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Ä„El guardián nos mira!

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«El Guardián en el Centeno» de J.D Salinger trata sobre el periplo físico y espiritual de un adolescente de una muy acomodada familia gringa, que al final de su viaje le dice a su hermana pequeña que sólo desea ser el guardián e impedir que los niños y niñas que juegan en el centeno, caigan en el abismo. ¿En el mismo qué él ha estado varias veces?



Puede, para variar, que ésta no sea más que otra columna dispersa que trata de enfocar un punto que me parece complejo y preocupante: el encono del guardián del norte producto de una América morena que avanza, en su lógica, hacia el abismo socialista.



En Santiago de Chile, entre el 9 y 12 de marzo, se reunieron -o mejor dicho coincidieron- en la asunción del mando de la socialista Michelle Bachelet los presidentes Hugo Chávez; Evo Morales; Tabaré Vásquez; Lula Da Silva y Néstor Kirchner. Creo que no faltó nadie, salvo el anciano Fidel.



Sólo días antes, el vicepresidente estadounidense, Donald Rumsfeld, habló de la preocupación de la Casa Blanca por este eje de izquierda que gobierna los destinos de más del 70% de la población latinoamericana. Preocupación que -desmentidos más y desmentidos menos- el gobierno de George Bush quiso, naturalmente, compartir con el estadista Ricardo Lagos Escobar y la mensajera del Federal Triangle precisó de todas las formas posibles que esperaban: mantener las muy buenas y estrechas relaciones con el nuevo gobierno socialista chileno, tal como lo hicieron con el ex presidente Lagos.



Entre los gritos -no exclusivamente de la izquierda extraparlamentaria- de «mar para Bolivia» se puede percibir que doña Condoleezza trajo un mensaje muy nítido, casi majadero y algo obsceno: tanto gobernante de izquierda inquieta al gobierno de Bush.



¿Qué haremos entonces?



El guardián está preocupado, celoso e intranquilo y nosotros, los niños y niñas que debemos ser protegidos de caer en el mal, en el vacío y el abismo socialista; debemos comportarnos como buenos vecinos, que se prestan el té y el azúcar, pero no tanto como para despertar el enojo de la Casa Blanca.



¿Qué debiera preocuparnos?



Que el encono hacia Chávez -una especie de caricatura del mal- pueda habilitar en los siempre disponibles amigos de Estados Unidos una actitud de aislamiento y folclorizar procesos complejos e históricos, de los que podremos o no estar de acuerdo o incluso mantener reservas políticas no menores y abrigar razonablemente dudas del destino del mismo, pero que jamás pueden suponer actos de fuerza de cualquiera naturaleza respecto de éstos.



Lo que debiera inquietarnos es que mientras la Casa Blanca se preocupa -por decirlo de manera suave- por los procesos «izquierdizantes» en Latinoamérica, esa misma administración ha sido reclamada, impugnada y exigida a poner término de una vez por todas a las prácticas que suponen serias infracciones a las normas de derechos humanos como las reiteradas torturas a prisioneros de guerra.



Esta exigencia, planteada por la bastante poco izquierdista Unión Europea, se refiere entre otros puntos a los tratos inhumanos y degradantes que padecen los prisioneros en Guantánamo que -dicho sea de paso- están más allá de la exclusión impuesta a Cuba, dentro del área de competencia del Secretario General de la OEA que dirige un chileno y no cualquiera, sino uno especial que fue la mano derecha, no podría decir la izquierda, del gobierno del ex presidente Lagos.



Puede ser que la Fiesta de la Democracia y la percepción de orfandad que nos deja el legado de la era Lagos, nuestro Portales del siglo veintiuno, haya impedido -al menos a mí- leer alguna declaración del gobierno chileno o de la OEA sobre esta exigencia al gobierno de los Estados Unidos: NO MÁS TORTURA.



Exigencia que acompañó muchas de las marchas en las calles del Santiago ochentero y que, entiendo -por lo dicho en los primeros discursos de nuestra Presidenta- no serán olvidados, menos cuando se invoca la figura de Víctor Jara.



Si aceptamos que el trato inhumano y degradante a disidentes del régimen de Pinochet es algo que censuramos colectivamente, es razonable exigir al guardián preocupado por el sello izquierdista de los procesos venezolano, boliviano, brasilero, argentino y uruguayo, el cumplimiento de las normas más elementales sobre derechos humanos. Le podemos decir y así lo podrá hacer el canciller Foxley, espero, que sólo es posible alzar la voz cuando se está en una posición moral de entidad tal, que lo habilite.



En el caso de nuestro muy estrecho aliado no podemos justificar el encono de la Casa Blanca, cuando -como hemos observado en la prensa internacional- se exige al mismo gobierno de la invitada de honor, doña Condoleezza, que ponga término a prácticas lesivas contra los derechos fundamentales.



Con bastante humildad, me parece que es algo de lo que debiéramos empezar a preocuparnos de verdad. Si se mencionó o no la palabra «mar» en las bilaterales entre la Presidenta Bachelet y el presidente Morales, la verdad es que tiene bastante poca relevancia, pues -y en eso acepto la promesa efectuada el 11 de marzo por la nueva administración- tendremos relaciones amistosas y dialogantes con nuestros vecinos latinoamericanos.



¿Esas relaciones son inclusivas o exclusivas?



¿El diálogo será abierto o restringido?



¿Nos haremos los tontos respecto de la pretensión boliviana, claramente conocida por el gobierno chileno?



Nuestra política de país amigo de Estados Unidos, también nos exige una mayor cuota de responsabilidad y entre amigos, además de lealtades construidas con esfuerzo, está la transparencia. Y sobre ese punto, Latinoamérica también esperará de nosotros algo más que solazarnos de nuestra muy buena situación, buena salvo para aquellos que aún viven en la miseria.



¿En el próximo período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que se celebrara en abril, concurriremos con nuestro voto a una censura al gobierno de Castro? Y si lo hacemos, ¿promoveremos la misma censura por la existencia de los centros de tortura mantenidos por el gobierno de Bush en las distintas naciones amigas?.



Nuestra relación con el vecindario es clave, no sólo respecto de lo que pretenda el guardián de nosotros, sino porque tal como se apuró en decirlo el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía, este año habrá restricciones energéticas y para desgracia nuestra y del señor Bush, dependemos en dicho ámbito de esta suerte de «tríada del mal» -conformada por Venezuela, Argentina y Bolivia- que sumados a Brasil y Uruguay, le han hablado fuerte y claro al gobierno de Bush Jr.



La pregunta, entonces, que tendremos que hacernos es cómo seguir siendo los niños buenos del curso y llevarle la manzana a la profesora Condoleezza y por otro lado, negociar con nuestros vecinos de manera razonable el suministro energético, para que nuestro país siga creciendo y siendo el mejor alumno de la clase de Río Grande a Tierra del Fuego.



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Luis Correa Bluas. Abogado. Master en Derechos Fundamentales, Universidad Carlos III, Madrid.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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