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Punta de Choros, los medios y las redes sociales

Andrés Azócar
Por : Andrés Azócar Periodista y director Escuela de Periodismo de la UDP
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Si uno analiza con calma todo lo que ocurrió con la aprobación de la termoeléctrica Barrancones no es complejo sacar conclusiones sobre el rol de los medios, las redes sociales y especialmente sobre la fuerza de las comunidades organizadas virtualmente.

Primer punto: Hoy ya no es relevante la vieja discusión de los medios sobre qué contenidos entregar a la audiencia. La gran pregunta que se han  hecho los periodistas por los siglos de los siglos es si los medios deben dar a las audiencias lo que ellos quieren y buscan o, al revés,  sólo deben entregar lo que los editores y directores creen que es información relevante. Evidentemente esta idea parte de una visión paternalista sobre una opinión pública subestimada. Hoy las audiencias gozan de autonomía para imponer sus temas y sin filtros editoriales. En EE.UU.,  un mes después de desatada la tragedia petrolera en el Golfo de México, los medios de comunicación tradicional habían restado espacio al vertido en su cobertura (de un 43% a un 15%), mientras el interés por el tema se mantenía en más del 40% de la población. En Twitter, el desastre de la British Petroleum aparecía en 1 de cada 4  Tweets. Si se considera el alto número de usuarios de esta red social en EE.UU. era fácil para un editor deducir que no debía abandonar el tema y aprovechar el ritmo de las redes. Pero si no lo hizo, tampoco es importante, las redes se transformaron en comunidades, las comunidades se alimentaron de información  y generaron su propio flujo comunicacional.

Segundo Punto: Un hecho puede crear organizaciones espontáneas tan fuertes como las ya constituidas. Twitter y Facebook explotaron luego de la decisión de la Corema de aprobar la planta a 20 kilómetros de Isla Choros. En pocas horas la palabra “termoeléctrica” era Trending Topic y el twibonn con el pingüino se multiplicaba en los avatares de los usuarios más comprometidos. En pocos minutos quedó demostrado que los Bárbaros –siguiendo la analogía de Baricco– habían invadido el territorio y por supuesto, la razón daba paso a la pasión, tal como ocurre fuera de la web. Pensar que la discusión se daría entre los elegidos en no entender para nada el funcionamiento de las redes. Por supuesto, los RT abrumaban a algunos nobles y empinados tuiteros que pedían datos, precisión y cordura a la hora de argumentar. Las pequeñas comunidades acostumbradas a que las escuchen ahora debían escuchar. La histeria, como se lo escuché a un académico tuitero, ahora era rasgo de los invadidos, no de los invasores “ignorantes”. Como dice Fogel “Las masas que irrumpen en las redes no configuran una masa integrada, pero a veces pueden simularlo”. Cuando apenas había claridad de lo que pasaba, la  comunidad robustecida ya estaba en una segunda etapa: organizar marchas en todo el país. El triunfo del tiempo real, del flujo y de la conectividad. Algo que es común en países con redes sociales más musculosas, hacía su debut en Chile. La lección que se aprendió estos días es que las comunidades pueden organizarse rápidamente y volverá a repetirse, porque de esta constitución espontánea se creó un hecho político. Un gobierno que capitalizaba su excelente trabajo para rescatar a los mineros, se enfrentaba a un tema que no controlaba ni, por supuesto, había sido capaz de anticipar. Mientras mayor sea la cantidad de usuarios de las redes sociales, mayor será la cantidad de temas que el gobierno deberá monitorear. Otra cosa, igual que lo que ocurre con los medios, es que tomen en cuenta a estas grupos sólo constituidos por un hecho puntual.

Tercer punto: Los medios usan las redes pero olvidan los más importante. La mayoría de los medios nacionales tienen Twitter muy activos, pero desconocen el comportamiento de la red. Hace rato que sabemos que Internet no es un medio, sino un entorno social, con audiencias que se construyen de diferente manera…el punto es que los medios no monitorean con eficiencia las redes. Y por eso no supieron adelantarse a este tema, así como les ha costado entender un Chile que cambió. Hoy una reserva ecológica es más importante que hace 10 años y la gente está mucho más conectada. Pero los medios no han sabido aprovechar los flujos de información que generan las redes.  Quizás nublados por la abrumadora cobertura de rescate de los mineros, quizás porque Punta Choros queda muy lejos de Santiago y quizás porque el medio ambiente ha entrado a la fuerza (desastres) a la agenda tradicional, el hecho final es que el día de la votación de la Corema, el conflicto no estaba en la web de ningún medio tradicional (tampoco en El Mostrador, sorpresa) , apenas se asomaba en los noticieros televisivos (salvo CNN Chile) y obviamente no era parte del menú de los diarios de ese día. Esto, descontando a los medios que creen que los ambientalistas son hjippies irresponsables. Los tiempo han cambiado para los medios y también para los periodistas. Obviamente no estoy diciendo que las redes son las encargadas de marcar la pauta de los medios, pero lo que ahí sucede ya no es sólo una anécdota con forma de hashtag.  Como decía Fogel: “¿Finalmente qué es un periodista hoy? Arquitectos de los flujos, importados y exportados (con el valor añadido de sus fuentes)”. Creo que es esto y mucho más. Pero es esto.

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