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Reflexiones sobre educación pública escolar

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Por: Emma S. Salas Neumann, profesora


 

Señor Director:

Creo que hasta ahora se ha silenciado nuestra historia educacional y la lucha permanente por lograr, no solo calidad, sino también la extensión progresiva de oportunidades dirigidas a contribuir a la integración social a través del sistema escolar. Contamos con un proceso histórico de desarrollo de la educación pública chilena liderada por el Estado y por preclaras personalidades de nuestra historia, que lucharon incesantemente porque a todos los integrantes de la sociedad se les ofreciera la educación que les permitiera desarrollar sus potencialidades, no importando su condición económica o de otra índole.

Ello es lo que se denominó en su tiempo Democratización de la educación, término poco usado hoy, pero que básicamente significa que todos los integrantes de la sociedad tengan acceso a una educación que les permita desarrollar sus potencialidades para insertarse en la sociedad a que pertenecen. Ello implica el acceso amplio al sistema educacional (Cobertura) suficientemente diversificado en sus objetivos específicos para atender a la variedad de potencialidades de los estudiantes. (Calidad).

Y esos ideales sostenidos en el tiempo, escuchando las inquietudes ciudadanas, los avances de la ciencia y las necesidades sociales de distintos momentos históricos, permitieron que lográramos contar con un sistema de educación pública liderado por el Estado, que fue el faro del progreso de la sociedad chilena durante gran parte del siglo XX.

Un examen somero de aspectos de la historia de la educación pública chilena nos muestra iniciativas trascendentes cuyo significado no se puede olvidar. La gran preocupación ha sido integrar a todos a la escuela en algún momento de su vida, preferentemente en sus primeros años, y para ello se estableció la obligatoriedad de la educación primaria,(entonces de cuatro años) en 1920, y a ocho años(educación general básica) en 1965,dando al mismo tiempo una gran apertura a las oportunidades de educación secundaria, que se hizo obligatoria en el año 2003.

Pero también se mostró preocupación por la calidad de la educación y entre otros, se introdujo la experimentación educacional que es una metodología de innovación para responder a nuevas necesidades de la educación. Es así como primero se renovó la educación primaria ( seis años) durante la década de los años veinte; la educación secundaria en los años treinta, cuarenta y cincuenta (Liceo Manuel de Salas, liceos de experimentación y renovados, Plan Arica, Reforma de 1965 ) y en los años siguientes, se intentó otra mirada a la educación superior(Colegios Universitarios Regionales de la Universidad de Chile) y otros ejemplos.

Cada una de estas experiencias históricas integran un desarrollo sostenido por la extensión de las oportunidades educativas y por la calidad y pertinencia de la educación ofrecida

Como se observa, las ideas base de la discusión sobre la educación que han sido parte de nuestra historia, en gran medida, se repiten hoy como características deseables del sistema educacional. Cabría preguntarse, entonces, ¿cuáles son las razones por las que la educación se encuentre en una situación tal de conflicto? y ¿dónde perdimos el camino que arranca de nuestra propia historia?

¿Un nuevo camino de privilegio?

Durante años contamos con un sistema de educación pública gratuito, liderado por el Estado, lo cual no significaba que no pudieran existir establecimientos educacionales pagados que respondían a orientaciones religiosas o de otra índole. Es cierto que la acción del Estado validaba los exámenes de los estudiantes de colegios privados y ponía el acento en los contenidos, pero en esa época, ello era compatible con la sociedad de entonces en que el cambio tecnológico, social y cultural era mucho más lento que hoy.

Entonces se privilegiaba la educación pública que, en cierta medida, orientaba todo el sistema y se preocupaba de las innovaciones que parecían necesarias para continuar cumpliendo la función social de la misma y a mantener una calidad de educación escolar compatible con la sociedad en que estaba inserta.

El proceso de desarrollo histórico normal del sistema educacional se interrumpió durante el Gobierno militar que estableció, en forma por demás inconsulta, un Estado subsidiario para la educación, lo cual limitó considerablemente el rol de liderazgo del Estado en la orientación de la educación. Bruscamente se descentralizó la educación pública entregándola a las municipalidades, limitándose el Estado a entregar una subvención escasa para su financiamiento a éstas o a personas conocidas como «sostenedores», diseño que servía mejor al modelo de desarrollo que se impuso en ese período. En esa descentralización no se consideró la diversidad social y económica de los territorios que administran las Municipalidades, lo cual perjudicó a los grupos sociales más vulnerables. Por otra parte, algunos se plegaron a la tendencia de considerar a la educación como una empresa para ganar dinero. La formación de profesores se entregó a organismos no necesariamente competentes y la situación del profesorado se deterioró considerablemente.

