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El Consejo que nos volverá honrados

El Consejo que nos volverá honrados

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En Chile, cuando hay un problema, en lugar de darle solución, se opta por una o más de las siguientes medidas caras e ineficaces: dictar una ley, crear un ministerio o formar una comisión. Esta última es la más barata y si bien tampoco va a solucionar nada, por lo menos ahorrará recursos.


¿Qué se podía esperar de la Presidenta Bachelet en un momento en que los chilenos se han dado cuenta de que el 87% de ellos que, en las encuestas, manifiesta no confiar para nada en los demás, tenía toda la razón? Lo que siempre debemos esperar de Michelle Bachelet: que formara otra comisión. Pero ahora ha tenido la delicadeza, para no ser tan reiterativa, de denominarla “Consejo”.

En Chile, cuando hay un problema, en lugar de darle solución, se opta por una o más de las siguientes medidas caras e ineficaces: dictar una ley, crear un ministerio o formar una comisión. Esta última es la más barata y si bien tampoco va a solucionar nada, por lo menos ahorrará recursos.

La verdadera solución, por supuesto, consistiría en enseñarles a los niños chilenos, desde su más tierna edad, a ser honrados, y en castigar desde hoy mismo y severamente a los mayores que no lo fueren. Pero en un país en que los más altos magistrados de la Corte Suprema le aseguran a la ciudadanía (y pretenden ser creídos) que los presos de Punta Peuco mantienen secuestrados a miristas desde hace cuarenta años y hasta hoy en sus celdas de dos por tres metros, nadie puede tomar en serio a la autoridad ni a las leyes ni sentirse a su vez en la obligación de ser honesto. El ciudadano “de a pie” se pregunta, entonces, “si todos las hacen ¿por qué yo no puedo hacer también trampas?”

El reinado de la impunidad no ayuda a que se extiendan la honradez y la legalidad.­ Hoy mismo en “El Mercurio” (C9) el obispo de Villarrica anuncia que ha decidido abandonar el seminario de Padre Las Casas, con dependencias para setenta futuros sacerdotes, porque un grupo extremista lo usurpó en 2012 por la fuerza y nadie ha podido ni querido desalojarlo de ahí.

Los empresarios anuncian, cuando algunos de los suyos han sido públicamente expuestos por cadena nacional de TV, que expulsarán a sus agremiados si son sorprendidos en actos de corrupción. ¡Qué severidad tn grande! ¿Pero qué dijeron en el pasado, cuando Sebastián Piñera, connotado empresario, fue condenado por compra de acciones con información privilegiada? Nada, y además casi quebraron el Consejo Nacional de Transparencia porque desde su seno alguien informó del hecho al respectivo Consejo Mundial y divulgó lo que no debía «transparentarse». Y después el país mayoritario premió a Piñera con la Presidencia de la República. Un particular “culto a la honestidad”.

Y a su turno hoy la Presidenta gobierna en nombre de la igualdad y pide condenar el lucro, pero cuando su nuera, gracias a la injerencia de su hijo, hace una “pasada” más que lucrativa y se ubica entre el uno por ciento de los chilenos más ricos, trepándose hasta el mismo percentil de ingresos que la adalid del comunismo Camila Vallejo (dieta de $8 millones) y su marido asesor de salud (honorario de $6 millones), mientras el vicepresidente del Senado está sometido a investigación por los gastos que se ha hecho reembolsar y un senador ha sido formalizado por fraude al fisco por cobros indebidos ¿qué va a poder decir o hacer el circunspecto nuevo Consejo llamado a convertirnos a todos los demás en un país de personas honestas?

Dejémonos de evasivas y comisiones. Chile está en crisis moral y, por consiguiente, está siendo llamado a presentarse tal como es ante sí mismo. Nadie puede prever cuál será su reacción cuando se entere de su verdadera realidad. Sobre todo si el hombre fuerte o la «reserva moral» a los que el país solía recurrir antes en semejantes instancias hoy no se ven por ninguna parte.

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