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No reinventemos la rueda


La alta prioridad que le hemos asignado a la necesidad de identificar y poner en marcha proyectos alternativos para la producción de energía limpia, con costos accesibles para una economía emergente, conlleva investigar y recabar la mayor cantidad de antecedentes sobre cómo otros países en desarrollo -que presentan deficiencias similares en lo que a generación de electricidad se refiere- están enfrentando un tema que tiene implicancias que van mucho más allá de lo netamente económico.



Se trata de una responsabilidad que debe asumirse con la mayor celeridad y acuciosidad, teniendo presente que Chile requiere de soluciones viables, con miras a darle una mayor sustentabilidad a nuestro actual modelo de desarrollo, el cual está íntimamente asociado a una dinámica inserción en un mundo cada vez más competitivo. Para tener éxito, necesariamente debemos reducir nuestra alta dependencia en aquellas fuentes no renovables de energía que resultan ser caras y contaminantes.



China y Chile han recientemente suscrito un acuerdo de cooperación en materia ambiental, que potencia el Tratado de Libre Comercio bilateral en operación desde el 1 de octubre de 2006. Sus líderes han privilegiado una discusión amplia sobre los retos que ambos países enfrentan para el futuro desarrollo y seguridad de sus pueblos en foros multilaterales tales como APEC. De ahí que resulta natural pensar en incorporar a China entre aquellos referentes a emplear cuando requerimos de experiencias, modelos o incluso de tecnología a utilizar en un Chile que debe tener soluciones concretas en materia energética sobre la mesa no sólo para el 2010, sino para el 2020 y más allá también.



La experiencia de China en estas materias energéticas bien puede ser un referente para Chile. Se trata de un país empeñado en atraer una mayor cantidad de inversión extranjera directa en tecnología de punta ideada tanto por parte de grandes conglomerados internacionales como también por sus propios centros de investigación, en alianzas con empresas estatales. Quienes hayan visitado China en los últimos años se darán cuenta, solamente con un giro de la cabeza, que se trata de un país que ha hecho una fuerte apuesta financiera para renovarse e innovar, ya que reconoce que la dependencia en fuentes energéticas foráneas no renovables es un riesgo que atenta contra el éxito de su futuro desarrollo.



Mea culpa



En China nadie pone en duda que el medio ambiente ha sido la moneda de cambio que ha pagado su población para poder experimentar el explosivo crecimiento que, en unos 25 años, ha permitido sacar a millones de personas desde las manos de la pobreza, especialmente aquellos que habitan en zonas rurales. Producto de una rápida industrialización basada en fuentes contaminantes tales como el carbón y el petróleo, gran parte del territorio chino presenta hoy señales catastróficas en materia de calidad de suelos, aire y aguas. Los procesos de desertificación se han intensificado y son decenas los lagos que han visto sus caudales desaparecer. Lluvia ácida cae sobre praderas destinadas a la producción de alimentos y un alto porcentaje de las reservas subterráneas de agua también sufren los efectos de la contaminación.



De ahí que desde el 2005, el gobierno central ha privilegiado su accionar en torno a la construcción de una sociedad que se desarrolla en armonía consigo misma y con su entorno, convirtiendo al país en aquel que invierte la mayor cantidad de recursos humanos y financieros en la búsqueda e implementación de recursos energéticos que le otorguen un mayor grado de seguridad y sustentabilidad al nuevo modelo de desarrollo promovido por gobierno del presidente Hu Jintao. Se trata de crecer económicamente, pero ahora con una mayor conciencia sobre el vínculo que existe entre la persona, el medio ambiente y el futuro de un país cada día más protagonista de lo que sucede en el planeta.



Estrategia



Ahora bien, el año pasado China se convirtió en el octavo productor de energía eólica del planeta, con instalaciones capaces de generar unos 37 millones de KW, a un costo de US$600 millones. El establishment político apunta poner en operación, al 2020, la suficiente cantidad de molinos de viento de última generación capaces de generar mil millones de KW de energía. La iniciativa representa en términos comparativos, construir 50 represas hidroeléctricas del tamaño y cobertura como las Tres Gargantas, la mayor instalación de su tipo en el mundo, mas sin los efectos sociales, ambientales y discusiones éticas que han estado asociados a la migración forzada de millones de habitantes que vieron sus villas y ciudades quedar cubiertas por decenas de metros de agua.



China se ha puesto como meta contar con fuentes renovables de energía diseminadas en todo el país, para así abastecer en un 30% los requerimientos industriales y de personas al 2050. Entre las tecnologías de punta que ya se encuentran operando para alcanzar tal meta, están aquellas plantas que dependen de desechos de trigo y de basura para convertirse luego de un proceso, en energía. Su operación actual permite ahorrar unas 80 millones de toneladas de carbón, siendo el objetivo final poder reemplazar un total de 500 millones de toneladas de este mineral, al 2020.



En términos de inversión en proyectos eólicos, solares, biomasa e hidroeléctricos, China ha comprometido unos US$ 100 mil millones dirigidos a la investigación, producción y construcción de instalaciones en todo el país, al 2020. Ciertamente para el público chino, las fuentes de energía renovables también tienen un fin social, pues incorporan a la fuerza laboral a decenas de miles de personas en localidades rurales quienes, en su mayoría, son la mano de obra que construye y posteriormente opera proyectos tales como las granjas eólicas en Shenzhou (30.6 MW) o en Ningxia Yinyichang (49.5 MW). Actualmente existen molinos de viento operando en Weihai, provincia de Shandong, con el apoyo tecnológico proveniente desde España y Alemania.



En materia de energía solar, los próximos Juegos Olímpicos a realizarse el 2008 en Beijing se caracterizarán por el empleo de este tipo de energía limpia para potenciar a varias de las instalaciones, en especial la piscina y todo el sistema de iluminación en la villa que albergará a los atletas. El 90% del agua caliente en la villa olímpica será provendrá de instalaciones solares específicamente diseñadas y ubicadas estratégicamente en los jardines de la misma. A la vez, en el 2010, China contará con un centro de investigación, diseño e implementación de tecnología solar. Se trata del Wuxi Shangde SunTech Solar Energy Power Company, la cual estará ubicada próxima a la ciudad de Shanghai, como parte de las metas que persigue mostrar dicha ciudad cuando albergue la Exposición Universal, donde Chile también estará presente por medio de un pabellón.



Finalmente, en lo que se refiere a la generación de energía hidroeléctrica, China actualmente es el país que mayor cantidad de represas y productor de KW por medio de este recurso. Un 24% de la energía en China proviene de lo que generan plantas que aprovechan los caudales de ríos ubicados en las provincias de Sichuan, Yunnan y en el noroeste del país. Al 2020, la capacidad de generación de electricidad hidroeléctrica en China superará los 250 millones de KW.



La relación entre Chile y China se ha construido principalmente sobre las fortalezas que han surgido por medio de una larga lista de «Primeros»: el primer país sudamericano en reconocer el gobierno de Beijing como el legítimo representante de los intereses del pueblo chino; el primer latinoamericano en reconocer su calidad de «economía de mercado» y el primer país latinoamericano en culminar las negociaciones tendientes al ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio. El momento está suficientemente maduro para que Chile y China construyan conjuntamente un nuevo «Primero». Esta vez, en lo que a la investigación y el empleo de energías limpias y renovables se refiere.



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Mario Ignacio Artaza. Primer Secretario del Servicio Exterior, director ProChile Beijing

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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