El concepto de empresa educacional que se instaló, significó varios deterioros del funcionamiento interno de los establecimiento escolares, entre los que se cuentan: los cursos excesivamente numerosos, el nombramiento de los profesores por horas de clase aula presenciales, lo que no dejó espacio para reuniones internas técnico pedagógicas bien guiadas, que permitieran conocer mejor a los alumnos para atender adecuadamente, la diversidad de origen y capacidades de los estudiantes. La educación dentro de este esquema privilegia el «pasar materia»,no conocer a los estudiantes y guiar su desarrollo. A ello se agrega que el autoritarismo que se ejerció en la sociedad de esa época influyó en la escuela, y los profesores, muchas veces, víctimas ellos mismos de este autoritarismo, tendieron a ejercerlo con los estudiantes.

Una vez instalado el nuevo modelo, y a pesar de variadas medidas de mitigación aplicadas, ha sido muy difícil modificar su orientación, lo cual no significa repetir la historia, ni ignorar experiencias de otras latitudes, sino reconstruir su esencia y atender las nuevas necesidades sociales. Nuestra historia educacional nos señala sus esencias y la principal es la responsabilidad de la sociedad y de sus líderes para ofrecer oportunidades educativas que les permitan a todos desarrollar sus potencialidades no importando su condición económica, social o de otra índole. De ahí se desprenden los conceptos de gratuidad y calidad de la educación. No obstante esas esencias no siempre son reconocibles en el contexto de hoy, porque responden a momentos sociales distintos y por ende se concretan, también, en formas diferentes. Quizás, eso explica, en parte, la diversidad de enfoques que distorsionan la educación pública hoy.

Educación y sociedad

Una posible respuesta para explicarnos la confusión en que la educación se debate hoy se debe a que ésta está en un contexto social y responde a las necesidades de la sociedad en que está inserta. La educación hoy transcurre en una sociedad de cambio acelerado, en tanto que en el pasado esa sociedad era de cambio lento, el que se fue acelerando con el paso del tiempo. Esa sociedad de cambio más lento era percibida por el individuo como más estable, con más certezas, más predecible. Se escolarizaba un grupo más limitado que el de hoy y culturalmente menos diverso. La pertinencia del currículo (lo que se debería aprender) era más fácil de determinarlo.

Hoy vivimos en otra sociedad, de cambio acelerado, la que requiere, más que ayer, de integrantes escolarizados para funcionar. Por esa razón la cobertura del sistema debe ser mucho mayor y, por consiguiente, la población escolar será mucho más diversa en su origen socio cultural y en sus potencialidades. A ello debe agregarse la mayor distancia cultural entre las generaciones como resultado de la aceleración del cambio, lo cual influye, en distinta medida, en la relación entre padres e hijos y profesores y alumnos.

Sin embargo, el desafío sigue siendo el de ofrecer a todos la oportunidad de desarrollar sus potencialidades .De allí que se hable de igualdad de oportunidades y de equidad.

En consecuencia, se espera que la escuela, es decir la educación, proporcione atención a la diversidad de origen y potencialidades y orientación hacia la inserción en una sociedad de características distintas a la que conocemos y no del todo imaginadas hoy.

Por otra parte, la educación pública inserta en una sociedad de cambio más lento proporcionaba momentos más prolongados para reconocer las innovaciones necesarias. Contrariamente, inserta en una sociedad de cambio acelerado es mucho más difícil percibir oportunamente y con precisión las necesidades de innovación y se hace más difícil enfrentar los nuevos desafíos que forman parte de un proceso social, que a muchos sorprende.

En este contexto la educación formal o sistemática proporciona una formación sólo inicial, de ahí que su acento no sea el aprendizaje de contenidos, casi de memoria e inmutables, sino el de seguir aprendiendo. Por lo tanto es importante «aprender a aprender»,lo que significa desarrollar las habilidades esenciales para dirigir y realizar sus propios aprendizajes en distintos ámbitos de la vida.

En 1972 la UNESCO habló de «educación permanente», reconociendo el cambio social y cultural que afecta las formas de vida. Sin embargo, posteriormente, precisó que es el «aprendizaje» el permanente (1996) Por lo tanto, nuestra formación profesional y personal será siempre inacabada porque aprendemos durante toda la vida, en las más diversas circunstancias.

El aprendizaje de ciudadanía

Pero la educación escolar no incluye sólo aprendizaje de contenidos y habilidades académicas cognitivas, sino también debe proporcionar oportunidades de aprender actitudes sociales compatibles con una integración armónica de la sociedad. La educación inserta en una sociedad democrática, espera que se logre formar una mentalidad acorde con sus principios, como fundamento de la «ciudadanía», lo cual requiere no una asignatura más, sino un clima de aula adecuado para lograr aprendizajes significativos de diversa índole. Un clima de aula que conduzca a una relación más cercana y horizontal con el alumno, que permita la participación del estudiante y el aprendizaje para dialogar y argumentar.

