Publicidad

La energía desde la vereda de enfrente

Ni qué decir respecto de las ganancias de las quejumbrosas empresas gaseras y distribuidoras de derivados del petróleo. Dicho sea de paso, no sólo los precios del gas no están regulados, tampoco lo están los precios de los derivados del petróleo.


Se destaca en la Agenda Energía que anunció recientemente el gobierno la siguiente frase: “Si bien el modelo tuvo resultados en el pasado calzando oferta y demanda… (¡sic!)” (Agenda Energía, p.16, mayo 2014). Las preguntas se agolpan ante una sentencia ambigua y peligrosa por sus olvidos. ¿Cuál modelo?, ¿resultados malos, buenos, caros, baratos, contaminantes, limpios? ¿A qué costos? (no a qué precios, esos ya se conocen). Demasiadas preguntas para complejas y siempre postergadas respuestas.

Lo que se rescata de esa enigmática sentencia es que se olvida que un Chile los pagó: las familias, la Pyme y, sobre todo, el medio ambiente. Y lo pagó muy caro. Veamos cómo: los precios de los derivados del petróleo han aumentado en promedio 10% al año en los últimos 20 años, la electricidad en un poco más de 6% y la leña en 4%.

Paralelamente, las rentabilidades en el sector eléctrico superan ampliamente el 20% en promedio en los últimos 20 años en generación, en distribución (ha sido más de 35% en algunos años y para algunas de ellas) y transporte o alta tensión.

[cita]Ni qué decir respecto de las ganancias de las quejumbrosas empresas gaseras y distribuidoras de derivados del petróleo. Dicho sea de paso, no sólo los precios del gas no están regulados, tampoco lo están los precios de los derivados del petróleo.[/cita]

En un estudio publicado el 2008, se demostró el profundo impacto del aumento de tarifas y precios de la energía ejercido entre los años 1996 y 2006 en los presupuestos familiares: en el quintil más pobre, la energía pasó de contar un 6,8 a casi un 20% y en el quintil más rico pasó del 1,8% al 2%; es decir, no sólo el acceso a la energía se ha hecho más desigual sino que, además, considerando los aumentos nominales de los ingresos de la población chilena en ese mismo periodo, se demuestra que los precios de las energías se “comieron” casi todo o buena parte de esos aumentos nominales.

Ni qué decir respecto de las ganancias de las quejumbrosas empresas gaseras y distribuidoras de derivados del petróleo. Dicho sea de paso, no sólo los precios del gas no están regulados, tampoco lo están los precios de los derivados del petróleo. Cabe la pregunta, ¿una eventual regulación arregla los problemas de desigualdad, ineficiencia, de elevados precios y de concentración de mercados? Aparentemente no, dada la experiencia del sector eléctrico.

En suma, todas las empresas energéticas casi sin excepción (salvo Enap) gozan de una irritante buena salud en desmedro de los presupuestos familiares, de las Pymes y del medio ambiente. En este ámbito, por último debe recordarse que más de 30 ciudades del centro-sur de Chile han sido calificadas de zonas latentes y/o saturadas por MP 2,5 por leña húmeda.

Se escoge lo de leña, pues pese a ser más importante que la electricidad en términos energéticos en la matriz, nadie, hasta el día de hoy, ha asumido este importante reto, incluyendo la Agenda Energía.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias