La distribución de la riqueza mundial
Uno de los fenómenos característicos del desarrollo global de los últimos decenios no es la reducción de la pobreza, pero si el aumento de la riqueza. Lejos de disminuir, la brecha entre los pobres y los ricos de esta tierra va en aumento.
Existen muchos estudios que así lo confirman, aunque siempre de manera parcial. Ahora, se ha presentado uno con ambiciones globales. Se trata de La Distribución Mundial de la Riqueza de los Hogares del Instituto Mundial para la Investigación de Desarrollo Económico de la Universidad de las Naciones Unidas (WIDER, Diciembre 2006). Con datos del año 2000, aquí se muestra que a nivel mundial el 1% de adultos más rico posee el 40% de los activos globales, y que el 10% de los adultos -que son un total de 37 millones de individuos- cuenta con el 85% del total mundial. En contraste, la mitad más pobre de la población adulta del mundo -varios miles de millones- sólo es dueña del 1% de la riqueza global.
Todos los estudios sobre la distribución de la riqueza deben definir qué entienden por tal. El concepto de riqueza aplicado en este estudio abarca «el valor de los activos menos pasivos físicos y financieros». O sea, es el capital que se puede emplear para generar nueva riqueza.
El estudio sitúa la riqueza mundial total en el año 2000 en US$ 125 trillones (millones de millones), «equivalente a tres veces el valor total de la producción global (PIB)». La mayor parte está concentrada en Europa, EE.UU. y los países de altos ingresos en el área de Asia-Pacífico, específicamente Japón, Australia y Nueva Zelandia. «La población de estas naciones posee colectivamente 90% de la riqueza total global», a pesar de representar un parte muy inferior de la población mundial total. En cambio, la participación en la riqueza de los habitantes de África, China, India y otros países de ingresos bajos en Asia es considerablemente menor a su participación poblacional, en algunos casos por un factor mayor a diez.»
Resulta sumamente reveladora la diferencia entre el tipo de riqueza que predominan en los diversos países. «Bienes raíces, en particular tierra y activos de fincas, son más importantes en países en vías de desarrollo.» En cambio, los «activos financieros son más prominentes en países como el Reino Unido y Estados Unidos que tienen sectores financieros bien desarrollados».
Aunque los autores del estudio no logran entender el significado de estas diferencias, que atribuyen equivocadamente al grado de desarrollo de sus sistemas financieros, sus resultados no hacen sino confirmar que los ricos de los países ricos poseen la riqueza más adaptada a la globalización: la financiera. Ello ha sido confirmado con datos más actualizados tanto de Merrill Lynch/Cap Gemini como de McKinsey. Según estos últimos, tan sólo la riqueza financiera mundial alcanzaba, en 2006, un total cercano a 120 trillones (millones de millones), concentrados en gran parte en EE.UU., Europa occidental y Japón. Y de ésta, unos 35 trillones recaen sobre lo que Merrill Lynch ha llamado los «individuos de valor neto alto» (high net worth individuals).
Es la riqueza de estos individuos la que hace girar el mundo globalizado de hoy, imponiendo su máxima flexibilidad y libertad para ser invertida cómo y dónde quiera. Por eso, una de las conclusiones del estudio de WIDER resulta más que tirada de los pelos: que aunque no disminuyan las diferencias de ingresos al interior de las naciones, la pobreza podría ir disminuyendo si las diferencias entre las naciones decrecen. De hecho, ello sólo podría ocurrir bajo la condición de un cambio sustantivo de la estructura de la propiedad de la riqueza financiera mundial en favor de quienes hoy no la poseen. Todo cambio que no la afecte, será, en el mejor de los casos, un maquillaje estadístico.
Obviamente, como lo están demostrando China, India, Vietnam y otros, los centros de crecimiento mundial van cambiando. Esto contradice las teorías de Lester Thurow, y confirman las de André Gunder Frank, Giovanni Arrighi y otros. Pero los propios datos del estudio UNO-WIDER no aportan una sola señal para concluir a ciencia cierta cuáles serán los efectos de esta «re-orientalización» sobre los niveles globales de pobreza en el mundo. A falta de ella, lo más seguro es que el 10% de individuos ricos seguirá enriqueciéndose más, mientras que a las generaciones de pobres de hoy se irán agregando las generaciones pobres del futuro.
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Alexander Schubert. Economista y politólogo chileno. Reside en Alemania.
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