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Indignados, desigualdades y poder

Roberto Meza
Por : Roberto Meza Periodista. Magíster en Comunicaciones y Educación PUC-Universidad Autónoma de Barcelona.
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La caída de la “cortina de hierro”, la expansión mundial del capitalismo, la especulación financiera, la acumulación de la riqueza en pocas manos y la resultante convergencia de las clases políticas de izquierda y derecha en torno a objetivos “nacionales” regidos por los poderes de las mega empresas, han terminado por poner en tela de juicio la democracia representativa, paradojalmente el valor político sustantivo por el cual millones de personas celebramos la caída del Muro de Berlín. De allí el grito “Democracia real, ya”.


Los “indignados” de Barcelona decidieron seguir acampado en la céntrica Plaza Cataluña, “hasta encontrar una alternativa válida para transformar el movimiento” tras las elecciones del 21 de mayo en las que la derecha PP derrotó al oficialismo PSOE. Pero como las notas de las agencias internacionales no daban cuenta sobre qué es lo que verdaderamente quieren los “indignados” (pues barrunto que no era volver a un Gobierno de derecha), recurrí a la web.

Me enteré que no obstante su multiplicidad de intereses, a los manifestantes los unen al menos tres factores: son en su mayoría jóvenes auto-convocados a través de las redes sociales digitales, “preocupados –dicen- por el panorama político (en especial el sistema electoral duopólico hispano); el económico y social (la cesantía afecta al 21% de la fuerza de trabajo y al 45% de los jóvenes); la corrupción de políticos, empresarios y banqueros -y, en fin-, la indefensión del ciudadano de pie”, como declaran en su plataforma “Democracia real ya”, surgida como acuerdo básico después de la ocupación de plazas en diversas ciudades españolas.

Según analistas, el movimiento debería su éxito a la cercanía e historia de la península ibérica con los levantamientos árabes y, según varios, hay claros paralelismos entre La Puerta del Sol en Madrid y la Plaza Tahrir de El Cairo. Agregan que al ser un movimiento espontáneo, sin líderes y sin organización detrás, hay demandas para todos los gustos, aunque la principal es un cambio del sistema económico -que no refleja los intereses y demandas ciudadanas- y político electoral, que quieren más equitativo con los partidos minoritarios y poder votar por candidatos individuales y no por listas cerradas, como ahora. “No somos anti-sistema. El sistema es anti-nosotros”, dicen.

[cita]La correspondencia, aunque no perfecta, entre concentración y problemas sociales comienzan a surgir con evidencia. Tres de los seis países con mayor densidad de grandes patrimonios se encuentran en Medio Oriente: Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes. Y los problemas en Japón y EE.UU. son conocidos.[/cita]

Con matices y excepcionalidades, según los estudiosos del fenómeno, la reacción del estamento político hispano frente al fenómeno fue primero, ignorar el movimiento; segundo, tratar de hacer propias las demandas del movimiento; y tercero, “mirar los toros desde la barrera”. ¿Le suena conocido?

Por otro lado, una información publicada por el Diario Financiero on line señaló que según el último informe del The Boston Consulting Group, los hogares millonarios representan el 0,9 % de todos los hogares del mundo, pero poseen el 39 % de la riqueza, aumentando la concentración frente al 37% de 2009. El número de millonarios creció 12,2 % en 2010 –en medio de la crisis-, hasta alcanzar 12,5 millones. El mayor número de hogares acaudalados está en EE.UU., con 5,2 millones (de sus 300 millones de habitantes), seguido por Japón, China, Reino Unido y Alemania. Y los países cuya riqueza mostró mayor crecimiento, casi correlativamente, fueron EE.UU., China y Reino Unido, aunque se les unió India.

¿Cuánto dinero manejan estas 12,5 millones de familias? Pues US$ 47,5 millones de millones, es decir, un “per familia” de US$ 3.840 millones. Y como el PIB mundial anda por US$ 60 millones de millones anuales, estos 12,5 millones de grupos parentales ultra ricos del orbe podrían comprar y decidir qué hacer con cerca del 80% del producto de la humanidad por todo un año. ¿Habrá mayor acumulación de recursos y poder equivalente en la historia?

