investigadores que rastrean los registros legales para identificar a quienes acabaron sobre las mesas de trabajo de los anatomistas del régimen.
Liane fue una de las 182 personas cuyos cadáveres fueron analizados por Hermann Stieve, quien en aquel momento era un renombrado experto de la Universidad de Berlín.
Los nombres completos de la llamada «lista de Stieve» –conformada principalmente por mujeres– acaban de ser publicados por Sabine Hildebrant, una anatomista alemana que trabaja en la Universidad de Michigan.
«El mismo Stieve elaboró esta lista en 1946», explica la doctora Hildebrant, quien lleva una década investigando la historia de la anatomía alemana. El detallado registro de Stieve de su macabro trabajo ha permitido identificar a sus víctimas.
Hildebrant ha enfocado sus esfuerzos en contar las historias de estas personas.
«Quería saber quiénes eran», dice la investigadora consultada por la BBC, «quería que fueran conocidas otra vez».
Stieve estaba interesado especialmente en la anatomía reproductiva. Por eso la mayoría de sus víctimas fueron mujeres.
«Antes de 1933 podía estudiar los cadáveres de hombres que habían sido ejecutados, pero no mujeres, ya que Alemania no ejecutaba mujeres».
«Pero repentinamente, durante el Tercer Reich, empezaron a hacerlo».
Alrededor de la mitad de estas mujeres, entre ellas Liane Berkowitz, fueron condenadas a muerte acusadas de traición.
Algunas fueron denunciadas a la Gestapo por otros ciudadanos después de expresar sus ideas políticas contrarias al nazismo.
William Seidelman, exprofesor de medicina de la Universidad de Toronto, Canadá, también dedicó años a la investigación de los lazos entre «medicina y asesinato» en el Tercer Reich.
En un artículo académico de 1999 publicado en Dimensions: A Journal of Holocaust Studies, Seidelman reveló algunos detalles sobre cómo Stieve trabajó en estrecha colaboración con la prisión berlinesa en la que se realizaban las ejecuciones.
«Cuando una mujer en edad reproductiva iba a ser ejecutada, informaban a Stieve, se decidía una fecha y se comunicaba a la prisionera cuándo iba a morir», escribió el profesor Seidelman.
«Stieve estaba particularmente interesado en los efectos del estrés y del trauma psicológico en los ciclos menstruales de las mujeres condenadas».
«Tras la ejecución, los órganos pélvicos de la mujer eran extraídos para ser examinados. Stieve publicó informes basados en esos estudios sin ningún remordimiento ni disculpa», dice Seidelman.
Stieve se refería a los órganos que analizaba como «material». Sus publicaciones de entonces fueron las primeras en sugerir que el estrés –encarnado en nada menos que una sentencia de muerte– interrumpía el ciclo menstrual.
En su misión de revelar la vida de las personas detrás de este «material», la doctora Hildebrandt revisó los archivos personales de las víctimas de Stieve, que se guardan en el museo del Monumento a la Resistencia Alemana de Berlín.
Hildebrant analizó cada archivo junto a una copia de la lista de Stieve que se mantiene en el Ministerio de Justicia alemán, e identificó a cada una de las personas.
Comprobó los nombres de 174 mujeres y ocho hombres de la lista, las fechas exactas de nacimiento y defunción, las nacionalidades, las razones de su ejecución y cualquier otra información personal que pudo encontrar.
Algunos de los archivos contienen cartas que expresan los últimos deseos de los prisioneros condenados, como los de «reunirse con sus seres queridos en la muerte», según explica la investigadora.
Una de esas cartas era de Libertas Schulze-Boysen, quien había sido miembro del partido nazi, pero en 1937 se unió a la resistencia alemana y documentó y recolectó evidencias fotográficas de los crímenes del nacionalsocialismo.
Libertas fue arrestada en septiembre de 1942 y condenada a muerte por traición en diciembre del mismo año.
En una carta a su madre, escribió: «Como último deseo he pedido que te entreguen mi ‘sustancia material’. Si es posible, entiérrame en un lugar hermoso, soleado y rodeado de naturaleza».
Hildebrant dice que su investigación ha dejado «dolorosamente» en evidencia lo poco que interesaba entonces a los anatomistas el destino de las personas cuyos cuerpos estaban diseccionando.
Por asociación, es una mancha en la investigación anatómica alemana.
De los 31 departamentos de estudios de anatomía en Alemania y los territorios ocupados entre 1933 y 1945, la experta encontró que «todos ellos, sin excepción, recibieron cadáveres de las cámaras de ejecución».
Este tema no acaparó la atención pública sino hasta hace dos décadas.
El profesor Seidelman cuenta que en 1989 un académico anatomista de la Universidad de Tubinga indicó en una conferencia que los especímenes que estaba mostrando eran de trabajadores esclavos polacos y rusos ejecutados durante el Tercer Reich.
Según explicó Seidelman a la BBC, «los estudiantes estaban conmocionados y exigieron una explicación».
La universidad inició una investigación formal. Todas las muestras anatómicas de «origen incierto o sospechoso» fueron sepultadas en una sección especial del cementerio de Tubinga y el 8 de julio de 1990 se realizó una ceremonia conmemorativa.
Varias universidades han realizado investigaciones formales sobre la obtención de cuerpos durante el auge del nazismo en sus propios departamentos de anatomía.
Instituciones de Austria también estuvieron involucradas.
«La Universidad de Viena tenía un tranvía fúnebre especial que transportaba los cadáveres de la sala de ejecución del juzgado regional al instituto de anatomía», dice el profesor Seidelman.
Eduard Pernkopf, que fue director de anatomía entre 1933 y 1945, dejó un legado impreso en un tomo académico de dudosa fama. Muchas de las ilustraciones increíblemente detalladas del atlas de Pernkopf retratan los cuerpos de las víctimas del terror nazi.
Seidelman dice que los investigadores están aún en «una fase muy temprana del proceso de revelar las historias de aquellas personas que se convirtieron en ‘material experimental'».
«Se convirtieron en objetos inanimanos», dice.
Hildebrant coincide en que este tema aún proyecta una sombra sobre la ciencia anatómica y opina que «la anatomía alemana de posguerra se construyó en parte sobre los cuerpos de las víctimas».
«Es hora de devolver los nombres a los números, de dar rostros y biografías a las víctimas de la anatomía en el Tercer Reich para recordar su humanidad y las injusticias que tuvieron que enfrentar», concluye.