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Kaiser versus Mayol: la tiranía de la confusión Opinión

Kaiser versus Mayol: la tiranía de la confusión

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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Como algunas reformas estructurales planteadas por el actual Gobierno han puesto en cuestión importantes cimientos del modelo neoliberal, es natural que surjan debates sobre los problemas de fondo que subyacen al statu quo y los esfuerzos por superarlo. Como las ideas contribuyen a crear realidades, es muy importante la rigurosidad con que se entable el debate.


Recientemente fueron convocados Axel Kaiser y Alberto Mayol a discutir sobre la relación entre igualdad y libertad, iniciativa importante para indagar en algunas materias que subyacen a posiciones políticas que emergen en el medio chileno.

Axel Kaiser, habitual columnista sobre desigualdad y libertad de El Mercurio, sostiene en el artículo titulado “La Tiranía de la desigualdad” que la búsqueda consecuente de la igualdad inevitablemente lleva a una tiranía de terribles consecuencias. Lamentablemente, prescinde de explicitar qué entiende por igualdad, en circunstancias de que se trata de un tema muy polémico.

Como señala el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, “la idea de igualdad (…) se enfrenta a dos tipos de diversidad: la heterogeneidad de los seres humanos y la multiplicidad de las variables en términos de los cuales puede apreciarse la igualdad”. En tal sentido, como plantean Fitoussi y Rosanvallon, la verdadera pregunta es entonces ¿qué igualdad o, más precisamente, la igualdad de qué?

De allí que resulte al menos simplista concluir que la búsqueda de la igualdad, en términos genéricos, conduce a la tiranía, afirmación que Kaiser toma de Wilhelm Röpke, y que hace caso omiso de las graves equivocaciones de Röpke y Hayek allí implicadas, que la experiencia histórica dejó en evidencia.

[cita]Mientras el liberalismo clásico pensará la libertad negativa como ausencia de restricciones, un republicanismo de corte gótico-romano optará por una libertad negativa como falta de dependencia y, finalmente, un republicanismo como el sugerido por Pettit reinterpretará a la libertad negativa como no-dominación”. Se trata, en consecuencia, de un ámbito polémico que no admite visiones ni conclusiones simplistas.[/cita]

En efecto, en una carta de 1937, Hayek manifestaba su deseo de hacer entender a sus amigos “progresistas” que la democracia es solo posible bajo el capitalismo y que “cualquier experimento colectivista (ya fuera elementos de planificación o de Estado de Bienestar) llevarían inevitablemente al fascismo”. Del mismo modo, sostuvo que “una vez que el libre trabajo del mercado es impedido, más allá de un cierto grado, el planificador será forzado a extender sus controles hasta que sean completos”. Sin embargo, es claro que las democracias occidentales avanzaron mucho en impedir el libre desarrollo del mercado; no obstante, no terminaron en un régimen nazi ni implementaron una economía tipo soviética.

Según Kaiser, el proyecto igualitario se basa en la coacción estatal. La historia universal no es concluyente al respecto. Frente a ambos valores el desempeño del poder estatal ha sido mixto: ha consagrado en la legislación las demandas sociales o ha aplastado tanto la libertad como la igualdad.

Al mismo tiempo, Kaiser afirma que la igualdad “fáctica” (¿?) y libertad son conceptos totalmente opuestos e incompatibles. No obstante, las sociedades más igualitarias modernas no han resultado de la coacción estatal, sino de la lucha social por ampliar simultáneamente los espacios de libertad y de mayor igualdad. Gran Bretaña es un ejemplo histórico significativo.

Se trata de un país que enfrenta la Segunda Guerra Mundial con un régimen democrático en pleno funcionamiento (con las restricciones obvias de una guerra) y que pone en práctica, a partir del famoso Informe Beveridge, un sistema de protección social y un servicio de salud universal que representaron un gran avance hacia una mayor igualdad.

Al mismo tiempo, la educación pública y gratuita inglesa, buscó con bastante éxito independizar de las condiciones familiares la suerte de los hijos. Bajo diferentes modalidades se ha avanzado en los países del norte de Europa, en Alemania y Francia hacia una desmercantilización de las políticas sociales que permiten importantes niveles de bienestar. Esto no significa que estos países hayan alcanzado la plena igualdad y la plena libertad y ambos desafíos son objetivos permanentes, sujetos a avances y retrocesos.

Kaiser termina su artículo queriendo ser concluyente, con una cita de Isaiah Berlin, el célebre autor del libro Cuatro ensayos sobre la libertad, diciendo que la única libertad real es “elegir lo que queremos, porque queremos elegir de esa forma, sin coacción, sin intimidación, sin ser tragados por un vasto sistema”. Como se sostiene en un artículo reciente del jurista Estaban Pereira, no existe una sola forma de tematizar la libertad negativa. Mientras el liberalismo clásico pensará la libertad negativa como ausencia de restricciones, un republicanismo de corte gótico-romano optará por una libertad negativa como falta de dependencia y, finalmente, un republicanismo como el sugerido por Pettit reinterpretará a la libertad negativa como no-dominación”. Se trata, en consecuencia, de un ámbito polémico que no admite visiones ni conclusiones simplistas.

Alberto Mayol por su parte, en el artículo “Se trata de un falso dilema” intenta una respuesta desde el mundo de la izquierda, que resulta a veces confusa y plena de frases crípticas. Señala, por ejemplo, que “la cuestión de fondo es que una sociedad desigual es inviable”. Es difícil entender en qué dirección apunta su afirmación, pues la historia de la humanidad es la historia de la desigualdad, y vaya si han perdurado y perduran las sociedades desiguales.

O bien que “una sociedad por definición debe tener participación igualitaria”, pues las diferencias individuales no justifican diferencias de ingreso en que unos reciben 200 veces lo que reciben otros. Pero ¿cuál es su concepto de sociedad que le permite afirmar que por definición debe ser igualitaria? ¿Sería suficientemente igualitario si, digamos, las diferencias fueran de uno a cinco? Las sociedades no tienen una configuración por definición, son construcciones sociales que admiten múltiples características (¿?). Sostiene también que “la libertad de elegir es un falso ídolo: parte de la premisa que existe una oferta fija en el mundo; no cree en la capacidad fértil del ser humano de hacer una nueva oferta”, afirmación cuya lógica argumentativa está ausente.

Mayol señala que la libertad es una condición de la sociedad moderna y la igualdad es el pacto fundamental para que esa sociedad sea tal cosa. Es cierto y, numerosas experiencias lo demuestran, que la libertad e igualdad o, más precisamente, la lucha por los derechos civiles, políticos, sociales y culturales ha ido avanzando conjuntamente con la lucha por mayores niveles de igualdad política, social y económica. Es este un fundamento poderoso contra las dictaduras de distinto signo. No obstante, las grandes disputas filosóficas, los debates al interior de la teoría económica y las confrontaciones políticas y sociales en torno a los conceptos de libertad e igualdad y su compatibilidad o incompatibilidad, hacen de la discusión todo menos un falso dilema.

Como algunas reformas estructurales planteadas por el actual Gobierno han puesto en cuestión importantes cimientos del modelo neoliberal, es natural que surjan debates sobre los problemas de fondo que subyacen al statu quo y los esfuerzos por superarlo. Como las ideas contribuyen a crear realidades, es muy importante la rigurosidad con que se entable el debate.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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