La correspondencia, aunque no perfecta, entre concentración y problemas sociales comienzan a surgir con evidencia. Tres de los seis países con mayor densidad de grandes patrimonios se encuentran en Medio Oriente: Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes. Y los problemas en Japón y EE.UU. son conocidos. También explican el dispendio y lujo extremo como aquel yate para 24 pasajeros y 32 tripulantes que está diseñando Kim Hyun-Seok, Premio del Milenio 2011 Yacht Design, y cuya más reciente creación tendrá de 125 metros de largo, con un pequeño campo de golf en cubierta. Mientras tanto, en el mundo hay mil millones de personas que viven con menos de un dólar diario.

Si teóricamente el PIB mundial de US$ 60 millones de millones se redistribuyera con un coeficiente Gini de 0, es decir, en perfecta igualdad, el per cápita mundial sería de alrededor de US$ 10 mil anuales, lo que, multiplicado por un promedio de cuatro personas por familia, daría US$ 40 mil por hogar, es decir, alrededor de 1,5 millón de pesos mensuales. En término chilenos, podríamos vivir todos como esforzadas personas de nuestra aguerrida clase media. Pero, claro, es un cálculo especulativo que sirve apenas para medir los efectos de la riqueza y la enorme desigualdad a la que hemos arribado tras 200 años de libertad económica.

Tal como a nuestra generación no extrañó entonces, el surgimiento del comunismo, no sorprenda ahora la emergencia de “indignados”, en especial en medio de una crisis que llegó para quedarse por largos años. Las cifras en EE.UU. y China muestran que viene una nueva ralentización de la economía mundial, hecho que ha vuelto a poner nerviosos a nuestros 12,5 millones de “tesoreros de Dios”. Como son legítimos propietarios y deciden sobre sus recursos, ante estas señales restringen sus decisiones de inversión (porque habrá menos personas que puedan comprar lo que producirían) y prefieren “ahorrar” en petróleo, cobre, oro y otros commoditys. Y aunque más demanda y mayores precios favorecen a naciones que, como Chile, han sufrido por años la desventura de la mono-producción de materias primas a bajo precio, ahora, el exceso de dólares y bajo tipo de cambio amenaza con una eventual “enfermedad holandesa” que puede dejarnos exportando sólo cobre e importando todo lo demás, hasta que la furia de demanda por el metal rojo se acabe.

A 140 años de la comuna de París, un fantasma parece volver a recorrer el mundo. Es el fantasma del descontento de jóvenes cuyo amplio acceso a la información, gracias a Internet y las telecomunicaciones, los hace difíciles de convencer sobre los paradigmas que contuvieron a sus padres en la esperanza de un mundo mejor. La caída de la “cortina de hierro”, la expansión mundial del capitalismo, la especulación financiera, la acumulación de la riqueza en pocas manos y la resultante convergencia de las clases políticas de izquierda y derecha en torno a objetivos “nacionales” regidos por los poderes de las mega empresas, han terminado por poner en tela de juicio la democracia representativa, paradojalmente el valor político sustantivo por el cual millones de personas celebramos la caída del Muro de Berlín. De allí el grito “Democracia real, ya”.

Mientras tanto, según el estudio de The Boston Consulting,  hasta el 2015 la riqueza global podría crecer a una tasa anual del 5,9% y alcanzar los US$ 162 millones de millones gracias a los mercados de capitales y crecimiento del PIB en muchos países, entre ellos, nosotros. Aunque, por cierto, de aquel aumento, el 40% irá a dar a sólo 12,5 millones de los 6.500 millones de personas que habitamos la Tierra.

Por sus commodities, mano de obra barata y seguridad institucional, la riqueza crecerá a más velocidad en mercados emergentes, como nosotros, India y China. En ese marco, curiosamente la socialista China ha experimentado el crecimiento más rápido en el número de sus propios multimillonarios, que aumentaron 30% en un año, no obstante los altos niveles de pobreza de 700 millones de personas que habitan en sus campos. ¿Cómo extrañarnos, entonces, por tanto indignado?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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