Publicidad

La democracia de los Golpes

Eugenio Rengifo
Por : Eugenio Rengifo Profesor de la UAI
Ver Más

Estas actitudes acercan más a la UDI a una facción de notables, que al partido popular de masas, que se había intentado dibujar en los discursos. Y muy distinto, por cierto, al carisma popular que intentó imprimirle su propio fundador, Jaime Guzmán.


El golpe en la mesa que ha dado Pablo Longueira en el último consejo general de la UDI representa una importante amenaza al principio de democracia interna de las colectividades políticas, consagrado en la Ley Orgánica Constitucional de Partidos.Además, retrotrae a la UDI a la lógica que tuvo durante los noventa y principios de la década pasada, cuando actuaba como grupo  monolítico y sin elecciones internas.

Justo en el momento en que la sociedad pide más y mejor política, el partido que concentra la mayor preferencia de los electores aboga por prácticas que a estas alturas aparecen como antidemocráticas y alejadas de cualquier ideal de representatividad. Con ello, reafirma la postura de los movimientos sociales que critican la forma en que se toman las decisiones en este país, sin espacio para la deliberación y en una lógica cupular que corta todo vínculo con las bases de la sociedad.

[cita]Estas actitudes acercan más a la UDI a una facción de notables, que al partido popular de masas, que se había intentado dibujar en los discursos. Y muy distinto, por cierto, al carisma popular que intentó imprimirle su propio fundador, Jaime Guzmán.[/cita]

La democracia está en crisis y la nueva directiva UDI parece ignorarlo, actuando como si todo siguiera igual como lo fue durante los primeros años de recuperación democrática, cuando la casa de calle Suecia actuaba como la guardia pretoriana del General Pinochet y no existía espacio para detenerse a pensar en el funcionamiento interno del partido. Para el sistema político en general, lo importante era mantener a los militares en los cuarteles y garantizar la abusada paz social.

Si bien nos habíamos acostumbrado a que las colectividades actuaran respetando a medias la institucionalidad partidista, la señal que se entrega es la de un partido que puede jugar a ser democrático mientras no existan mayores desafíos, pero que a la primera de cambio vuelve a un estado pre-democrático e involuciona en sus prácticas, o bien, quita el velo sobre algo que algunos incautos pensamos que había cambiado. De todas formas, estas actitudes acercan más a la UDI a una facción de notables, que al partido popular de masas, que se había intentado dibujar en los discursos. Y muy distinto, por cierto, al carisma popular que intentó imprimirle su propio fundador, Jaime Guzmán.

El lento pero sostenido avance que la UDI tuvo durante estos 20 años en cuanto a la conquista de democracia interna, que comenzó con las tímidas peticiones para que se instauran procesos eleccionarios dentro de sus filas y que pretendió pasar luego a la idea de un militante un voto, quedó completamente sepultado luego del sorpresivo giro que implicó el “Golpe de Cauquenes”. Parece a lo menos curioso, que el discurso y la acción de un solo actor puedan transformar de tal manera el escenario, pasar por alto la institucionalidad y, de  paso, poner en cuestión las reglas del juego que la misma Ley Orgánica Constitucional de Partidos mandata. Es plausible pensar que se trata de un ejercicio más concertado que espontáneo.

La irrupción de estos discursos mesiánicos y acciones pragmáticas, en que se coopta a todos los sectores del partido, incorporándolos a la mesa de manera direccionada, anula cualquier espacio de crítica dentro de sus muros y olvida por completo la democracia interna. ¿Qué imagen entrega la nueva directiva? Una mesa compuesta solo por hombres, donde la juventud y los nuevos liderazgos son los grandes ausentes, donde el mundo municipal no está representado y lo local brilla por su ausencia. Esta “nueva” directiva representa un partido completamente distinto al que se nos trató de acostumbrar durante los últimos años, donde existieron figuras jóvenes, espacios para el recambio político, inclusión de género y donde hubo espacio para posturas novedosas y osadas como el Acuerdo de Vida en Común (AVC).

En momentos en que el país sufre una crisis de legitimidad del sistema político, reflejado en las bajas cifras de aprobación del gobierno, partidos y parlamentarios, una acción como la que Longueira logró detonar en la UDI, es doblemente preocupante. Primero, por la validez de las reglas del juego de la política y, segundo, porque demuestra una desconexión total con las demandas ciudadanas de más representatividad e instituciones más participativas y democráticas. Finalmente, sorprende que luego de atestado el golpe, el principal actor desaparezca del mapa, nadie levante la voz dentro del partido y todos se conformen con el formalismo de la renuncia de la directiva, cuando lo que efectivamente ocurrió fue un “golpe de Estado” solventado en las armas del poder fáctico y el carisma de un líder mesiánico dentro de la UDI.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias