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Es crisis de representación no de instituciones, estúpido

Daniel Flores
Por : Daniel Flores Antropólogo. Encargado de Descentralización de Fundación Progresa.
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Lejos de rechazar el modelo, la gente, según los datos CEP, avala que para surgir en la vida hay que tener buena educación, trabajar duro y ser ambicioso. Ergo, la ciudadanía piensa parecido al millonario especulador Gordon Gekko de la película «Wall Street» que decía que «la ambición no solo es buena: es necesaria y funciona».


Las democracias modernas se tejen entre tres elementos fundamentales: la persona, el representante y la institución. En Chile, la crisis tan manoseada, vociferada e interpretada tiene que ver con la representación y no con las instituciones. Dicho de otro modo, la gente está aburrida de los payasos, no del circo. De hecho, de acuerdo a la propia CEP y a los datos del Instituto de Estudios Municipales de la U. Autónoma, la gente le tiene mucho respeto y estima a las instituciones.

En nuestros focus, la gente considera la política una actividad fundamental y noble, no así a «los políticos». La gente, por ejemplo, evalúa bien a los alcaldes y la gestión de los municipios, pero, en lo que se refiere a la persona de los ediles, los encuestados preferirían no reelegirlos en octubre. El Parlamento está desprestigiado, pero no éste como tal. Son los parlamentarios. El Presidente Piñera está bajo en las encuestas, no el Estado ni el Presidencialismo.

En el fondo, el sistema está sano, al revés de lo que auguran con mínima objetividad y una cocinería increíble de datos los intérpretes del «malestar» en Chile. Lejos de rechazar el modelo, la gente, según los datos CEP, avala que para surgir en la vida hay que tener buena educación, trabajar duro y ser ambicioso. Ergo, la ciudadanía piensa parecido al millonario especulador Gordon Gekko de la película «Wall Street» que decía que «la ambición no solo es buena: es necesaria y funciona».

[cita]Lejos de rechazar el modelo, la gente, según los datos CEP, avala que para surgir en la vida hay que tener buena educación, trabajar duro y ser ambicioso. Ergo, la ciudadanía piensa parecido al millonario especulador Gordon Gekko de la película «Wall Street» que decía que «la ambición no solo es buena: es necesaria y funciona».[/cita]

Y, sin embargo, abundan personajes como Andrade y Vidal con análisis que hacen pensar que el cielo se está cayendo a pedazos. ¿Por qué? Porque los representantes en Chile han asumido la crisis de representación como el fin de un matrimonio. Están deprimidos, sufren y ven todo como una señal de la debacle del sistema. En efecto, su sistema está en crisis, pero éste tiene nombre y apellido: partidos políticos. Son éstos ─como puentes entre las personas y los representantes, aglutinados en el eje izquierda-derecha─ los que están en crisis (la última constatación la vimos, dijimos, en la CEP y la Encuesta de Opinión Pública 2012 del Instituto de Estudios Municipales).

Ni el mercado ni las instituciones políticas están entonces en dificultades. Sí lo está la representación política de los ciudadanos que durante el siglo XX estuvo mediada por prácticamente los mismos conglomerados que existen hoy. Ante su propia caída, los partidos ─como esos matrimonios que se ponen a tener hijos para salvar la relación─ echan mano a mecanismos ajenos a la solución del problema, es decir, la representación de la gente. Se aferran, por ejemplo, a la esperanza de que pueden volver a representar porque tienen una candidata popular o intentan beatificarse ante «los jóvenes universitarios» o hacen asonadas populistas como si representar consistiera en sacarse fotos con las mangas arremangadas.

El divorcio de este anquilosado matrimonio por conveniencia requiere de tres pasos consecutivos, nunca simultáneos. Primero, terminar por fin con el binominal. Esto permitirá firmar el divorcio de las viejas representaciones. Luego y gracias a la nueva representación política que se verá en el Parlamento, reformar la Constitución para llegar al tercer y definitivo paso: una Asamblea Constituyente, que esté totalmente ceñida a los marcos de lo institucional, como se vio en Suiza (no así en los países latinoamericanos).

Estos pasos tienen que ser sucesivos y no simultáneos, porque el camino hacia una democracia de calidad en Chile tiene que ser sin renunciar a lo ganado (nada de autoflagelantes). Para eso contamos con las instituciones fuertes y una ciudadanía educada. ¿Qué falta para esta plena democracia? La representación.

Finalmente, decir que para los convencidos de que el modelo está agonizando, como son Andrade, Vidal y otros similares, no existe crisis más allá de sus cegueras, porque lamentablemente para ellos este Chile sistémico e individualista se parece culturalmente más al que soñaba Pinochet que al que imaginan ellos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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