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Energía: las decisiones que hay que tomar

Si el ejemplo sueco es tan admirado, aceptémoslo en su integridad: desarrollemos nuestra capacidad hidroeléctrica, reforcémosla con energía térmica que sea la menos contaminante, protejamos nuestros humedales y santuarios naturales, abordemos la energía nuclear, rebajemos el costo de la energía a los consumidores y recurramos también a las energías no convencionales, para garantizar que a nadie le falte la energía en Chile.


Los consumidores en nuestros hogares  usamos menos del 20% de la energía que se utiliza en el país. Eso sí, pagamos la cuenta casi completa de lo que en total se consume pues con la excepción de la minería, la energía de los grandes centros comerciales, de los supermercados, de la industrias fabricantes de todos los productos, del Metro y de la iluminación pública, es traspasado a costos y pagado como un recargo en los precios a los consumidores.

Por eso desde hace una década las organizaciones de consumidores han privilegiado que, en cuánto a energía eléctrica, lo fundamental para la población chilena es contar con electricidad suficiente, segura, sin cortes ni racionamientos y disponer de ella al menor precio posible. Hasta ahora esto ha sido una simple quimera: el costo de la energía en los pasados 7 años, se ha duplicado y es de las más caras a nivel del continente. Esto reduce productividad global del país, dificulta la competitividad de nuestros productos y está detrás del alto desempleo que afecta por igual a consumidores y trabajadores.

Además ha habido múltiples cortes generales de electricidad y hasta ahora, nadie conoce los resultados de las investigaciones y largos sumarios que generalmente terminan en multas a beneficio fiscal y  sin mejorar el sistema. El precio de nudo de la energía eléctrica (a nivel de generación) es actualmente en Santiago de $ 56,48  el Kwh. Lo que pagamos los consumidores en Santiago en nuestros hogares es de $107 el kwh.

El sistema de distribución eléctrica a lo largo del país acumula una rentabilidad del 12 % en los últimos 9 años. En especial Chilectra. La empresa distribuidora en el gran Santiago tuvo una rentabilidad promedio de  20% en esos años, que coincide con su rentabilidad en el año 2009.

[cita]Las organizaciones de consumidores defendemos la calidad de vida  de todos los chilenos, tal como lo hace el movimiento ecologista. Pero tenemos una sustancial diferencia: aceptamos que debe haber un equilibrio entre las  exigencias medioambientales y el desarrollo y crecimiento económico.[/cita]

La primera duda que surge es el por qué de estas altas rentabilidades, si el sistema regulado se basa en establecer una empresa modelo, en cuanto a inversión y costos operativos y garantizar una rentabilidad que no debiera superar el 10% anual.

La explicación puede estar al aplicar la llamada expectativa del costo marginal. Si el año es seco, la proporción de la  energía hidroeléctrica se reduce y el costo marginal sube. Pero si el año es lluvioso, por razones misteriosas, no baja. Si se termina el gas natural argentino y hay que reemplazarlo por petróleo diesel  el costo sube, pero cuando llega el gas natural licuado no baja, aunque el precio de ese gas está bajando sensiblemente. Conclusión: los consumidores estamos pagando energía cara, insegura y con nuevas alzas ya anunciadas.

Hay un problema de fondo que no sólo afecta a los consumidores, sino que a todo el desarrollo económico del país. No existe un plan que proyecte en el mediano y largo plazo la generación, transmisión y distribución eléctrica. El mercado por si solo ha demostrado que no soluciona automáticamente el problema de la energía y que si se orienta a las soluciones más rentables, daña seriamente el medio ambiente.

Las organizaciones de consumidores defendemos la calidad de vida  de todos los chilenos, tal como lo hace el movimiento ecologista. Pero tenemos una sustancial diferencia: aceptamos que debe haber un equilibrio entre las  exigencias medioambientales y el desarrollo y crecimiento económico. Y esta posición que pareciera tan  fácil de cumplir  y que hasta el ex ministro Hernán Buchi la plantea, ha resultado en la práctica muy difícil de llevar adelante.

Hay dos consideraciones principales que deben señalarse: la geografía de nuestro país, largo y estrecho, con una cordillera que nos recorre de norte a sur y que acumula nieve y aguas lluvias exige una línea de transmisión en alta tensión que recorra todo el país, pues no se puede pensar en  que la energía eléctrica generada por cualquier medio  se consuma en sus vecindades y justo en el momento que se produce. La energía eléctrica una vez generada no puede acumularse, debe transmitirse y consumirse de inmediato. Incluso todas las formas de energía no convencional, las eólicas, las solares con celdas fotovoltaicas, las geotérmicas y las llamadas hidráulicas de pasada  requieren de una línea de transmisión y esta línea que en Chile se ha  construido por parches se basa en grandes torres metálicas con cables  que afean el paisaje. Y para mayor seguridad, se requeriría  no una sola línea de transmisión, sino que dos, para asegurar el suministro a todo evento y a lo largo del país. Oponerse a la existencia de esas líneas de transmisión es condenar el país al atraso y a la pobreza.

Además es absurdo recurrir a la comparación con los países escandinavos, en especial Suecia, que teniendo una geografía  parecida a la de Chile, se han volcado  a generar  su energía eléctrica por medios no convencionales y a tener ciudades limpias de contaminación. Estas comparaciones resultan engañosas, pues en el caso de Suecia se ha utilizado, primero y prioritariamente, toda la capacidad de energía hidroeléctrica potencial existente, se la ha respaldado por un 50% de capacidad con plantas nucleares y finalmente se ha interconectado su red eléctrica con los países vecinos para asegurar el suministro a todo evento.

Por eso si el ejemplo sueco es tan admirado, aceptémoslo en su integridad: desarrollemos nuestra capacidad hidroeléctrica, reforcémosla con  energía térmica que sea la menos contaminante, protejamos  nuestros humedales y santuarios  naturales, abordemos la energía nuclear, rebajemos el costo de la energía a los consumidores y recurramos también a las energías no convencionales, para garantizar que a nadie le falte la energía en Chile.

Estamos confiados que el interés de los consumidores en materia energética terminará por coincidir con el interés global del país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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