El Presidente de centro izquierda, elegido a fines de octubre pasado, se encuentra con un país polarizado y dividido, con incertidumbre económica y aumento de la pobreza, violencia, y un Congreso ultraderechista en contra. Hoy asume para el período 2023-2027 tras una disputada elección con el derrotado Jair Bolsonaro. La paridad de fuerzas que divide a Brasil quedó más que demostrada en el balotaje del pasado 30 de octubre, en el cual se impuso sobre el candidato ultraderechista por un leve margen, con el 50,9% de los votos contra el 49,1%.
Ahora viene lo difícil para Luiz Inácio Lula da Silva, el exdirigente sindical y líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), quien a los 77 años vuelve a gobernar por tercera vez en Brasil, después de dos períodos consecutivos en el poder, entre el 1 de enero 2003 y el 1 de enero de 2011, y luego de los últimos 4 años del Presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
Lula retorna al Palacio de Planalto, pero encontrará una realidad muy diferente a la 2011, con un país muy dividido y polarizado, incertidumbre económica, grandes deudas sociales, altos índices de pobreza extrema y violencia, y con un Congreso en contra. El Partido Liberal del ex militar pasa a ser la primera fuerza en el legislativo y, junto a sus aliados de derecha, dominará las dos cámaras. Asimismo, la ultraderecha y sus socios tendrán el control de estados clave, como Sao Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro.
La paridad de fuerzas que divide a Brasil quedó más que demostrada con el estrecho triunfo de Lula en el balotaje del pasado 30 de octubre, en el cual se impuso sobre el candidato ultraderechista por un leve margen, con el 50,9% de los votos contra el 49,1%. También sobre Lula da Silva pesa la sombra del escándalo de corrupción Lava Jato. Incluso estuvo recluido 19 meses en la cárcel de Curitiba tras ser encontrado culpable, en 2017, pero en 2021 su condena fue anulada por la Justicia.
Así las cosas, politólogos brasileños consideran que el nuevo gobierno de Lula da Silva deberá superar enormes retos. “El Presidente no la tendrá fácil por muchos factores. El principal es que con Bolsonaro se fortaleció mucho la extrema derecha dictatorial en Brasil”, sostiene Ricardo Antunes, académico de la Universidad de Campinas. Ante este panorama, los desafíos para el Jefe de Estado son variados y, según expertos, muy cuesta arriba. Aquí los principales.
Pese a que el gobierno de Bolsonaro Brasil exhibió una recuperación económica el 2022, con una actividad que creció un 2,24% durante el primer semestre, se le critica su mal manejo en la pandemia del coronavirus que causó el desplome económico y más de 600 mil muertos. El déficit en la cuenta corriente del país es hoy de 29.583 millones de dólares, según el Banco Central, mientras que la previsión de crecimiento para 2022 es del 3,05%, pero bajará al 0,79% para 2023. Asimismo, el Banco Central predijo que la inflación alcanzará el 5,23% el 2022, mientras el desempleo rondará un 9,1%.
Mientras, la tercera parte de la población de 213 millones de habitantes vive en condiciones de pobreza. Además, según la ONU, Brasil ha vuelto a entrar en el mapa del hambre del que salió en 2014.
“La economía será la agenda principal y con gran peso en la valoración del gobierno. Este necesitará implementar mecanismos que estimulen la producción para generar empleos y mejorar los ingresos en el corto plazo. Será fundamental una buena articulación con los empresarios y la construcción de mecanismos de incentivos para resultados inmediatos. Es esencial aumentar la legitimidad del gobierno mediante la expansión de la coalición de apoyo”, explica Marco Antonio Carvalho Teixeira, académico de la Fundación Getulio Vargas.
Para el politólogo Geraldo Monteiro, el principal medio para superar la pobreza será la reactivación del plan Bolsa Familia, que en el primer gobierno de Lula sacó a 30 millones de personas de la pobreza. “Ese resultado dependerá de la mejora en la economía con generación de empleos”, dice.
