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España: la crisis como la lluvia en Macondo

Joan del Alcàzar
Por : Joan del Alcàzar Doctor en Historia por la Universitat de València. Actuó como Perito de la Acusación ante la Audiencia Nacional de España contra Augusto Pinochet.
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El gobierno español es impotente, con o sin el impuesto sobre el patrimonio que ha dividido al propio Ejecutivo y al Partido Socialista. La derecha que vendrá será igual de impotente, pero lo será sin complejos para jibarizar el Estado de Bienestar, para «externalizar» los servicios públicos básicos.


En el Macondo garciamarquiano llovió durante cuatro años, once meses y dos días. Llovió hasta que los hombres tenían la piel verde de alga. Algo así parece que nos va a pasar con la crisis en España. Son ya varias las ocasiones en las que anunciaban que iba a despejarse el cielo, pero una manta de lluvia interminable sigue cayendo sobre nosotros.

Poco que resulte efectivo estamos haciendo contra este diluvio bíblico que padecemos. Recortes, apretadas de cinturón, cargas cada vez más onerosas, destrucción de puestos de trabajo, cierre de empresas, reducciones salariales, incrementos de jornada laboral, interinos despedidos, retraso de la edad de jubilación, estrangulamiento de los servicios públicos y.. . llueve, y llueve, y llueve. Como en Macondo.

[cita]El gobierno español es impotente, con o sin el impuesto sobre el patrimonio que ha dividido al propio Ejecutivo y al Partido Socialista. La derecha que vendrá será igual de impotente, pero lo será sin complejos para jibarizar el Estado de Bienestar, para «externalizar» los servicios públicos básicos.[/cita]

¿Qué podemos hacer contra esta lluvia que no lleva traza de parar? Cada vez la actividad económica es menor, lo que hace que la recaudación fiscal mengüe. Con menos recursos propios, hacen falta más recursos ajenos, lo que nos obliga a elevar los tipos de interés para hacernos atractivos para los inversores. Estos desconfían de que les paguemos y nos piden intereses más elevados. Cada vez, por lo tanto, debemos dedicar más recursos a atender las exigencias financieras de este endeudamiento, para lo cual tenemos que volver a ajustar el gasto, y así de recorte en recorte hasta la derrota, hasta la quiebra final.

El gobierno español es impotente, con o sin el impuesto sobre el patrimonio que ha dividido al propio Ejecutivo y al Partido Socialista. La derecha que vendrá será igual de impotente, pero lo será sin complejos para jibarizar el Estado de Bienestar, para «externalizar» los servicios públicos básicos. Para cargar definitivamente contra la escuela y la sanidad pública, convirtiéndola en un remake de la antigua Beneficencia para los pobres. Los que no sean pobres, -te explican en privado gente del Partido Popular-, que se contraten seguros sanitarios privados o que matriculan a sus hijos en colegios privados o concertados, donde no tendrán que compartir aula con la chusma inmigrante, ni sufrir la dictadura lingüística de los separatistas de siempre.

Felipe González (¿cómo es que Zapatero fue el sucesor?) dice que el duele ver al Partido Socialista con los brazos caídos. Todo hace pensar que ya tienen la piel verde de alga. Quizás desde la izquierda estamos todos recitando el monólogo «Isabel viendo llover en Macondo»: «En la expresión de los hombres, en la misma diligencia con que trabajaban se advertía la crueldad de la frustrada rebeldía, de la forzosa y humillante inferioridad bajo la lluvia. Yo me movía sin dirección, sin voluntad. Me sentía convertida en una pradera desolada, sembrada de algas y líquenes, de hongos viscosos y blandos, fecunda por la repugnante flora de la humedad y de las tinieblas. Yo estaba en la sala contemplando el desierto espectáculo de los muebles amontonados cuando oí la voz de mi madrastra en el cuarto advirtiéndome que podía contraer una pulmonía. Solo entonces caí en la cuenta de que el agua me daba en los tobillos, de que la casa estaba inundada, cubierto el piso por una gruesa superficie de agua viscosa y muerta».

¿Y qué haremos mientras no deja de llover?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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