En otras palabras, es el clima del aula y la relación más horizontal entre alumnos y profesores lo que proporciona las bases de una mentalidad democrática como fundamento de la ciudadanía. Es el desafío de lograr que la persona adquiera las características de aquella que escucha, que acepta la diversidad de opiniones y que es capaz de llegar a ciertos consensos en aras de una tarea conjunta superior. Aquella que reconoce que las innovaciones constituyen pasos que pavimentan el camino hacia metas sociales deseadas, contribuyendo a la construcción de nuestro continuo histórico y responsabilidad ciudadana.

A menudo se atribuye la indiferencia de muchos frente al sufragio y a la participación a la falta de lo que antes se denominaba Educación Cívica ,la cual comprendía básicamente contenidos de la relación del individuo con el Estado. Creemos que esta creencia no se hace cargo del cambio social que le da un significado distinto a la participación que en nuestros días se da en distintos niveles y momentos y por ello la educación debe ofrecer las oportunidades de desarrollar esas habilidades de participación responsable. A ello denominamos educación para la ciudadanía, que es la base de la participación adulta.

Muy relacionado con el clima del aula debe considerarse el concepto de disciplina escolar que la escuela aplique. Aquella tradicional que se basaba en la relación algo lejana con el profesor en que este representaba una especie de autoridad sin contrapeso, poseedor de saberes que presentaba a los estudiantes, quienes debían escuchar atentos y silencios ha quedado atrás, pues

no conduce a los aprendizajes ciudadanos que se requieren en nuestros días. Hoy contamos con diversos estudios de dinámica de grupos, que han permitido valorar el curso como un grupo y no como una suma de individualidades como lo fue originalmente. Ello significa que el curso, principalmente por la acción adecuada del profesor-jefe, debe convertirse, a través de la interacción de sus miembros, en un grupo integrado que constituye un espacio privilegiado para aprendizajes sociales y de buena convivencia en el cual los alumnos vivan los valores en lo cotidiano y conozcan y reconozcan las actitudes que los expresan. Este proceso básico debe tener efecto multiplicador a nivel de todo el ambiente escolar.

Hoy, a través de pruebas como el Simce e incluso la PSU, la educación escolar privilegia sólo los aprendizajes cognitivos, lo cual es importante, pero no suficiente y se termina por clasificar a los establecimientos escolares sólo por esta variable, lo que se traduce en una desorientación de la función social de la educación pública, que es aquella que debe atender a la diversidad y proporcionar a todos la posibilidad de desarrollar sus potencialidades.

Nosotros y algo de nuestra historia

Creemos que la educación pública tiene otra función bastante ignorada cual es la de integrar a la población y no segregarla. La municipalización de la educación, las escuelas subvencionadas y el financiamiento compartido, entre otros, tienden a profundizar la segregación, prácticamente desde la cuna. Por ello es encomiable la preocupación por extender la educación parvularia, que proporcionará oportunidades de desarrollo temprano, en especial a los grupos más vulnerables.

En los comienzos del siglo XX, cuando se luchaba por abrir oportunidades educacionales impulsando la alfabetización y la obligatoriedad escolar primaria, se discutió ampliamente el concepto de «escuela primaria común», inspirada en las experiencias del estadounidense Horace Mann y defendida en estas tierras por Domingo Faustino Sarmiento. Se buscaba la integración social y se evitaba la segregación.

Hoy estamos en el siglo XXI y percibimos nuestra sociedad en forma muy diferente, no en vano ha transcurrido un siglo con triunfos y dolores. Nuestros problemas, necesidades y aspiraciones difieren considerablemente de las de nuestros antepasados, sin embargo en esencia, igual que ayer, buscamos la extensión de las oportunidades educacionales para todos para contribuir a mantener una estabilidad social nacida de un entendimiento genuino entre distintos grupos y así la sociedad pueda acoger la diversidad.

Nuestros antepasados de las primeras décadas del siglo XX asociaban la estabilidad de la República, ( hoy decimos de la política y del gobierno) con el sistema educacional que lideraba el Estado. Citamos algunas de esas ideas:

» …consideramos la educación como un camino hacia la vida libre y republicana, como el terreno más propicio en que debe producirse y vigorizarse la democracia, como el único cimiento de instituciones duraderas, fines nobles y trabajos positivos. Toda reforma que no busque en la educación su columna angular, vivirá brevemente. La educación no ha fundado la República, pero la República no puede vivir sin la educación.»

«Creemos que es deber de toda institución social civilizada proponer iguales oportunidades educativas a todas las clases sociales, sin exclusiones, privilegios ni distinciones basadas en diferencias de fortuna de ideas políticas o creencias religiosas..»

«El fin fundamental de nuestra obra es formar los mejores ciudadanos chilenos, mediante la acción educadora de todos nuestros colegios».

«La enseñanza común, dada sin distingos de clases, ni personas, es el medio más eficaz de que el gobierno de todos y para todos eche numerosas y sólidas raíces en nuestro suelo».(*)

Emma S. Salas Neumann

Profesora

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(*) Declaración de Principios, Asoc. Educación Nacional, Revista Pedagógica, 1905,Santiago, Chile

ESN, Santiago junio 2013

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