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La pedagogía hospitalaria en Chile

Tatiana Díaz Arce
Por : Tatiana Díaz Arce Docente Titular UMCE
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A partir del año 1999, el Ministerio de Educación de Chile reconoce formalmente a la pedagogía hospitalaria como un servicio educativo provisto a través de aulas y escuelas alojadas en centros hospitalarios en distintas regiones de nuestro país. Si bien temporalmente este hito es bastante reciente, apenas 17 años, lo cierto es que la pedagogía hospitalaria surge en Chile en la década de los 60 en la ciudad de Concepción.

Los principios que iluminan a la pedagogía hospitalaria se enraízan directamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Convención de los Derechos del Niño, ello toda vez que la educación es reconocida como un derecho inalienable, el que sin embargo se ve vulnerado cuando un niño, niña o joven que se encuentra afectado por una situación de enfermedad, se ve impedido de asistir a una escuela regular.

La pedagogía hospitalaria entonces es el medio que permite garantizar el derecho a la educación, y aunque ella ha estado generalmente poco visibilizada, el esfuerzo desplegado por los profesionales que se desempeñan en este contexto educativo ha dado sus frutos. Así, por ejemplo, hoy en nuestro país existen más de 40 escuelas y aulas hospitalarias distribuidas entre Copiapó y Castro; la mayoría de ellas pertenecen a entidades privadas orientadas a entregar servicios educativos a menores en edad estudiantil que se encuentran aquejados por alguna enfermedad, entre las que se cuentan la Fundación Carolina Labra Riquelme, La Fundación Nuestros Hijos o COANIQUEM. Solo un bajo número de estas escuelas o aulas está entregado a la administración Municipal.

La pedagogía hospitalaria no solo intenta evitar la deserción del sistema escolar de los estudiantes sino que también contribuye significativamente a conservar elementos básicos presentes en la vida de todo niño, niña o joven, tales como seguir participando del proceso formativo escolar, junto con el proceso de socialización con sus pares.

Lo  anterior no solo tiene un efecto educativo sino también terapéutico, toda vez que percibir que una enfermedad no ha logrado interrumpir “la normalidad de la vida” ayuda, al mismo tiempo, a fortalecer la dimensión emocional de estos estudiantes, como asimismo  la de su núcleo familiar más cercano.

Debido a la diversidad de efectos de una patología en la vida y condición de salud de un estudiante, la modalidad de atención de estas escuelas y aulas debe ser flexible y adaptarse a las circunstancias por las que atraviesa el paciente-estudiante. Es por ello que estas modalidades de atención van desde la  atención en el aula escolar ubicada en el centro hospitalario, la atención en la sala de hospitalización o, bien,  atención domiciliaria, en el caso de aquellos menores que transitan su situación de enfermedad en su hogar.

[cita tipo= «destaque»]Hoy, por ejemplo, se requiere urgentemente de normas y orientaciones precisas para lograr una  articulación entre las escuelas y aulas hospitalarias y las escuelas regulares de origen o de destino de los estudiantes; de parte del mundo académico y las universidades se necesita el desarrollo de más investigación educativa y de la formación de profesionales del área de la salud y la educación  con competencias pertinentes para desempeñarse en este contexto educativo o, bien, para articularse desde la escuela regular con el mismo.[/cita]

En este trayecto, las escuelas y aulas hospitalarias chilenas no han trabajado solas, sino que se han agrupado entre sí y con otras entidades con experiencias similares más allá de las fronteras de nuestro país.  Así, por ejemplo, la Red Latinoamericana y del Caribe para la Educación Hospitalaria, REDLACEH, agrupa a distintas entidades de nuestro continente preocupadas por esta realidad educativa.

Por estos días REDLACEH cumple ya 10 años y los celebra con su “Tercer Congreso por el Derecho a la Educación de Niños, Niñas y Jóvenes Hospitalizados o en Situación de Enfermedad”. Esta actividad es especial, no solo por el cumplimiento de una primera década de trabajo sistemático sino también por la convocatoria que se ha logrado de una serie de entidades estatales  de varios países de la región, como Chile, Argentina, Brasil, Perú, Uruguay, Venezuela y México, aglutinando con ello al menos las voluntades políticas de dar prioridad al desarrollo de la Pedagogía Hospitalaria en las próximas políticas públicas de sus respectivos países. Esto, porque la Pedagogía Hospitalaria no solo es una alianza transdiciplinaria estratégica entre salud y educación sino también es un deber ético que demanda decididamente mayor preocupación desde distintas dimensiones.

Por parte del Estado y sus respectivos gobiernos hoy, por ejemplo, se requiere urgentemente de normas y orientaciones precisas para lograr una  articulación entre las escuelas y aulas hospitalarias y las escuelas regulares de origen o de destino de los estudiantes; de parte del mundo académico y las universidades se necesita el desarrollo de más investigación educativa y de la formación de profesionales del área de la salud y la educación  con competencias pertinentes para desempeñarse en este contexto educativo o, bien, para articularse desde la escuela regular con el mismo.

En un contexto nacional, en el que se discute el proyecto de reforma a la educación superior, y en el que distintas universidades pretenden arrogarse una vocación por temas públicos, lo cierto es que pocas casas de estudio han mostrado real preocupación por este tema. Una excepción a la regla es la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, ex Instituto Pedagógico, entidad estatal, sin fines de lucro, formadora de profesores y de kinesiólogos que desde el año 2000 a la fecha ha desarrollado alrededor de 25 estudios focalizados en el ámbito de la Pedagogía Hospitalaria, y cuyos hallazgos han logrado nutrir a la formación de profesionales de esta casa de estudios.

Sin embargo, esta universidad, así como otras 17, siguen esperando que el Estado deje atrás su actitud dubitativa frente a la reforma en educación superior y  se decida a darles a las casas de estudio que le pertenecen el apoyo (léase financiamiento) requerido  para ejercer en propiedad su rol de Universidades Públicas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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