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La reforma tributaria que Chile necesita

¿Qué es lo que debemos exigir entonces de una reforma tributaria en serio? Primero, que recaude una cantidad significativa de recursos. Y segundo, que el esfuerzo recaiga en los sectores de mayores ingresos, pues es hora de que los ricos comiencen a pagar más impuestos.


Después de varios titubeos, la administración Piñera ha anunciado que propondrá una reforma tributaria. Como esta reforma no estaba en su programa de gobierno, y durante dos años negó que fuera necesaria, es válido preguntarse si la reforma que se propondrá será un simple acto de ilusión política para responder a la demanda ciudadana, o si se trata verdaderamente de la reforma tributaria que Chile necesita.

Mientras esperamos conocer los detalles del proyecto, los anuncios de las autoridades de Hacienda llevan a pensar que se tratará una reforma más bien modesta, que no abordará los desafíos de fondo de nuestro sistema tributario.

Un primer desafío es que el Estado pueda contar con recursos suficientes para proveer más y mejores bienes públicos, acorde a lo que demanda la ciudadanía. En este sentido, el Gobierno ha anunciado que su reforma espera recaudar US$ 700 millones anuales. Si consideramos que en los últimos dos años se han generado significativos compromisos de gasto público sin aumentar de manera equivalente las fuentes de financiamiento, esta cifra a duras penas alcanzará para cubrir los compromisos ya adquiridos.

[cita]¿Qué es lo que debemos exigir entonces de una reforma tributaria en serio? Primero, que recaude una cantidad significativa de recursos. Y segundo, que el esfuerzo recaiga en los sectores de mayores ingresos, pues es hora de que los ricos comiencen a pagar más impuestos.[/cita]

Es así como la eliminación de la cotización para salud de los jubilados, la extensión del posnatal, el llamado Ingreso Ético Familiar y los mayores beneficios ya comprometidos en educación superior implican en conjunto cerca de 850 millones de dólares anuales en régimen. A ello habría que sumar el nuevo subsidio al Transantiago y su espejo en regiones. Ni hablar entonces que la reforma tributaria del gobierno alcance para financiar una reforma educacional de fondo, que diversos estudios cuantifican que costaría al menos dos puntos del Producto Interno Bruto.

Un segundo desafío es que el sistema tributario ayude a reducir la tremenda, y a estas alturas intolerable desigualdad en la distribución de ingresos que existe en nuestro país. Algunos argumentan, ideológicamente, que ello no es posible. Pero las porfiadas cifras de la experiencia internacional muestran lo contrario, pues la recaudación tributaria progresiva mejora la distribución del ingreso en todos los países de la OCDE, salvo Chile y México.

En este sentido, nuestro sistema tributario actúa exactamente al revés: antes de impuestos, el quintil más rico gana 17 veces más que el quintil más pobre. Después de impuestos, dicha brecha aumenta a casi 20 veces. Eso tiene que cambiar drásticamente.

¿Qué es lo que debemos exigir entonces de una reforma tributaria en serio? Primero, que recaude una cantidad significativa de recursos. Y segundo, que el esfuerzo recaiga en los sectores de mayores ingresos, pues es hora de que los ricos comiencen a pagar más impuestos.

Con esos objetivos en mente, un equipo técnico de la oposición que me tocó dirigir acaba de elaborar una propuesta que recauda cerca de US$ 7 mil millones anuales en régimen, es decir, 10 veces más que la propuesta del Gobierno.

Esto lo logra fundamentalmente al exigir que las utilidades de las empresas efectivamente tributen, y no que se eximan de pagar impuestos mediante el uso de una serie de franquicias y exenciones, la principal de ellas, el no tributar por aquellas utilidades que no se distribuyen a los dueños.

Esto no sólo recaudaría una cantidad significativa de recursos, sino que además terminaría con una inequidad evidente, que hace que hoy los ingresos provenientes del capital tributen menos que los provenientes del trabajo. Esto se agrava al tomar en cuenta que en Chile los ingresos del capital se concentran en el 10% más rico de la población.

Si la reforma tributaria del Presidente Piñera no recauda lo suficiente ni mejora la distribución del ingreso, estaremos nuevamente ante un anuncio con más ruido que nueces, que no será la reforma que Chile necesita. Por tanto, las nueces tendrán que esperar para un siguiente Gobierno, que tenga real voluntad de avanzar en construir un sistema tributario suficiente y equitativo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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