Pero hay voces de alerta en cuanto a que el Ejecutivo aumente el gasto fiscal, con lo cual la economía se le irá de las manos. “En su primer mandato, Lula abandonó las políticas de estabilidad fiscal del ex Presidente socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso. Ahora hará lo mismo”, advierte José Guilhon Albuquerque, académico de la Universidad de Sao Paulo. De hecho, el Congreso aprobó recientemente una expansión del tope de gastos y recursos adicionales para inversión por un total US$33.000 millones para 2023.
Las primeras palabras de Lula da Silva, tras ganar la segunda vuelta del 30 de octubre último, fueron : “Fui elegido para gobernar para 213 millones de brasileños y voy a gobernar para todos”. Sin embargo, enfatizó que “serán los más necesitados lo que van a estar en el centro de las políticas del gobierno”.
La polarización de un dividido país entre izquierda y derecha se ha manifestado en las calles con graves episodios de violencia y asesinatos de militantes políticos. Según expertos, hay en Brasil una clásica dicotomía izquierda-derecha desde hace décadas y que aumentó en los últimos años. Mientras el PT de Lula favoreció más la reducción de las desigualdades y la intervención del Estado, Bolsonaro privilegió la libertad económica, las privatizaciones y el neoliberalismo. Pero la división no es solo política, sino alcanza también el plano social, es decir, ricos y pobres, e incluso religioso.
“Acuerdos en el Congreso son importantes para garantizar la gobernabilidad, pero también lograr pactos con los gobernadores. La polarización tenderá a disminuir en caso que Lula consiga agrandar su base política, aislando el bolsonarismo radical”, sostiene el académico Geraldo Monteiro.
El nuevo gobierno de comenzará su gestión con otro gran desafío: revertir el aislamiento internacional y regional que marcaron la política exterior brasileña durante los últimos cuatro años. En lo fundamental, el gigante sudamericano quiere reasumir las posturas y los principios de la convivencia internacional –como el compromiso con la paz, los derechos humanos y el desarrollo–, y convertirse en mediador regional y mundial. Lula expresó que durante su período volverá a practicar una política externa “activa y altiva” y que Brasil tendrá relaciones de trabajo y respeto mutuo tanto con Estados Unidos, China, Rusia, la Unión Europea y América Latina, retomando la cooperación con los países de África. Según informó el diario Folha de Sao Paulo, impulsará el regreso de Brasil a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), ambas creadas a instancias del fallecido Mandatario Venezolano Hugo Chávez, como contraposición a la influencia de EE.UU. y la OEA.
“No hay salida de este mundo atribulado que no sea a través de la diplomacia. Lula tiene crédito en el sistema internacional y necesita usarlo para contribuir a la reducción de los conflictos en América Latina, como en Perú, por ejemplo, y para promover la acción conjunta en el continente que carecía de un líder político”, sostiene Carvalho Texeira. Albuquerque critica que Lula no tiene interés real por la política externa de Brasil y lo que busca es reposicionarse a sí mismo como figura internacional. Otros temen que el Presidente se acerque a dictaduras como Venezuela, Cuba, Nicaragua e Irán.
El Jefe de Estado se comprometió, asimismo, con el cuidado del medio ambiente y en especial recuperar la Amazonía, que, según Greenpeace, ha sido arrasada por el gobierno de Bolsonaro, al punto que solo en 2021 perdió 13.000 kilómetros cuadrados de vegetación, la tasa más alta de deforestación desde 2006. “Ya Lula está muy conectado con el problema ambiental. De hecho, participó en la reciente Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP-27) en Egipto, lo que marcó un punto de quiebre respecto a la posición de Bolsonaro”, puntualiza Antunes.
Con estos planes llega el nuevo gobierno. Pero como se sabe, en política una cosa es la que se promete en campaña y otra muy diferente es gobernar. Veremos en los próximos 4 años si Lula logra superar los retos que se le presentan o Brasil continúa empantanado en la crisis y disputas.