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Elogio del Movilh Opinión

Elogio del Movilh

Claudio Alvarado
Por : Claudio Alvarado Investigador Instituto de Estudios de la Sociedad www.ieschile.cl /@ieschile
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Mientras muchos deciden no complicarse la vida, sus dirigentes llevan más de dos décadas haciéndolo, insistiendo hasta el cansancio en sus convicciones. Lo han hecho con una seguridad que raya en la vehemencia –sus formas, hay que decirlo, nunca han sido las mejores– y contra los escepticismos y relativismos predominantes en el discurso público: el Movilh es cualquier cosa, menos neutral.


Hoy en día parecieran ser cada vez menos los dispuestos a poner su vida al servicio de un ideal. Los inevitables efectos de la modernización capitalista, dirán unos. Flojera, cuando no cobardía, acusarán otros. Comoquiera que sea, todo indica que no abundan ni la renuncia ni el sacrificio en pos de una causa, en especial si ésta exige un trabajo a largo plazo. Pero siempre hay excepciones; sujetos que no se resignan al ver que la opinión dominante no calza con sus convicciones más básicas y para quienes, de hecho, la adversidad suele servir como motivación. Quizás al principio se logra convencer sólo a unos pocos, pero la perseverancia tiene sus frutos: avanzando paso a paso es posible modificar las ideas predominantes, ya sea en las elites, ya –como consecuencia del cambio provocado en ellas– en la población en general.

Este breve rodeo sirve para ilustrar la singularidad del Movilh. Mientras muchos deciden no complicarse la vida, sus dirigentes llevan más de dos décadas haciéndolo, insistiendo hasta el cansancio en sus convicciones. Lo han hecho con una seguridad que raya en la vehemencia –sus formas, hay que decirlo, nunca han sido las mejores– y contra los escepticismos y relativismos predominantes en el discurso público: el Movilh es cualquier cosa, menos neutral. En rigor, esta ONG nos ha exigido a todos, sin el menor asomo de duda o tibieza, la aceptación de ciertos postulados como si se tratara de verdades morales objetivas, cognoscibles en todo tiempo y lugar. Y su eficacia, qué duda cabe, no ha sido poca: en la esfera pública hoy son contados con los dedos de las manos los que se atreven siquiera a esbozar algunas ideas que hace no mucho tiempo parecían de sentido común (tal como puede apreciarse al revisar las justificaciones de la votación del AVP en el Senado).

[cita]En tiempos en que las certezas son mal miradas, el Movilh pone sobre la mesa nuestra capacidad (y consiguiente deber) de buscar criterios a partir de los cuales juzgar la configuración que adopta nuestra sociedad. ¿En qué consiste (y ha consistido históricamente) la lucha por una sociedad mejor, sino en desafiar consensos y preferencias ampliamente difundidos? El Movilh nos recuerda esta pregunta; nos recuerda que, como dice Ihering, resistir a la injusticia y combatirla es un deber de las personas consigo mismas y con los demás.[/cita]

Esta firmeza del Movilh manifiesta cuán absurdo es pensar que los derechos y la justicia dependen únicamente de lo que digan legisladores y jueces; que, querámoslo o no, toda agenda política parte de la base de un estándar sobre lo que está bien y lo que está mal. Ante el extendido lugar común que afirma que nadie puede “imponer sus convicciones”, el Movilh reivindica, sin el menor temor a ser tildados de paternalistas, la función docente de la ley y la naturaleza directiva de la política, lo que en tiempos de pensamiento débil no es poco. ¿Cómo no agradecer que se evidencie que actores sociales influyentes en realidad no creen aquel mito que nos dice que la justicia de una norma o institución obedece sólo al consenso democrático?

En tiempos en que las certezas son mal miradas, el Movilh pone sobre la mesa nuestra capacidad (y consiguiente deber) de buscar criterios a partir de los cuales juzgar la configuración que adopta nuestra sociedad. ¿En qué consiste (y ha consistido históricamente) la lucha por una sociedad mejor, sino en desafiar consensos y preferencias ampliamente difundidos? El Movilh nos recuerda esta pregunta; nos recuerda que, como dice Ihering, resistir a la injusticia y combatirla es un deber de las personas consigo mismas y con los demás. Combate que, en todo caso, depende fundamentalmente del contenido de lo afirmado. Es lo que parecen haber olvidado todos quienes discrepan de las propuestas del Movilh, en especial considerando que, al hablar de valentía y trabajo a largo plazo, hay tanto que aprender.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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