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El realismo político y la crisis institucional

Adolfo Castillo
Por : Adolfo Castillo Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas
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«La abdicación programática de la Nueva Mayoría por razones de «realismo sin renuncia» a llevar adelante acciones orientadas a modificar relaciones de poder heredadas, pueden ser leídas más como formas de complicidad o de proyección institucional del orden autoritario impuesto por el neoliberalismo en Chile acatadas voluntariamente por quienes han ejercido responsabilidades políticas en la posdictadura o transición prolongada como la chilena que como restricciones objetivas propuestas por ideólogos neoliberales en el gobierno».


Las recientes invocaciones al realismo político, a la responsabilidad de gobierno, la sensatez o el sentido de gradualidad de la acción política del gobierno de la Nueva Mayoría por parte de voceros y dirigentes de sus partidos integrantes, aun cuando apelan a un sentido común hegemónico erigido sobre el miedo, cual es preservar y cuidar el orden institucional, no logran persuadir a la mayoría social de sus bondades, la cual se siente manipulada por la clase política dirigente y que se expresa de modo fehaciente en los estudios de opinión del último tiempo con la desaprobación tanto del gobierno como de las coaliciones y partidos políticos.

¿Cuáles son las razones que explican que, en un país que da pautas de modelo de desarrollo y modernización capitalista, su elite política esté ampliamente desprestigiada y con bajos niveles de confianza social? ¿Y por qué si existe altos niveles de «ingobernabilidad subjetiva» la crisis que se arrastra desde 2006 en Chile aún es un malestar que no cristaliza en poder político para las mayorías ciudadanas descontentas?

El fenómeno puede observarse desde diversas perspectivas, no obstante, lo que permanece sobre la ética de la responsabilidad, realpolitik, gobernabilidad, prudencia, u otras denominaciones que puedan recibir tales invocaciones, remite a un asunto crucial: lo que está en disputa es la cuestión del poder político y su mantención por la elite dirigente.

Cuando el discurso político parece quedar desprovisto de emoción o pasión, lo que permanece como sustrato final es la cruda dominación ejercida por quienes detentan la capacidad de operar los recursos de poder del Estado, la capacidad coactiva y de uso de la fuerza estatal como razón final para la preservación de posiciones de poder, lo cual puede ser la antesala de un cambio en las posiciones en que se han puesto las piezas en el tablero de la política chilena, pues se modifica el equilibrio de fuerzas inestables presentes en la sociedad.

Asimismo, la abdicación programática de la Nueva Mayoría por razones de «realismo sin renuncia» a llevar adelante acciones orientadas a modificar relaciones de poder heredadas, pueden ser leídas más como formas de complicidad o de proyección institucional del orden autoritario impuesto por el neoliberalismo en Chile acatadas voluntariamente por quienes han ejercido responsabilidades políticas en la posdictadura o transición prolongada como la chilena que como restricciones objetivas propuestas por ideólogos neoliberales en el gobierno. Ello constituye una forma de colusión a nivel ideacional con el proyecto de refundación capitalista y contrarrevolucionario impuesto en septiembre de 1973. Es duro enunciarlo, pero hoy es parte del sentido común popular este modo de apreciación, especialmente entre los jóvenes.

Puesto de este modo el asunto del realismo vigente, Chile se encuentra ante una encrucijada que requiere ser resuelta por medios pacíficos y democráticos, a fin de evitar los costos de un desencuentro entre los chilenos cuyo desenlace es incierto. El modo en que podría avanzarse hacia una resolución de la crisis institucional que se vive es la democracia.

No cabe seguir dilatando un desgobierno a la espera de un milagro. El gobierno debe convocar a un plebiscito para consultar a la sociedad civil, a la ciudadanía, o sobre los modos posibles de poner fin a la crisis vivida o la convocatoria a nuevas elecciones generales para restablecer la confianza cívica en la República.Es el momento de la soberanía popular, la hora en que la ciudadanía ejerza su legítimo derecho a expresar su opinión y en que los actores políticos comprendan de una vez, que sin un acuerdo social, sin un entendimiento con la sociedad civil y las nuevas fuerzas que han emergido, no será posible una paz social duradera en nuestro país. La resolución de la cuestión del poder estatal es un asunto de correlaciones de fuerzas; el modo en que se organiza en el siglo XXI la disputa por la hegemonía es un asunto en desarrollo por lo que las lecciones de la historia y la memoria cultural están sometidas a fuertes tensiones para poder persistir en sus condicionamientos.

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