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WikiLeaks y los secretos de los medios

Andrés Azócar
Por : Andrés Azócar Periodista y director Escuela de Periodismo de la UDP
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La tremenda gracia de Internet no es que sea un medio (no lo es) ni que sume a todos en un solo espacio. Su mayor virtud es que abrió una ventana para ver lo que no podíamos ver, para comentar lo que nos era vedado, para hacer de la comunicación algo elástico y más participativo, para observar que la impunidad mantenía sus «privilegios», pero ahora con algunos costos.

El flujo social no cambió el escenario en Irán a pesar de la explosión de la revolución verde el año pasado, pero probablemente impidió que la represión fuera peor. Los costos de imagen para Israel después del asalto a la flota humanitaria seguro son más altos gracias a la gran cantidad de información que recorrió las redes en EE.UU. han sido las redes sociales (a su manera) y no el Presidente Obama las que rápidamente golpearon a la BP por el desastre en el Golfo de México, mientras los medios eran alejados del lugar del accidente y, en parte, de los ejecutivos.

La impunidad muchas veces es «olvidada» por la industria de los medios tradicionales y en otras ocasiones se privilegia el interés general. Los medios viven hoy de espacios cedidos a sus avisadores y es terreno difícil de recuperar, especialmente en un país con pocos medios. Ese es el mundo que ha abierto Internet y que entrega muchas posibilidades para crear otros tipos de periodismo (no me refiero al «ciudadano» que hoy es un aporte muy pequeño) y otras formas de publicar. Es el caso de Julian Paul Assange, el fundador de WikiLeaks. El sitio consiguió mayor renombre este año al divulgar las imágenes de un helicóptero Apache asesinando a 18 civiles (dos periodistas Reuters entre ellos), pero ya hace rato que se había generado un renombre. La historia de Julian Assange es la de WikiLeaks.

Pasa todo del año como un nómade de un lugar a otro recolectando historias y sumando adherentes para colaborar el periodismo-activista que persigue. Hoy el sitio (que se fundó en 2006) ya suma más de 1,2 millones de artículos, básicamente documentos filtrados con contenido complejo en diversas áreas, desde religiosas y militares. Todas (o casi todas) destinadas a dañar la «reputación» o el artificio creado por el poder, en su más amplia expresión. Es tal su importancia que Julian Assange tiene respaldada la información en más de 20 servidores y bajo cientos de dominios diferentes. La idea es evitar que desplomen al sitio, blanco de cientos de enemigos. Pero eso no evita que ya hayan enfrentado decenas de demandas. Para Julian Assage lo que hacen es periodismo y es lo que revela, con matices, el siguiente artículo del New Yorker.

The house on Grettisgata Street, in Reykjavik, is a century old, small and white, situated just a few streets from the North Atlantic. The shifting northerly winds can suddenly bring ice and snow to the city, even in springtime, and when they do a certain kind of silence sets in. This was the case on the morning of March 30th, when a tall Australian man named Julian Paul Assange, with gray eyes and a mop of silver-white hair, arrived to rent the place. Assange was dressed in a gray full-body snowsuit, and he had with him a small entourage. “We are journalists,” he told the owner of the house. Eyjafjallajökull had recently begun erupting, and he said, “We’re here to write about the volcano.” After the owner left, Assange quickly closed the drapes, and he made sure that they stayed closed, day and night.

The house, as far as he was concerned, would now serve as a war room; people called it the Bunker. Half a dozen computers were set up in a starkly decorated, white-walled living space. Icelandic activists arrived, and they began to work, more or less at Assange’s direction, around the clock. Their focus was Project B—Assange’s code name for a thirty-eight-minute video taken from the cockpit of an Apache military helicopter in Iraq in 2007. The video depicted American soldiers killing at least eighteen people, including two Reuters journalists; it later became the subject of widespread controversy, but at this early stage it was still a closely guarded military secret.

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