Lo asegura en una entrevista con EFE con motivo de la presentación en España de su nuevo libro, «Por un comercio mundial ético» (Deusto), ya que en su opinión, «la suma de los balances comerciales es siempre cero, y para que un país tenga superávit, otro tiene que ser deficitario».
El creador de la teoría de la economía del bien común, el austríaco Christian Felber, opina que aspirar al superávit comercial exterior es un «crimen de derecho internacional».
Lo asegura en una entrevista con EFE con motivo de la presentación en España de su nuevo libro, «Por un comercio mundial ético» (Deusto), ya que en su opinión, «la suma de los balances comerciales es siempre cero, y para que un país tenga superávit, otro tiene que ser deficitario».
«Se puede entender fácilmente con un ejemplo de dos personas: si yo te vendo todos los años más de lo que te compro, te vas a endeudar conmigo y tarde o temprano irás a la bancarrota», explica el sociólogo y politólogo austríaco.
Felber (Salzburgo, 1972) propone además un sistema de penalizaciones, ya esbozado por Keynes -padre del Estado del Bienestar-, que penalice a los países con superávit en su balanza exterior obligándolos, por ejemplo, a subir los salarios, y fuerce a los países deficitarios a devaluar su moneda.
El autor apuesta por un comercio «ético», que él define como aquel que trata el intercambio como un medio, no un fin, y que sirve a los objetivos y valores definidos en los tratados de derecho internacional: medio ambiente, clima, diversidad cultural, derechos humanos, etc.
«Se ha de crear una zona de comercio ético en la que entran primero aquellos países que convierten en demandables estos fines y objetivos», afirma Felber, que apuesta por que estos estados se protejan con «aranceles éticos» ante terceros, como por ejemplo EE.UU., que no hayan suscrito convenios de derechos humanos.
No sólo los países se verían afectados, también las empresas, ya que de tratarse de compañías que «destrocen» el medio ambiente, que no paguen impuestos o formen parte de «lobbies» (grupos empresariales de presión política) no podrían acceder a dicho mercado.
Sobre las políticas proteccionistas del presidente estadounidense, Donald Trump, Felber afirma que EE.UU. adolece de un extremo déficit comercial y que, aunque su eslogan es «America first» (América primero), la realidad es «Germany first» (Alemania primero).
«Aunque no comparta las políticas de Trump, esto no es reprochable ya que es consecuencia de un sistema poco inteligente que los economistas creen que se estabiliza por sí mismo», señala Felber.
«Pero los mercados no son sistemas, sino relaciones sociales y si queremos que los mercados sean estables tenemos que implementar mecanismos para limitar la desigualdad, el consumo de recursos medioambientales y poner un tope a las balanzas comerciales», incide.
Para él, esto es en lo que realmente debería consistir el proteccionismo, en «protegernos» para alcanzar objetivos como el de una mayor igualdad.
No obstante, el debate actual entre libre comercio y proteccionismo nada tiene que ver con esta visión ética de los intercambios comerciales.
Según explica, se ha tomado como bueno uno de esos extremos, el del libre comercio, aunque haya sido a costa de los derechos humanos, de la lucha contra el cambio climático y de una desigualdad exorbitante.
«El comercio no es un fin en sí mismo, pero nos ayuda a conseguir un fin, y en cuanto nos perjudica podemos limitarlo, pero eso no es proteccionismo, sino proteger nuestros valores y fines legítimos: política regional, de derechos humanos, etc», señala.
Felber explica que el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA, en inglés), que la Unión Europea firmó con Canadá, tiene 1.500 páginas de derecho internacional vinculante para proteger los intereses de las empresas y de sus negocios.
A su juicio, esto constituye una forma de proteccionismo, ya que se trata de salvaguardar los intereses de las empresas como un fin en sí mismo.