El mundo al revés de la Sofofa
Señor Director:
El presidente de la Sofofa en la reciente cena anual del gremio, en la cual la Presidenta de la República era la invitada de honor, se quejó de un creciente clima antiempresarial que al parecer se estaría incubando en el país. Sus dichos fueron más allá y señaló que existe una “creciente preocupación e incertidumbre del sector privado por el proceso ambicioso de reformas”. Y, más concretamente, en cuanto a la reforma educacional indicó que “equivocamos el camino.” Como era de esperarse, al otro día la derecha política en voz de sus dirigentes salió a apoyar tales declaraciones, advirtiendo, incluso, que los empresarios debieron darse cuenta mucho antes de que esto iba a ocurrir.
Lo que nuestros empresarios parecen olvidar es que en la misma semana en que declaran la existencia de este clima antiempresarial, la propia Asociación de AFP reveló que existen 150 mil empleadores que deben cotizaciones a sus trabajadores, acumulando una deuda por cerca de 490 millones de dólares. Olvidan, también, que un grupo económico está siendo investigado por aportes a la política que estarían al margen de la legalidad vigente, lo que para cualquier ciudadano medianamente inteligente es sinónimo de comprar la obsecuencia de aquellos a quienes financian las campañas. Por otro lado, omiten, o no logran ver, que la Superintendencia de Pensiones ha revelado que el caso cascadas, que ha enriquecido a unos pocos, ha afectado los ahorros previsionales de millones de trabajadores, lo que reduce nuestras ya alicaídas pensiones. Y por si fuera poco, las cuantiosas ganancias de las AFP que lucran con nuestros ahorros (“demonización del lucro”, denunció el presidente de la Sofofa en la mencionada cena) parecen no ser un problema para los empresarios, toda vez que las pérdidas –cuando las hay– las asumimos nosotros.
Qué decir de las Isapres, cuya rentabilidad alcanza cifras siderales a costa de las sucesivas alzas que imponen anualmente a sus cotizantes, o la colusión de las farmacias y de los pollos. Ni hablar de la tenaz oposición que hubo a la reforma tributaria que buscaba crear condiciones de mayor justicia y regular ganancias que antes no se declaraban. Y, por último, imposible dejar de mencionar los ataques a la reforma educacional que, entre otras cosas, establece que los dueños de colegios no pueden echarse más al bolsillo la plata que nosotros, todos nosotros a través del Estado –incluido el más humilde trabajador/a–, les entregamos mensualmente vía subvenciones, para que además se den el lujo de decir quiénes pueden ingresar a sus colegios y quiénes no.
¿Clima antiempresarial? ¡Por favor! Y frente a un gobierno que lo único que pretende, y “sólo en la medida de lo posible”, es generar mayores condiciones de equidad ajustando en parte el traje a la medida impuesto en dictadura, se rebelan con toda la fuerza de su voz que copa los medios de comunicación para instalar la sensación de un clima de confrontación en que ellos son los más perjudicados. Y lo que es peor, convenciendo a gente de clase media y grupos menos favorecidos de que las reformas son una amenaza para la convivencia, estabilidad del país y su capacidad de elegir libremente. El fantasma del estatismo puro y duro al más clásico estilo setentero, en un país ampliamente privatizado, se ha instalado indefectiblemente. Campaña del terror: obvio, qué duda cabe de eso.
Nuestra clase empresarial parece sumida en la tenaz convicción de que los demás somos responsables de un clima beligerante y enrarecido tan perjudicial para el país: ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio siempre ha resultado cómodo. El mundo al revés por donde se lo mire.
Rolando Poblete Melis
Doctor en Antropología
Académico