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Verdad, justicia y derechos humanos: tareas centrales para las nuevas izquierdas

Simón Ramírez
Por : Simón Ramírez Sociólogo. Investigador y académico de Convergencia Social
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Cada nuevo 11 de septiembre volvemos a la reflexión sobre el terrible pasado reciente, la herida abierta de  las inhumanidades y el terrorismo de Estado que llevaron a cabo las Fuerzas Armadas y los civiles de la derecha cómplice. Este año, sin embargo, la reflexión sobre la persistencia de la impunidad, los pactos de silencio y cómo extienden los crímenes y el sufrimiento de las víctimas hasta el día de hoy se adelantó. La puesta en el tapete del Caso Quemados, los pactos de silencio y la continua complicidad de los gobiernos de la Concertación, denunciada hace semanas por Verónica De Negri, obligó a sacar este tema sólo del calendario de septiembre para interpelar la memoria íntima de todos y todas las chilenas.

A partir de los distintos procesos de movilización popular y de politización social que han ocurrido en los últimos años ha emergido un conjunto de fuerzas políticas de izquierda. Nos ha caracterizado la ruptura con los partidos autodenominados de izquierda y centro-izquierda tradicional, que hoy se encuentran dentro de la Nueva Mayoría. Las causas de esa ruptura son múltiples. Podríamos decir que, de hecho, hemos emergido en la ruptura y no es el fin de esta columna analizarlas. Resumiendo, la gran crítica es la adopción del neoliberalismo y profundización del modelo instalado en dictadura. Tal ruptura, radical en términos de la construcción nuevos proyectos políticos para Chile, no debe confundir: la lucha por la verdad, la justicia y los derechos humanos, la batalla contra la impunidad es también nuestra.

La izquierda emergente tiene visos democráticos y democratizadores. Así, los procesos de emancipación de los pueblos en el pasado así como la reciente lucha contra la tiranía en Chile es reconocida como parte de nuestra historia. Somos las y los hijos o nietos, sino directamente, al menos en la continuidad del proyecto. En ese sentido, la irrupción desde lo nuevo, o la ruptura con los que antaño encarnaron los proyectos de liberación para luego abrazar el neoliberalismo no es una ruptura con la tradición política que en algún momento representaron. Los proyectos democráticos, emancipatorios y populares de hoy hunden sus raíces en esta tradición histórica de la izquierda de nuestro país. De esta forma, las y los caídos son también nuestros caídos y sus familiares y víctimas de la indolente impunidad, nuestros compañeros y compañeras. La distancia temporal no nos distancia un centímetro en el dolor ni en la sed de justicia.

[cita]  La lucha por la verdad y la justicia en las violaciones a los derechos humanos es central para cualquier proyecto político democratizador que aspire a superar la herencia pinochetista. La “justicia en la medida de lo posible”, negando o dosificando la justicia durante los gobiernos de la Concertación, es parte del mismo movimiento histórico-político con el que se consolidó el neoliberalismo en nuestro país en los noventa. [/cita]

La lucha por la verdad y la justicia en las violaciones a los derechos humanos es central para cualquier proyecto político democratizador que aspire a superar la herencia pinochetista. La “justicia en la medida de lo posible”, negando o dosificando la justicia durante los gobiernos de la Concertación, es parte del mismo movimiento histórico-político con el que se consolidó el neoliberalismo en nuestro país en los noventa. Así como en los ochenta no es posible comprender la instalación del neoliberalismo sin el exterminio de las fuerzas opositoras y la descomposición radical del movimiento popular, no es posible entender la llamada transición sin la política de la impunidad.

Las consecuencias de esta impunidad son profundas: extiende hasta nuestros días los crímenes bestiales cometidos por la dictadura y permite la reproducción del pinochetismo en el seno de instituciones centrales para Chile hoy. La incapacidad de intervención en las Fuerzas Armadas respecto de estos temas ha permitido que la cultura dictatorial se reproduzca en el interior de las ramas de las FF.AA. hasta nuestros días.

Vemos los efectos de esa cultura pinochetista en las FF.AA. a la orden del día: insubordinación a la autoridad civil al ocultar permanentemente la información de que disponen, mantención de funcionarios de la siniestra CNI, continuidad de la lógica de enemigo interno para enfrentar la movilización social, asesinato de manifestantes, trabajadores y mapuche. La mantención de la Justicia Militar asegura la impunidad. La incapacidad de llevar a juicio a los cómplices permite que todos los civiles que fueron parte  del gobierno dictatorial, sean los mismos que hoy continúan dirigiendo el país desde la derecha. Luchar por la verdad, la justicia y los derechos humanos es erradicar el pinochetismo vigente hoy.

Llevamos años movilizándonos por un motivo simple: construir otro país. Pero este nuevo Chile, una sociedad sostenida en torno a la consecución de los derechos sociales, no puede construirse sobre la impunidad de violaciones a los derechos humanos no confrontadas a la justicia. Es por eso que para la izquierda emergente, con hondas raíces en la historia del movimiento popular chileno, la lucha por los derechos humanos  tiene un rol central. Conseguir la verdad y la justicia es una bisagra entre pasado y futuro. Lograrlo nos ayudará a superar el pinochetismo y proyectar un nuevo Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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